¡°C¨®mo la contracultura construy¨® Silicon Valley¡±
Tierra de 'hippies' y 'yuppies', San Francisco intenta encontrar las razones de su singularidad
?l ten¨ªa el pelo con mechas rosas y canas, largo y con la frente descubiertas. Ella, muchos datos y colecciones hist¨®ricas en su departamento de la universidad. El debate atrajo a lo m¨¢s granado de Silicon Valley. El t¨ªtulo ten¨ªa un atractivo innegable: ¡°C¨®mo la contracultura construy¨® Silicon Valley¡±. El Instituto de Estudios Integrales de California junt¨® hace pocos d¨ªas a Mitch Altman, uno de los promotores de la creaci¨®n libre con tecnolog¨ªa, con Leslie Berlin, autora y responsable de los archivos de la historia de Silicon Valley en la universidad de Stanford.
Altman se cre¨® un intercomunicador cuando era ni?o, para hablar con su hermano. En 1986 lanz¨® un producto que le hizo saltar a la fama, un peque?o llavero que pod¨ªa apagar cualquier televisor de entonces. Fue la pesadilla de bares y aulas. ¡°Me enamor¨¦ de todo lo que se hablaba en las conferencias de hackers, en el sentido de buscar soluciones rompiendo lo establecido¡±. Altman cree que ese despertar se dio en la Bah¨ªa de San Francisco, en lugar de en Par¨ªs, Nueva York o Chicago, porque hab¨ªa capital, amor por la tecnolog¨ªa, un gran poso cultural y una fuerte preocupaci¨®n por la seguridad nacional. ¡°San Francisco ha sido, desde la fiebre del oro, el lugar donde venimos los raros, los que no tienen nada que perder. Es el sitio para explorar y probar cosas¡±, proclam¨®.
Berlin, m¨¢s comedida, intent¨® encontrar los motivos del florecer de esta zona: ¡°Parte del secreto del ¨¦xito es que se pasa el testigo. Se comparte la experiencia y a partir de ah¨ª se busca c¨®mo mejorarlo. Buscan perpetuarse¡±.
A Steve Jobs le ha perseguido la misma acusaci¨®n, la de copiar la interfaz gr¨¢fica de otros. Se dice que ¨¦l lo vio en PARC, el laboratorio de Xerox, donde ya ten¨ªan un rat¨®n, y lo aplic¨® en su Macintosh. Bill Gates hizo lo propio en Windows a partir del lanzamiento de Apple. Altman cree que acusar de plagio es un juicio demasiado tajante: ¡°?bamos a clubes con nuestros cables y placas, aprend¨ªamos los unos de los otros o termin¨¢bamos el trabajo entre todos. Lo que no se le ocurr¨ªa a uno, se le ocurr¨ªa a otro. No es algo tan estricto como la propiedad de ahora¡±.
Otra de las claves del ¨¦xito seg¨²n los ponentes reside en la forma de encarar los retos. ¡°Estos weirdos (raritos) tomaban riesgos. Muchos eran de fuera de aqu¨ª, ven¨ªan a reinventarse. Salvo Gordon Moore (cofundador de Intel y creador de la Ley de Moore), que es de Pescadero, muchos vinieron atra¨ªdos por los contratos de Defensa. Esta era una zona bonita, barata y con buen tiempo. Pod¨ªa tener un trabajo bien pagado sin haber pasado por la universidad¡±, dijo el creativo.
La guerra de Vietnam supuso una golpe interno dentro de la comunidad tecnol¨®gica: ¡°En 1968 se comenz¨® a ver el rechazo. Muchos ya no quer¨ªan seguir trabajando para proyectos de Defensa. Fue as¨ª como empezaron a sentirse m¨¢s cerca del movimiento hippy, con consejos de empresa en los que se fuma Marihuana, reuniones en saunas o empleados que dejaban negocios para formar parte de Atari, una de las primeras empresas de videojuegos¡±, dijo la historiadora.
Altman explic¨® c¨®mo los fondos de procedencia estatal generaban un dilema adicional, el de la propiedad intelectual y las patentes: ¡°Esto se ve ya en Apple. Woz (Steve Wozniak, cofundador) quer¨ªa hacer todo abierto. Muchos aqu¨ª quer¨ªan dar acceso a la informaci¨®n y eran idealistas, pero si tu proyecto lo financiaba Defensa, no se pod¨ªa¡±. En su opini¨®n, hoy se vive un momento parecido: ¡°[Edward] Snowden apunta en esa direcci¨®n. Nos avisa de c¨®mo corporaciones ceden informaci¨®n al gobiernos¡±.
Tambi¨¦n se habl¨® de drogas, de su uso tanto recreativo como experimental para llevar la capacidad productiva y creativa al m¨¢ximo. ¡°Es dif¨ªcil medir el impacto porque ya era gente muy capaz e inteligente la que comenz¨® a experimentar y los que se suman hoy. ?Lo hubieran hecho sin el est¨ªmulo? No lo s¨¦. Tambi¨¦n se puede pensar lo contrario, que lo consiguieron a pesar de los efectos¡±, remat¨® el promotor de ?os Maker Space esparcidos por todo el mundo. Berlin aport¨® su opini¨®n: ¡°En parte es una de las leyendas alimentadas por la Costa Este, que exager¨® mucho con lo que se dec¨ªa que pasaba en Xerox y Berkeley, se creen que aqu¨ª solo comen tofu. Se r¨ªen del clich¨¦, de la an¨¦cdota pero no ven han cambiado el mundo¡±.
Todos salimos con las mismas dudas que antes del encuentro, pero mereci¨® la pena escuchar reflexiones de los or¨ªgenes de este faro que marca las tendencias en todo el mundo, que crea productos de impacto en generaciones y que crea oportunidades econ¨®micas inesperadas. Basta con citar la AppStore como ejemplo de generaci¨®n de negocio que hace 10 a?os no exist¨ªa.
All¨ª estuvieron algunos espa?oles especialmente inquietos en lo tecnol¨®gico e intelectual, Antonio Marzo y dos de los habitantes de lo que fue la embajada informal, Villa Maravilla, Christian Garc¨ªa Almenar, experto en seguridad de d¨ªa, buscador de nexos entre Burning Man y fallas en su tiempo de ocio, y el dise?ador ?lvaro Dom¨ªnguez de Luna.
Altman se despidi¨® marcando el comienzo de una nueva ¨¦poca y un canto a Silicon Valley: ¡°?Qui¨¦n dejar¨ªa atr¨¢s su vida por una pepita de oro? Los que vinieron aqu¨ª. Aqu¨ª se viene a buscar una nueva vida, aqu¨ª vienen los que ven soluciones en lugar de problemas. Tengo mucha curiosidad por todo lo que se va a crear a partir del bitcoin¡±.
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