Uber, inesperado sabor local
La aplicaci¨®n cambia en cada ciudad, las costumbres tambi¨¦n
Nunca antes una aplicaci¨®n hab¨ªa crecido tanto y tan r¨¢pido. Nunca, en menos de dos a?os de vida, un servicio se hab¨ªa internacionalizado tanto, m¨¢s de 100 ciudades. Pero nunca antes hab¨ªa sido tan pol¨¦mico. Adam Lashinsky, autor de Wild Ride, un libro que analiza las claves de Uber achaca parte de su ¨¦xito al poder de la AppStore, un escaparate que les ha permitido cruzar fronteras y llegar a nuevos mercados.
Otro acierto ha sido ser capaces de adaptarse a cada lugar. Cuando se abre la aplicaci¨®n, seg¨²n la localizaci¨®n del usuario, cambian los servicios. Tienen sensibilidad para poner el trazado con la bandera del Orgullo Gay si es el mes de junio o detalles para apoyar causas. Tambi¨¦n lo hacen seg¨²n las promociones para vender helados o entradas de pel¨ªculas de estrenos. Es cambiante, casi mutante.
En Los ?ngeles, por ejemplo, ofrecen la opci¨®n de ir con un conductor que hable espa?ol. La relaci¨®n con el conductor es un tanto peculiar, casi siempre quiere ser actor o tiene un gui¨®n entre manos que podr¨ªa cambiar su suerte. El cine, la gran industria local, finalmente, lo impregna todo.
En San Francisco sucede que muchos son trabajadores retirados que quieren conocer gente nueva mientras hacen dinero para darse un capricho o, cada vez menos, tienen una idea de startup y les sirve para conocer la opini¨®n de clientes potenciales o, ya es desear mucho, dar con un posible inversor en el asiento trasero del coche.
En Las Vegas se puede contratar un helic¨®ptero para disfrutar de la puesta de sol en el strip. En Bogot¨¢ la aplicaci¨®n es de lo m¨¢s experimental. Han llegado a ofrecer adopci¨®n de cachorros, tienen Uberpet para llevar a la mascota al veterinario, UberBike, para volver con la bici a casa, o UberAngel, para que alguien conduzca nuestro coche (muy pr¨¢ctico si se ha bebido). Sin embargo, se suele dar una situaci¨®n extra?a, incluso inc¨®moda, cuando el conductor hace una petici¨®n al cliente. Si puede sentarse delante. El motivo es claro, hacer como que est¨¢ acompa?ado por un amigo o familiar, intentando evitar que se sepa que es un conductor de la popular aplicaci¨®n.
Algo similar sucede en Ciudad de M¨¦xico, donde el miedo a los taxistas es palpable. No as¨ª en Guadalajara o Monterrey, donde destacan por su amabilidad. En Madrid, en cambio, todav¨ªa queda mucho recorrido por hacer. Es com¨²n que los conductores no escojan la ruta adecuada.
Mientras que los conductores son el primer contacto humano, la impresi¨®n inicial, para la empresa se han convertido en el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil. En su plan ser¨¢n los primeros en ser relevados cuando el piloto autom¨¢tico controlado por inteligencia artificial sea una realidad. No forman parte de la empresa, sino que son trabajadores por cuenta propia. En Espa?a son empleados de agencias de ch¨®feres que ponen tambi¨¦n los coches y las licencias. Es decir, replican el modelo que quieren romper con el taxi, el de una firma que atesora licencias. En Espa?a no puede decirse que impulsen la econom¨ªa colaborativa, en el sentido de aprovechar bienes en desuso para sacar rendimiento. Al contrario, los coches son nuevos, c¨®modos y pertenecen a una flota, no al conductor. Matices necesarios para aclarar que son un modelo diferente al taxi, pero no la tan deformada econom¨ªa colaborativa.
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