Napster, iTunes... ?y ahora Spotify?
La 'web' musical sueca es un fen¨®meno. Ya tiene 800.000 usuarios en Espa?a, cinco millones en el mundo. Consumidores, mel¨®manos, artistas y discogr¨¢ficas apuestan por el nuevo modelo
Spotify es todo un fen¨®meno. Un fen¨®meno que viene recorriendo el mundillo de la m¨²sica desde octubre del a?o pasado. Una web a la que s¨®lo se accede por invitaci¨®n y que, pasito a pasito, se ha ido ha ganando a mel¨®manos, consumidores, artistas, discogr¨¢ficas, y, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, a amantes de las descargas en webs ilegales. ?C¨®mo es posible que haya puesto de acuerdo a tanta gente en tan poco tiempo? Intentaremos explicarlo.
La plataforma se ha convertido en la gran esperanza blanca de todo un sector. No est¨¢ ni mucho menos exenta del peligro de desaparecer, como tantos negocios de la red, como les sucedi¨® a plataformas similares que emprendieron su mismo viaje. Pero su caso parece incorporar factores que invitan a un cierto optimismo.
"Es muy atractiva para los usuarios piratas, es la gran esperanza de la industria", dice un ejecutivo de Sony
"Las 'majors', con su modelo de rentabilidad, est¨¢n ahogando este nuevo modelo", dice el experto Enrique Dans
Creada por dos veintea?eros suecos, Daniel Ek y Martin Lorentzon, tiene -seg¨²n declaran- cinco millones de usuarios en los seis pa¨ªses en que est¨¢ implantada: Espa?a, Suecia, Noruega, Finlandia, Reino Unido y Francia. Desembarc¨® en Espa?a en febrero. Ya tiene m¨¢s de 800.000 usuarios. Hay una lista de espera de 60.000 espa?oles que quieren entrar y no pueden. La lista de espera, la entrada por invitaci¨®n, eso que llaman exclusividad, es una de las claves del invento.
La primera vez que un usuario entra en Spotify se encuentra con un entorno que recuerda mucho al de iTunes, el modelo de venta digital de m¨²sica m¨¢s exitoso hasta la fecha. El usuario teclea en el buscador el nombre del artista que quiere escuchar y al instante se despliega la discograf¨ªa del elegido, sus canciones, su biograf¨ªa, la cr¨ªtica del disco de la prestigiosa web All music guide. Se hace clic en la canci¨®n que se quiere escuchar, y a disfrutar.
Spotify est¨¢ dise?ada de modo que su funcionamiento remite al cl¨¢sico drag and drop -arrastre de archivos- de webs ilegales. "Es muy atractiva para los usuarios piratas", dice Marcelino Moraleda, responsable de la divisi¨®n digital de Sony Music, una de las cuatro grandes multinacionales. "Est¨¢ atrayendo a usuarios piratas a entornos legales. Es la gran esperanza de la industria".
Lo importante no es poseer la m¨²sica, sino tener acceso a ella. ?ste es el concepto clave. Spotify permite acceder a un cat¨¢logo de m¨¢s de seis millones de canciones. Seg¨²n los datos que facilita la compa?¨ªa, se suben 10.000 nuevos temas diarios. All¨ª est¨¢ el cat¨¢logo de las cuatro majors (Sony, Universal, EMI, Warner) y de algunas compa?¨ªas independientes. S¨ª, hay ausencias, grandes ausencias: no se encuentra a The Beatles, ni a AC/DC, ni a Pink Floyd, que tienen poder y controlan su cat¨¢logo. Pero est¨¢n el ¨²ltimo disco de U2, Beyonc¨¦ o Coldplay. La discograf¨ªa de Chet Baker, mil y una interpretaciones de la obra de Bach. Hay de todo. Hay para aburrir.
Y acaba de producirse una nueva vuelta de tuerca. Hasta ahora, el usuario de Spotify pod¨ªa escuchar lo que quer¨ªa en el ordenador de su casa, o en el del trabajo (que es donde m¨¢s se usa, se?ala un experto), pero no pod¨ªa llevarse sus canciones seleccionadas o listas de reproducci¨®n al campo, o de viaje. Desde principios de septiembre, ese inconveniente tiene una soluci¨®n: la aplicaci¨®n de Spotify se traslada al m¨®vil. El usuario de iPhone o de un m¨®vil con sistema android (empezar¨¢ a entrar fuerte en estas navidades) podr¨¢ llevarse sus canciones a la calle. Eso s¨ª, pagando 9,99 euros al mes.
"El cambio es gigantesco, la portabilidad siempre fue el problema de webs como Spotify", declara por tel¨¦fono desde Londres el colombiano Juan Paz, analista de Music Ally, consultora de la industria musical que analiza los fen¨®menos en el entorno digital. Paz explica el ¨¦xito de Spotify con tres factores: cat¨¢logo de canciones muy completo, facilidad de uso y su coolness, o sea, que la web es molona. Simone Bos¨¦, presidente de la multinacional EMI para Espa?a y Portugal, ahonda. "Ha presentado un desarrollo tecnol¨®gico de vanguardia que genera una inmediatez de respuesta impresionante", dice recostado en la silla de su luminoso despacho en la calle madrile?a de Alcal¨¢. "Y el timing del lanzamiento ha sido acertado, eso es muy importante en Internet".
Primero fue Napster, la madre de todas las descargas. Luego fue iTunes, la tienda digital de Apple. ?Ser¨¢ Spotify el siguiente hito?
La tarea no es f¨¢cil. Spotify obtiene ingresos v¨ªa anuncios y v¨ªa suscriptores. El que lo usa en la versi¨®n gratis, es decir, casi todo el mundo, escucha una cu?a de publicidad cada cuatro o diez canciones -el usuario que lleve desde febrero habr¨¢ apreciado un incremento notable de cu?as y que ¨¦stas cada vez aparecen m¨¢s pronto-. Hay banners que se mueven por la p¨¢gina. Pero la publi no resulta muy intrusiva. Los ingresos en publicidad todav¨ªa son d¨¦biles, se?alan fuentes del sector, cosas de la red. Spotify no da cifras.
Engordar lo que se ingresa v¨ªa suscriptores es la madre de todas las batallas. Una aut¨¦ntica cuadratura del c¨ªrculo en pa¨ªses mediterr¨¢neos, donde, dicen los expertos, el respeto por la propiedad intelectual es francamente menor que en pa¨ªses anglosajones o escandinavos. Que la gente pague cerca de 10 euros por cosas que puede obtener gratis en webs ilegales es tarea de titanes. Cierto es que en Spotify uno tiene acceso a lo que quiere sin que le entren virus y sin necesidad de largas esperas. Tener directamente la m¨²sica en el m¨®vil es una comodidad. Pero, ?pagar¨¢ un buen n¨²mero de personas por ello? ?sta es una de las claves del futuro del proyecto.
"Si fuese algo m¨¢s barato, la gente se lanzar¨ªa", explica Enrique Dans, bloguero, profesor del Instituto de Empresa y experto en el impacto de las nuevas tecnolog¨ªas en la sociedad. "Si lo vendieran a dos euros al mes, duplicaban lo que ganan", dice. "Pero Spotify no es una ONG. Los accionistas son las discogr¨¢ficas. Quieren proponer un modelo m¨¢s sencillo para que la gente pague por los contenidos".
Spotify no revela la composici¨®n de su accionariado, no ofrece informaci¨®n financiera. Su responsable en Espa?a, Lutz Emmerich, habla de un acuerdo con las discogr¨¢ficas pero no confirma en qu¨¦ grado participan ¨¦stas. Fuentes del sector sit¨²an la participaci¨®n de las cuatro majors entre el 15% y el 18% del capital -hay una multinacional que tiene casi un 6% y otra cuenta con cerca de un 5%-.
La plataforma sueca comparte sus ingresos por publicidad y por suscriptores con las discogr¨¢ficas. No s¨®lo con las grandes, tambi¨¦n con las independientes, agrupadas en agregadoras como The Orchard, La central digital (repertorio de artistas de la SGAE), In Groove (m¨²sica dance) o Naxos (m¨²sica cl¨¢sica). Uno de los elementos que hacen que se conf¨ªe algo m¨¢s en su futuro, frente a alguna de sus predecesoras, es que las majors han rebajado sus exigencias de anticipos por uso de su cat¨¢logo.
"Es una manera de que Spotify disponga de m¨¢s tiempo para desarrollarse", reconoce Carlos L¨®pez, presidente de Sony Music en Espa?a. "Antes, al pedirles grandes anticipos, las estrangul¨¢bamos. Ahora, la idea es que todos seamos parte del negocio, es una apuesta para demostrar que en la red se pueden hacer las cosas de forma legal". Rodeado de mu?equitos, miniaturas y de fotos junto a los artistas de su compa?¨ªa, L¨®pez se declara optimista. "Como en las pel¨ªculas, espero que ganen los buenos. Que la gente crea que tiene derecho a robar la m¨²sica no me entra en la cabeza. Es preciso que eso no se permita en la red, como no se permite la pederastia, como no se permite que se robe un libro en una librer¨ªa". L¨®pez apunta a pol¨ªticos y operadores de telefon¨ªa y les pide que adopten medidas. Javier Li?¨¢n, responsable de la empresa musical El Volc¨¢n, tambi¨¦n carga contra las operadoras. "Hoy los que ofrecen el servicio se llevan lo que antes ingresaban los que generaban y trabajaban el contenido, la m¨²sica".
A¨²n as¨ª, son muchas las voces que responsabilizan a unas majors resistentes al cambio de tener unas exigencias que pueden acabar lastrando el futuro de este tipo de plataformas. Enrique Dans, que en marzo publica un libro, Todo va a cambiar, en el que dedica un cap¨ªtulo al mundo de la m¨²sica, es tajante: "Las grandes discogr¨¢ficas con su modelo tradicional de rentabilidad, est¨¢n ahogando este nuevo modelo. Quieren su dinerito, pero, ?aportan ahora el mismo valor que antes?". Mario Rigote, responsable de La central digital, plataforma dependiente de la SGAE que agrupa a sellos espa?oles y latinoamericanos, y a artistas que han apostado por la autoproducci¨®n y la autoedici¨®n, tambi¨¦n se?ala a las grandes: "La posici¨®n de las majors es inmovilista, por ejemplo, al pedir anticipos. Hay que universalizar el acceso a la m¨²sica con un modelo sostenible", dice, "si se lo ponemos f¨¢cil al usuario, ¨¦ste va a escuchar m¨¢s m¨²sica y todos lo rentabilizaremos a largo plazo".
La majors vienen exigiendo a las plataformas de streaming -escucha instant¨¢nea online- cantidades que van en torno a un euro por cada mil escuchas. Estos pagos, cuando la base de clientes es muy grande, pueden acabar ahogando un proyecto.
Es decir, un gran n¨²mero de usuarios no tiene porqu¨¦ significar un gran ¨¦xito. Por eso Spotify usa las invitaciones como manera de hacer crecer su base de clientes de manera paulatina. Los responsables de la plataforma sueca no dan detalles sobre los acuerdos suscritos con las majors. Con cada una de ellas han firmado un acuerdo distinto. Seg¨²n distintas fuentes del sector, algunas discogr¨¢ficas siguen cobrando por escucha. Y hay otras que no. Existe entre todos un pacto para no revelar los detalles.
En el reparto de los ingresos que generan este tipo de plataformas en la red, "la figura m¨¢s d¨¦bil son los artistas", dice Mario Rigote: "Las majors, de hecho, est¨¢n teniendo problemas con ellos". En el Reino Unido, algunos grupos ya han alzado la voz diciendo que a ellos les llegan las migas. Lo hicieron hace dos semanas Friendly Fires.
Subido a un taxi, Porta, hip hopero barcelon¨¦s de 20 a?os, artista surgido de la red, se pronuncia. "Lo del dinero es un tema que no me preocupa, lo que me interesa es que me escuche la gente", asegura. "Spotify es una buena herramienta para darse a conocer, es pr¨¢ctica. Est¨¢ bien que valoren mi m¨²sica antes de comprarla".
Pau Don¨¦s, l¨ªder de Jarabe de Palo, tambi¨¦n contesta, v¨ªa telef¨®nica, desde la furgoneta con la que recorre Espa?a. "Es un sistema con el que tienes acceso a un mont¨®n de m¨²sica. Y es una manera de que se vuelva a pagar algo por la m¨²sica". Don¨¦s se ha alejado de las multinacionales para controlar su carrera. Pertenece a la creciente estirpe de m¨²sicos que se autoproducen. Piensa que la irrupci¨®n de modelos como el de Spotify ofrecen una oportunidad. "Las multinacionales han estrangulado a los artistas. Es la oportunidad de hacer las cosas de manera m¨¢s justa. No hay derecho a que aqu¨ª la pasta se la trinquen otros".
Lo cierto es que el pastel a repartir es cada vez m¨¢s peque?o. Las 35.000 descargas legales de un grupo consolidado y vendedor como Pereza, generan para ellos unos royalties algo superiores a 1.000 euros, seg¨²n fuentes de su compa?¨ªa. Grabar un disco de un grupo as¨ª puede costar entre 60.000 y 80.000 euros.
Es decir, con los ced¨¦s, compa?¨ªas discogr¨¢ficas y artistas cobraban bien. Muchos ejecutivos y estrellas se forraron. En la era de iTunes, la cuesti¨®n de ingresar se puso muy dura. Con el streaming -la escucha-, el panorama remata su mutaci¨®n: una canci¨®n debe ser escuchada unas 150 veces para que la discogr¨¢fica reciba lo que antes le llegaba por una descarga en iTunes, se?ala Juan Paz, de Music Ally. "Entonces, ?qui¨¦n va a invertir ahora en los artistas?", pregunta Paz.
Sean cuales sean los tira y afloja y los repartos, el modelo que la industria viene persiguiendo para salir de su monumental crash est¨¢ cada vez m¨¢s cerca. Sea ¨¦ste Spotify, o plataformas similares. De hecho, habr¨¢ varios modelos de negocio conviviendo, a juicio de los expertos. La llegada de este tipo de plataformas, adem¨¢s, abre nuevas puertas. "Spotify tiene visos de convertirse en la gran aplicaci¨®n de m¨²sica y puede ser la plataforma que cambie la percepci¨®n que existe de la red", se?ala Fernando Garrido, soci¨®logo especializado en nuevas tecnolog¨ªas. "Spotify puede ser el catalizador del gran salto: Internet va mucho m¨¢s all¨¢ de ser un espacio de b¨²squeda de informaci¨®n; la tendencia es que se convierta en un canal de acceso a contenidos".
Es decir, la cuesti¨®n no es tener m¨²sica, sino acceder a ella. O tener tele, sino acceder a los programas que a uno le interesan. Todo estar¨¢ alojado en la nube, ese concepto emergente, ese espacio al que se accede mediante los tel¨¦fonos y ordenadores. Es el principio del mundo en que mucha gente vivir¨¢ conectada a Internet las 24 horas del d¨ªa. Porque all¨ª estar¨¢n las pel¨ªculas, los programas, las noticias, las canciones.
Buscar canciones, crear listas
Uno de los ¨¦xitos de la web es lo f¨¢cil que es de manejar, su rapidez. Uno hace clic en la canci¨®n y en seguida suena. No aparecen esos molestos mensaje que dicen: "Cargando". Esta semana, la plataforma sueca ha simplificado el acceso del cliente a la compra de las canciones.
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