La extorsi¨®n sist¨¦mica del Opus Dei
¡®TintaLibre¡¯ reproduce las reflexiones de Gareth Gore, que analiza el ¡®modus operandi¡¯ de las campa?as de la organizaci¨®n
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A finales de septiembre, el Opus Dei envi¨® un memor¨¢ndum confidencial a sus ¡°directores locales¡±, los de m¨¢s confianza entre sus denominados miembros numerarios ¡ªlos hombres y las mujeres que han dedicado la vida al Opus Dei¡ª y quienes tienen a su cargo la supervisi¨®n de las delegaciones locales. Memor¨¢ndums as¨ª est¨¢n lejos de ser poco comunes: las ¡°notas internas¡± son el medio preferido de la jefatura en Roma para comunicarse con sus directores sobre el terreno. Escritas en clave y descifradas con ayuda de un manual que se guarda bajo llave, son un m¨¦todo eficiente para transmitir ¨®rdenes de manera encubierta y segura.
Pero esta ¨²ltima misiva era ins¨®lita. Por lo general, las notas abordan cuestiones sumamente pr¨¢cticas e internas: especifican qu¨¦ empresas pantalla deben figurar como beneficiarias en los testamentos de los miembros, estipulan el n¨²mero de ni?os que debe fijar como objetivo de captaci¨®n cada centro, o emiten nuevos dictados acerca de la edad a la que se permite a las numerarias dejar de dormir en tablas de madera (los numerarios duermen en colchones). Excepcionalmente, este memor¨¢ndum trataba sobre algo del mundo exterior, en concreto un nuevo libro que iba a publicarse en unas semanas.
¡°Por favor, recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados por esto¡±, dec¨ªa la nota. Emitida pocos d¨ªas antes de dos fechas importantes en el calendario del Opus Dei ¡ªel aniversario del d¨ªa en que su fundador, el sacerdote espa?ol Jos¨¦ Mar¨ªa Escriv¨¢, vio supuestamente a Dios; y el aniversario de la canonizaci¨®n del papa Juan Pablo II¡ª, la nota ped¨ªa a los directores que le rezaran a san Josemar¨ªa y le pidieran su intercesi¨®n. ¡°Como el lanzamiento est¨¢ cerca de las dos fiestas de octubre, podemos inspirarnos en el ejemplo de Nuestro Padre sobre c¨®mo responder a tales situaciones y pedir su intercesi¨®n¡±.
El libro en cuesti¨®n, titulado Opus y escrito por m¨ª, no podr¨ªa haber llegado en peor momento. Con la organizaci¨®n sumida en un enfrentamiento con el papa Francisco en torno a su futuro y pendientes dos investigaciones distintas del Vaticano sobre abusos sist¨¦micos, el Opus Dei ya estaba enfangado en la mayor crisis en sus casi cien a?os de historia. El libro promet¨ªa revelar una letan¨ªa de nuevas denuncias contra la organizaci¨®n: delitos y anomal¨ªas institucionales, sus furtivos m¨¦todos de reclutamiento, la captaci¨®n de menores, los abusos espirituales y psicol¨®gicos, los inmensos encubrimientos, as¨ª como sus v¨ªnculos financieros y econ¨®micos ocultos.
La intercesi¨®n, cuando se produjo, quiz¨¢ no fue exactamente lo que esperaba el Opus Dei. Lleg¨® en forma de una noticia bomba desde Argentina, donde los fiscales federales anunciaron que acusaban formalmente al Opus Dei de cr¨ªmenes que inclu¨ªan el tr¨¢fico de seres humanos y la explotaci¨®n laboral tras una investigaci¨®n de dos a?os. Sus conclusiones, hechas p¨²blicas solo cuatro d¨ªas antes del lanzamiento de Opus, corroboraban una de las principales tesis del libro. La noticia cre¨® el marco id¨®neo para un juicio p¨²blico, con cuatro sacerdotes del Opus Dei como codemandados, y dos m¨¢s, incluido su vicecanciller en Roma, tambi¨¦n implicados.
Este giro en el ¨²ltimo momento bien pod¨ªa dar al traste con los planes cuidadosamente trazados por el Opus Dei de cara a la publicaci¨®n del libro. Durante meses, hab¨ªan estado preparando una estrategia de amenazas, mentiras y cintas de v¨ªdeo para desacreditar mi libro y presentarlo como nada m¨¢s que una teor¨ªa de la conspiraci¨®n. Hab¨ªan contratado a uno de los bufetes m¨¢s caros y renombrados de Estados Unidos para encabezar la ofensiva, con cartas amenazantes dirigidas a mi editor y a m¨ª. Otros hab¨ªan recibido el encargo de desarrollar una campa?a de desinformaci¨®n. La noticia de Argentina lo cambi¨® todo: los minuciosos planes estaban ahora en peligro.
Volviendo atr¨¢s
Mi contacto con el Opus Dei empez¨® dos a?os antes, cuando tom¨¦ un vuelo a Madrid a fin de documentarme y hacer entrevistas para mi libro. Por entonces, estaba interesado sobre todo en la historia de Luis Valls-Taberner, exbanquero y miembro numerario del Opus Dei que us¨® ¡ªo abus¨®, dependiendo de la perspectiva de cada cual¡ª su cargo de director del Banco Popular, uno de los m¨¢s importantes de Espa?a, para destinar cientos de millones de euros en beneficio directo del movimiento religioso y financiar su expansi¨®n por el mundo. Eso ¡ªy la historia de su vida en general¡ª parec¨ªa un relato fascinante.
Luis muri¨® en 2006, pero me las ingeni¨¦ para localizar a su hermano menor Javier, que trabaj¨® con ¨¦l en el banco durante cuarenta a?os. Este hizo comentarios exquisitos sobre algunos miembros de alto rango del Opus Dei en Espa?a, a quienes acus¨® de haber manipulado la enfermedad y la muerte de su hermano para intentar hacerse con el control del banco. Me advirti¨® de que no me fiara de ninguno. As¨ª pues, cuando me reun¨ª con ellos para preguntarles por estas acusaciones, estaba en guardia. Pero enseguida me dio la impresi¨®n de que mis sospechas eran infundadas. Esos hombres parec¨ªan amables, sinceros, y encantados de que un periodista extranjero se interesara por don Luis.
Pero una cosa s¨ª me pareci¨® rara. Casi todas las conversaciones empezaban del mismo modo: el miembro del Opus Dei me explicaba c¨®mo todos los integrantes de la organizaci¨®n actuaban con absoluta libertad y que cualquier cosa que hicieran ¡ªya fuera en los negocios, la pol¨ªtica o m¨¢s en general¡ª era por iniciativa propia y no ten¨ªa nada que ver con el Opus Dei. Tras la cuarta o quinta vez que o¨ª el discurso, empec¨¦ a preguntarme si les hab¨ªan apuntado lo que deb¨ªan decir. Lo raro era que todos hac¨ªan la declaraci¨®n sin que viniera a cuento, antes de que yo hubiera planteado ninguna pregunta de verdad.
Volv¨ª a Londres y me puse en contacto con Jack Valero, portavoz oficial del Opus Dei, adem¨¢s de uno de los ?directores locales? a cargo de supervisar su red de miembros en el Reino Unido. Ser¨ªa mi contacto durante los dos a?os siguientes. Acordamos un encuentro en la sede del Opus Dei en Reino Unido, en Notting Hill, uno de los barrios m¨¢s caros de la ciudad. No pude por menos de sonre¨ªr cuando Valero ¡ªde manera absolutamente espont¨¢nea¡ª inici¨® la conversaci¨®n con el mismo discurso sobre c¨®mo todos los integrantes de la organizaci¨®n actuaban con absoluta libertad. Otra vez no, pens¨¦.
El encuentro fue bien. Saltaba a la vista que Valero recelaba mucho de m¨ª, y en especial de mi inter¨¦s por el Opus Dei. Deduje de sus preguntas que sus superiores en Roma le hab¨ªan pedido que me sondeara. Aun as¨ª, al igual que sus colegas en Madrid, parec¨ªa encantado de contestar mis preguntas, y accedi¨® a transmitir mi solicitud de consultar los archivos del Opus Dei, a los que no tienen acceso personas independientes. En la calle, cuando nos desped¨ªamos, le pregunt¨¦ por el edificio de al lado, donde se estaba llevando a cabo un inmenso proyecto de construcci¨®n. ?Ah, eso no tiene nada que ver con nosotros?, respondi¨® con una soltura sospechosa.
Solo despu¨¦s de llegar a casa ca¨ª en la cuenta de que me hab¨ªan dado la idea equivocada. Consult¨¦ los registros catastrales y descubr¨ª que el edificio de al lado era, de hecho, propiedad del Opus Dei, solo que de la secci¨®n femenina, no de la masculina. Valero hab¨ªa ofrecido como respuesta una interpretaci¨®n muy espec¨ªfica de mi pregunta. El edificio de al lado no ten¨ªa nada que ver con ?nosotros?, si ?nosotros? se refer¨ªa a la secci¨®n masculina. Pero a todas luces no era eso lo que hab¨ªa preguntado, sino si ten¨ªa algo que ver con el Opus Dei. ?Por qu¨¦ intentaba despistarme con respecto a un detalle tan nimio? ?Deb¨ªa cuestionarme algo m¨¢s de lo que me hab¨ªa dicho?
Nuestras interacciones se hicieron m¨¢s frecuentes con el paso de los meses. Valero se ofreci¨® a ayudarme a concertar algunas reuniones cuando fui a Estados Unidos, para demostrar lo transparente que era el Opus Dei, y c¨®mo no ten¨ªan nada que ocultar. Enseguida surti¨® el efecto contrario. Varios miembros destacados, incluido el sacerdote con m¨¢s renombre de Washington, un hombre pr¨®ximo a muchos republicanos poderosos, rehusaron verme. No ?se fiaba? de m¨ª, seg¨²n me explic¨® Valero. ?Por qu¨¦ ten¨ªa que fiarse de m¨ª un sacerdote solo para acceder a un encuentro? Las escuelas del Opus Dei tambi¨¦n rehusaron mis solicitudes de visitarlas. Pues vaya con la transparencia.
Unos meses despu¨¦s, anunci¨¦ que iba a ir a Argentina. Quer¨ªa reunirme con un grupo de mujeres que afirmaban haber sufrido coacciones para que se unieran al Opus Dei de j¨®venes y luego b¨¢sicamente se hab¨ªan convertido en esclavas que trabajaban catorce horas al d¨ªa sin percibir ning¨²n pago en absoluto. Su caso hab¨ªa desencadenado la investigaci¨®n federal sobre el tr¨¢fico de seres humanos y la explotaci¨®n laboral. Valero respondi¨® con el anuncio de que su superior le hab¨ªa pedido que me acompa?ara. ¡°No quiere que se repita lo que ocurri¨® en Estados Unidos, que fue bochornoso, por no decir otra cosa¡±, explic¨®.
No me hac¨ªa falta carabina y ya ten¨ªa varias entrevistas concertadas. Pero le dije a Valero que, si de veras quer¨ªa ayudarme, pod¨ªa organizarlo para que visitara la residencia que era el centro del esc¨¢ndalo. Docenas de mujeres segu¨ªan viviendo y trabajando all¨ª como ¡°asistentes numerarias¡±; en realidad, como sirvientas. El Opus Dei aseguraba que esas mujeres eran felices y que sus vidas no guardaban relaci¨®n con las alegaciones que hab¨ªan hecho residentes anteriores. Tambi¨¦n exist¨ªa un v¨ªnculo evidente con Luis Valls-Taberner: la residencia la hab¨ªa pagado dinero del Banco Popular. Perm¨ªtanme ir de visita y verlo con mis propios ojos, dije.
Durante los cinco primeros d¨ªas de mi viaje a Argentina, me mov¨ª por mi cuenta. Tambi¨¦n qued¨¦ con Valero a tomar un caf¨¦ y le record¨¦ mi solicitud. El sexto d¨ªa, volv¨ª a sacarla a colaci¨®n. Me dijo que estaba en ello. Al d¨ªa siguiente, me lleg¨® un correo en el que se me informaba de que las mujeres de la residencia hab¨ªan considerado la solicitud, pero la hab¨ªan rechazado; que la decisi¨®n era suya. Cuando me person¨¦ all¨ª y les pregunt¨¦ por su decisi¨®n de no permitirme hacer la visita, las dos mujeres que me atend¨ªan se miraron extra?adas. ?Me hab¨ªan tomado el pelo?
En el aeropuerto de Ezeiza al d¨ªa siguiente, mientras Valero y yo esper¨¢bamos a embarcar en el vuelo de catorce horas de regreso a Londres (fue mera coincidencia que fu¨¦ramos en el mismo avi¨®n), di rienda suelta a mi frustraci¨®n por no haber podido visitar la residencia. Hab¨ªa recorrido medio mundo no solo para prestar o¨ªdos a los testimonios de las mujeres que alegaban abusos, sino tambi¨¦n para ver ¡ªcon mis propios ojos¡ª c¨®mo era en realidad la vida de las asistentes numerarias hoy en d¨ªa. Tambi¨¦n expres¨¦ mi frustraci¨®n por que la ?oficina de informaci¨®n? del Opus Dei se negara a facilitarme una lista completa de sus escuelas y programas juveniles. Valero no ten¨ªa mucho que decir.
Estaba empezando a quedarme claro que la fachada p¨²blica del Opus Dei ¡ªque era transparente por completo y no ten¨ªa nada que ocultar¡ª era falsa. Despu¨¦s de un a?o de v¨¦rmelas con la organizaci¨®n, era a todas luces evidente que cada vez que planteaba una pregunta delicada, solicitaba informaci¨®n espec¨ªfica o quer¨ªa hablar con cualquiera implicado en alguna controversia, el Opus Dei me pon¨ªa alg¨²n impedimento. Despu¨¦s de darle a la organizaci¨®n el beneficio de la duda, estaba claro que iba a tener que poner en tela de juicio todo lo que me dijeran, y todo lo que hicieran.
Interviene Francisco
Unas semanas despu¨¦s del viaje a Argentina, cay¨® una bomba en Roma. En agosto de 2023, el papa Francisco promulg¨® un decreto sorpresa que hac¨ªa pedazos la fraternal relaci¨®n del Opus Dei con el Vaticano, despojando a la organizaci¨®n de su capacidad para funcionar al margen de la jerarqu¨ªa formal de la Iglesia y oblig¨¢ndola a reescribir su constituci¨®n. Mis fuentes me dijeron que era un castigo por las transgresiones del Opus Dei: adem¨¢s del caso de Argentina, el Vaticano hab¨ªa recibido otra denuncia de exmiembros del Opus Dei por todo el mundo que alegaban graves abusos f¨ªsicos, psicol¨®gicos y espirituales.
Concert¨¦ una cita con Valero para que me diera la versi¨®n del asunto del Opus Dei. Al principio, intent¨® darme largas sobre la base de que ser¨ªa ¡°poco ¨¦tico¡± informar a un periodista sobre conversaciones en curso con el Vaticano. Le record¨¦ que no hab¨ªa tenido inconveniente en hablar de negociaciones igualmente ¡°confidenciales¡± entre el Opus Dei y las mujeres de Argentina, facilit¨¢ndome incluso jugosos detalles sobre la cantidad de dinero que supuestamente hab¨ªan pedido estas. Se?al¨¦ la evidente contradicci¨®n, y lo que indicaba acerca de c¨®mo ve¨ªa la propia organizaci¨®n a sus miembros. Dio el brazo a torcer y accedi¨® a hablar.
Ofreci¨® una explicaci¨®n sencilla. No se trataba de los abusos de la organizaci¨®n, ni siquiera de las quejas que hab¨ªan hecho llegar al Vaticano, sino de un hombre concreto que hab¨ªa emprendido una vendetta contra el Opus Dei. Identific¨® a un cardenal italiano de nombre Gianfranco Ghirlanda, aduciendo que era ¨¦l qui¨¦n de alg¨²n modo convenci¨® al Papa de que fuera a por el Opus Dei.
¡ªLo que sab¨ªa desde bien pronto es que el tal Ghirlanda, quien se opon¨ªa de manera ac¨¦rrima a que el Opus Dei fuera una prelatura, era el abogado can¨®nico preferido del Papa ¡ªasegur¨®¡ª. Lo sab¨ªa, lo sab¨ªamos.
¡ª?C¨®mo lo sab¨ªa? ¡ªpregunt¨¦.
¡ªBueno, porque era¡ de dominio p¨²blico.
¡ªAh, ?de verdad? ?Podr¨ªa se?alarme alg¨²n dato concreto?
¡ªNo lo s¨¦, es lo que ten¨ªa entendido ¡ªrepuso.
La conversaci¨®n continu¨® as¨ª durante un rato; Valero ofrec¨ªa toda suerte de teor¨ªas para explicar lo ocurrido. Pero cada vez que yo sondeaba una teor¨ªa, se ven¨ªa abajo. Me estaba proponiendo teor¨ªas conspirativas que, de hecho, no parec¨ªan tener el menor fundamento. Pero, ?por qu¨¦?
¡ªAs¨ª que Ghirlanda es poderoso, y convence al Papa¡ ¡ªdijo bosquejando una cronolog¨ªa de los hechos.
Entonces decid¨ª llamarle la atenci¨®n.
¡ªA ver, a ver ¡ªle interrump¨ª¡ª. Perdone, pero esto es bastante importante. Debo tener mucho cuidado con lo que escriba. Tengo que cerciorarme de que haya pruebas. Tengo que basarme en hechos. Esa afirmaci¨®n que acaba de hacer: dice usted que Ghirlanda ?convence? al Papa. Eso no lo sabemos, ?verdad?
¡ªNo, no lo sabemos ¡ªreconoci¨®.
¡ªEntonces, no lo podemos decir.
¡ªNo ¡ªconvino Valero¡ª. No lo puede decir.
¡ªPero usted tampoco lo puede decir, si no lo sabe; a menos que lo sepa pero no pueda decirlo, ?no?
¡ªNo lo s¨¦, no tengo pruebas ¡ªadmiti¨®.
¡ªBien ¡ªrespond¨ª¡ª. Creo que es importante que, en tanto que portavoz, no diga usted esas cosas, porque es una alegaci¨®n muy grave.
¡ªEs grave si es algo malo, pero no es nada malo.
En mis veinte a?os como periodista, era quiz¨¢ la conversaci¨®n m¨¢s extraordinaria que ten¨ªa con un portavoz oficial. Estaba planteando teor¨ªas de la conspiraci¨®n sin prueba alguna y luego les restaba toda importancia, porque no estaba diciendo nada malo. Me record¨® algo que le¨ª en uno de los textos fundacionales del Opus Dei, Camino, escrito por su fundador. En el libro, Escriv¨¢ habla del concepto de la ?santa intransigencia?, la ¡°santa coacci¨®n¡± y la ?santa desverg¨¹enza?, lanzando el mensaje de que el fin justifica los medios. ?Tambi¨¦n ata?¨ªa semejante filosof¨ªa a mentir?
¡ªTengo que poder confiar en que lo que dice es absolutamente cierto y se basa en pruebas ¡ªexpliqu¨¦¡ª. As¨ª pues, creo que solo debemos decir cosas que sepamos, ?no?
La conversaci¨®n deriv¨® entonces hacia otras alegaciones que hab¨ªan surgido contra el Opus Dei: de abusos, captaci¨®n de ni?os y miembros drogados sin su consentimiento. Hab¨ªan aparecido docenas de testimonios en un sitio web en espa?ol llamado OpusLibros.org. Hab¨ªa historias horrendas, y no solo de asistentas numerarias. Tambi¨¦n de miembros numerarios. Se hab¨ªan publicado docenas de notas internas ¡ªenviadas a directores locales como Valero¡ª que demostraban c¨®mo quienes hab¨ªan ordenado los abusos eran los cabecillas del grupo en Roma, solo para que el Opus Dei demandara al sitio web por infracci¨®n de la propiedad intelectual y le obligara a retirarlas.
¡ªTengo curiosidad por OpusLibros ¡ªpregunt¨¦¡ª. ?Qu¨¦ opini¨®n le merece lo que lee all¨ª? ?No le hace sentir¡?
¡ªNo leo gran cosa ¡ªdijo, lo que era una confesi¨®n extraordinaria. Se trataba de un representante de alto rango que reconoc¨ªa estar al tanto de alegaciones pero prefer¨ªa no leerlas¡ª. ?Y sabe por qu¨¦? Bueno, creo que sus experiencias son v¨¢lidas, porque son v¨¢lidas las experiencias de todo el mundo. Y me entristece mucho cuando leo algo de alguien que es desdichado o est¨¢ enfadado. Mi reacci¨®n es: ¡°Ay, me gustar¨ªa hablar con ellos, tomar una cerveza y escucharlos¡ o incluso pedir disculpas¡±. Pero es tan incesante que solo puedo tomarlo en peque?as dosis. Porque si no, es como eso de los dementores¡ ?sabe los dementores de Harry Potter?
Se considera que los dementores son las criaturas m¨¢s espeluznantes de los libros de J.K. Rowling. Se alimentan de felicidad humana y generan abrumadores sentimientos de desesperaci¨®n. Pero su poder ¡ªy no s¨¦ si Valero era plenamente consciente de ello cuando recurri¨® a la met¨¢fora¡ª no proviene de su capacidad para generar desesperaci¨®n, sino m¨¢s bien de una habilidad para obligar a los seres humanos a recordar traumas pasados que vivieron en realidad. Como explica el personaje del profesor Lupin: ¡°Los dementores te afectan m¨¢s que a los dem¨¢s porque en tu pasado hay horrores que los dem¨¢s no tienen¡±.
Valero no parec¨ªa consciente de la iron¨ªa, ?o s¨ª lo era? ?Cab¨ªa la posibilidad de que las revelaciones que le¨ªa online le resultaran tan inc¨®modas precisamente porque las reconoc¨ªa? ?Despertaban en su interior la perturbadora consciencia de que la organizaci¨®n a la que hab¨ªa consagrado su vida bien pod¨ªa ser culpable de abusar de sus miembros? ?Era una manera de no afrontar las acusaciones porque pod¨ªan suscitar preguntas sobre su propia situaci¨®n como miembro del Opus Dei y el papel que hab¨ªan desempe?ado en los abusos ?directores locales? como ¨¦l? ?Quer¨ªa evitar abordar el problema?
¡ªLos dementores vienen y hacen que se te caiga el alma a los pies ¡ªme explic¨® sin rodeos¡ª. Te deprimen hasta los tu¨¦tanos. Por eso tengo la sensaci¨®n de que si leo OpusLibros durante m¨¢s de media hora es como si viniera un dementor y se llevara todo el aire de la habitaci¨®n. No puedo respirar. Me da por pensar: ¡°Tengo que disculparme con como se llame que escribi¨® esto¡¡±, y entonces leo otra cosa. Y para cuando leo el tercer o cuarto relato, pienso: ¡°Venga, ya vale por hoy, es hora de ponerme a ver Mary Poppins¡±.
El incidente de Mary Poppins bien se podr¨ªa haber descartado como la lucha interna de un hombre por reconciliar su condici¨®n de socio de una organizaci¨®n que hab¨ªa causado sufrimientos a tantos de sus colegas, de no ser por lo que ocurri¨® a continuaci¨®n. En febrero, mi editorial Simon & Schuster hizo p¨²blico un dosier sobre el libro destinado a los vendedores. El libro no estaba terminado todav¨ªa y a¨²n tardar¨ªa ocho meses en salir a la venta. Pero los comentarios publicitarios dejaban claro que el libro acusar¨ªa al Opus Dei de tr¨¢fico de seres humanos, abusos generalizados y graves anomal¨ªas institucionales, temas que yo hab¨ªa tratado por extenso con muchos de sus altos representantes.
La respuesta del Opus Dei fue reveladora. Cualquier instituci¨®n normal habr¨ªa reaccionado a alegaciones semejantes con el compromiso claro e inequ¨ªvoco de emprender una investigaci¨®n inmediata, de tomarse muy en serio las acusaciones, y de cooperar con las autoridades para llegar al fondo del asunto. En cambio, el Opus Dei decidi¨® cortar toda comunicaci¨®n conmigo. Unas semanas despu¨¦s, emiti¨® un comunicado en el que dec¨ªa que las alegaciones eran ¡°falsas por completo¡±. Ni siquiera se hab¨ªan molestado en preguntar qu¨¦ se alegaba espec¨ªficamente. Al igual que Valero, apelaban a la defensa de Mary Poppins y enterraban la cabeza en la arena.
Esta disonancia cognitiva de car¨¢cter colectivo est¨¢ muy arraigada en el Opus Dei. Desde la repetici¨®n del discurso acerca de que los miembros tienen libertad absoluta, hasta acusar a un ¨²nico cardenal italiano de ¡°conspiraci¨®n¡± para hacer caer la organizaci¨®n, pasando por el comentario de Valero sobre que no era capaz de leer m¨¢s testimonios de v¨ªctimas, y el desmentido general de la organizaci¨®n de graves acusaciones sin molestarse en solicitar detalles al respecto, todo va dirigido a la creaci¨®n de una realidad alternativa que permite al Opus Dei no afrontar sus propios demonios y los abusos cometidos entre sus filas.
Es f¨¢cil ver por qu¨¦. El Opus Dei se aprovecha de sus credenciales como ala oficial de la Iglesia Cat¨®lica para hacer caer entre sus garras a v¨ªctimas confiadas, incluidos ni?os. Pero, en el fondo, el Opus Dei es una organizaci¨®n profundamente poco cristiana. Sus objetivos principales son la riqueza, el poder y la organizaci¨®n misma. Los alcanza sometiendo a sus miembros a inmensos niveles de sufrimiento, y luego lav¨¢ndose las manos de cualquier responsabilidad. Reconocer sus propios defectos institucionalizados ser¨ªa reconocer tambi¨¦n la ausencia de valores cristianos. Pondr¨ªa en peligro la historia que les vende a quienes quiere captar, y que se vende a s¨ª misma.
En los meses previos a la publicaci¨®n de mi libro qued¨® patente hasta qu¨¦ punto estaba dispuesto a llegar el Opus Dei para no afrontar sus propios demonios. Durante los meses de verano, sus abogados nos bombardearon a mi editor y a m¨ª con una carta de amenaza tras otra. Al ver que eso no daba resultado, el Opus Dei emiti¨® un comunicado en el que me acusaba de diseminar ?mentiras descaradas?, sin especificar acerca de qu¨¦ eran esas ?mentiras?. Quer¨ªan intimidarnos a mi editor y a m¨ª por una parte, alentando por otra una realidad alternativa.
El elemento de las cintas de video de la campa?a fue quiz¨¢ el m¨¢s surrealista: el ejemplo m¨¢s flagrante de esta disonancia cognitiva. Se le encarg¨® a un numerario la tarea de desviar la atenci¨®n del p¨²blico de las graves alegaciones del libro, orquestando una campa?a de desinformaci¨®n y creando una narrativa falsa en torno al mismo: se presentaba el libro como un ataque contra Luis Valls-Taberner, en vez de una investigaci¨®n que desenmascaraba los abusos del Opus Dei. Lo hicieron por medio de una costosa campa?a multimedia y una serie de v¨ªdeos que me acusaban de inventar hechos y ser ?un periodista a sueldo?.
Valero tambi¨¦n alent¨® esta versi¨®n en una columna. ¡°No s¨¦ qui¨¦n ha financiado este libro¡±, escribi¨® al tiempo que promocionaba art¨ªculos que me acusaban falsamente de estar vinculado con el Ku Klux Klan. Otra evidente disonancia cognitiva: la ¨²nica explicaci¨®n posible de esta investigaci¨®n es que alguien tiene un inter¨¦s oculto. Cuando se public¨® el libro, ¡°instaron¡± a los miembros de la Obra a dejar rese?as negativas. Muchos revelaron la disonancia cognitiva end¨¦mica entre sus filas. ¡°El genuino esfuerzo por llevar una vida cristiana se basa en la fe, la esperanza y la caridad, no en la codicia y el poder¡±, asegur¨® uno de ellos, sin asomo de iron¨ªa.
Cr¨ªticos profesionales han adoptado un punto de vista distinto en la prensa. El Washington Post lo consider¨® ?una acusaci¨®n sobria y basada en hechos¡, un testimonio sucinto e irrefutable de una organizaci¨®n cada vez m¨¢s extendida cuyos actos est¨¢n a menudo totalmente re?idos con los objetivos que asegura perseguir?. El Financial Times lo describi¨® como un libro ¡°narrado con intensidad y documentado de manera excelente¡±. El Irish Times dijo de ¨¦l que era ?un libro profundamente perturbador e importante que deber¨ªa interesar a cualquiera que crea en la santa trinidad de la democracia moderna: la franqueza, la transparencia y la responsabilidad?. A todas luces, lo consideran un esc¨¢ndalo relevante.
El Opus paralizado
El Opus Dei todav¨ªa no ha reconocido que sea necesario investigar ninguna de estas alegaciones. Semejante actitud es profundamente ofensiva para sus v¨ªctimas, as¨ª como un abandono absoluto de los deberes del Opus Dei para con los hombres, mujeres y ni?os que est¨¢n a su cuidado diario. Hurgando en las heridas, Fernando Oc¨¢riz, prelado del Opus Dei, concedi¨® recientemente una entrevista en la que manifest¨® una ¡°gran alegr¨ªa¡± despu¨¦s de haber llegado a acuerdos con antiguos miembros. La noticia sorprendi¨® a las m¨¢s de cien v¨ªctimas con las que habl¨¦, quienes todav¨ªa esperan que se reconozca de alguna manera los abusos que padecieron.
El Opus Dei tiene sus motivos para alentar esta disonancia cognitiva. A cierto nivel, ha de guardar las apariencias para evitar un ¨¦xodo masivo. Pero tambi¨¦n hay razones pr¨¢cticas: una investigaci¨®n sincera y abierta sobre los abusos seguramente propiciar¨ªa much¨ªsimas m¨¢s denuncias. Es lo que ocurri¨® en Argentina cuando se cre¨® una ¡°comisi¨®n de escucha¡±. En vez de zanjar las denuncias existentes, el proceso anim¨® a m¨¢s v¨ªctimas a dar la cara. Una investigaci¨®n a carta cabal podr¨ªa tener como resultado miles de millones en demandas de compensaci¨®n, y forzar el reconocimiento p¨²blico de las contradicciones inherentes en el seno de esta organizaci¨®n.
De momento, la pol¨ªtica sigue siendo la disonancia cognitiva. Se trata de una organizaci¨®n que no se rige por objetivos caritativos, sino por una implacable y maquiav¨¦lica sed de poder, y la disposici¨®n a llegar hasta donde sea necesario para protegerse, con el m¨¢s absoluto desprecio por la verdad o la ¨¦tica.
Traducci¨®n de Eduardo Iriarte.
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