Susana Draper, profesora en Princeton: ¡°Los se?alamientos de agresores en las redes a menudo reproducen tics del sistema punitivo¡±
La pensadora uruguaya, adscrita al movimiento anticapitalista, publica un manual de instrucciones para detener la violencia machista en el entorno cercano
Las tesis pol¨ªticas de Susana Draper (Montevideo, 49 a?os) se sustentan en saberes colectivos. Profesora de Literatura comparada en la Universidad de Princeton, gran laboratorio de la ¨¦lite estadounidense, reniega del academicismo y propone ¡°aprender haciendo¡± en las luchas sociales, como ella misma hizo en Occupy Wall Street. ¡°Hay una idea de que el ¨²nico saber leg¨ªtimo es el universitario, pero excluye a mucha gente¡±, concede en el Museo Reina Sof¨ªa de Madrid, donde presenta Libres y sin miedo. Horizontes feministas para construir otros sentidos de justicia (Traficantes de sue?os), un manual de instrucciones para detener la violencia machista que acontece en el entorno cercano. El ensayo adquiere a¨²n m¨¢s notoriedad tras la ca¨ªda del diputado de Sumar ??igo Errej¨®n entre acusaciones de agresi¨®n sexual que han incendiado las redes, aunque esta charla tuvo lugar unos d¨ªas antes.
Pregunta. Usted es cr¨ªtica con el se?alamiento de supuestos agresores.
Respuesta. El escrache tiene una historia pol¨ªtica detr¨¢s, emerge en los barrios de Argentina para denunciar a los responsables de la dictadura militar. En las redes, se empieza a utilizar como una manera de propagar testimonios silenciados, pero a menudo reproduce ciertos tics del sistema punitivo y puede resultar retraumatizante. La clave est¨¢ en preguntarnos para qu¨¦ nos movilizamos: ?se busca simplemente que el denunciado desaparezca, tal vez inhabilitarlo? Esa es la funci¨®n de la c¨¢rcel, que est¨¢ claro que no ha logrado terminar con la violencia.
P. El movimiento MeToo naci¨® en 2017 en internet, digamos que es su espacio natural.
R. Las redes crean la ficci¨®n de conectarnos, pero nos separan mucho, por eso los movimientos feministas populares ¡ªbajo las consignas de MeToo y NiUnaMenos¡ª nos aterrizaron en la cotidianidad. Mostraron que el abuso va m¨¢s all¨¢ de casos particulares, es algo sist¨¦mico, y empezaron a plantear c¨®mo podemos resolverlo sin reproducir las l¨®gicas del castigo y antes de llegar a situaciones letales. El habla por s¨ª misma no es curadora, necesitamos trazar un horizonte com¨²n.
R. A lo largo del libro hila algunas experiencias feministas que van en esa direcci¨®n.
R. Por ejemplo, las de Intervenciones Creativas, un grupo estadounidense que empez¨® a recopilar herramientas pr¨¢cticas, historias de personas que lograron lidiar con la violencia en el entorno cercano. Entre ellas, resalta la experiencia de una madre que ensaya con su hijo adolescente c¨®mo reaccionar si varios pibes se llevan a una chica de una fiesta. Son cosas b¨¢sicas, pero cuando solo sabemos recurrir a la polic¨ªa nos privamos de aprender a actuar antes de que llegue el da?o.
P. ?Qu¨¦ hacer cuando la pareja de alguien cercano empieza a mostrar signos de agresividad?
R. No hay f¨®rmulas m¨¢gicas, pero es importante atender al contexto de esa persona. Est¨¢ m¨¢s que estudiado que los casos graves de violencia machista rara vez acontecen de golpe, sino de forma gradual. Pensar horizontes de justicia feminista significa anticiparse a ese momento; contactar con el entorno de la persona que puede generar da?o para que le ayuden a deponer esa actitud y arropar a la otra parte.
¡°La clave es que el grito contra la cultura de la violencia sexual pueda traducirse en otras formas de vincularnos¡±
P. Eso pasa por reconstruir lazos en un mundo donde mucha gente se siente sola.
R. La clave es que el grito contra la cultura de la violencia sexual pueda traducirse en otras formas de vincularnos, relacionarnos y educarnos. Por eso los movimientos por unas condiciones materiales dignas, como el de vivienda o autonom¨ªa alimentaria, son tan importantes. Constituyen ya otra forma de estar entre nosotros.
P. ?Los servicios sociales deben desempe?ar ese trabajo de prevenci¨®n del que habla?
R. Los que yo conozco est¨¢n demasiado profesionalizados y vinculados al sistema policial. Su actuaci¨®n se gu¨ªa por una subjetividad universal de clase media blanca, sin atender a la base de la pir¨¢mide social. En EE UU, es muy normal que una mujer migrante se niegue a denunciar por miedo a ser deportada. ?Qu¨¦ hacemos en esos casos? Yo dir¨ªa que los asistentes sociales tienen que potenciar la autonom¨ªa comunitaria, en lugar de incentivar una mayor dependencia del Estado.
P. ?La ola reaccionaria que recorre Am¨¦rica invita al pesimismo?
R. Hay que verla como la reacci¨®n a procesos sociales que han acontecido en los ¨²ltimos a?os, como el avance del feminismo. Est¨¢ claro que esos Gobiernos buscan intensificar los sistemas de vigilancia y hacernos pensar que la soluci¨®n a la creciente violencia pasa por construir m¨¢s c¨¢rceles. El caso de Nayib Bukele en El Salvador es el m¨¢s visible, pero ese tambi¨¦n es el modelo de Patricia Bullrich en Argentina. Luego una mira las fotograf¨ªas de los presos salvadore?os y lo que ve son chicos muy j¨®venes, pobres y racializados.
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