Dialexis (¡®mater ex machina¡¯)
Las matrices artificiales acabaron convirti¨¦ndose en robots antropoides capaces de autorreproducirse y de cuidar de las fr¨¢giles cr¨ªas durante sus primeros meses de vida
Hace algunos millones de a?os, los habitantes del planeta Mandr¨¢gora eran seres toscamente antropoides, pero en algunos aspectos m¨¢s vegetales que animales, e incluso m¨¢s hongos que plantas. Se reproduc¨ªan asexualmente, mediante una gran espora que, en determinados momentos de su vida adulta, introduc¨ªan en la tierra mediante una larga y flexible c¨¢nula caudal. La espora se desarrollaba en el subsuelo hasta convertirse en un hom¨²nculo, parecido a una ra¨ªz de jengibre, que emerg¨ªa de la tierra para arrastrarse sobre ella en busca de alimento hasta estar en condiciones de erguirse sobre sus extremidades inferiores. La interacci¨®n de la espora con la f¨¦rtil tierra modificaba ligeramente sus genes, imped¨ªa que los v¨¢stagos fueran clones id¨¦nticos a sus progenitores y, de esta manera, manten¨ªa en funcionamiento el motor de la evoluci¨®n.
Con el tiempo y la cultura, los mandragorianos empezaron a sembrar sus preciosas esporas en cuencos llenos de tierra cuidadosamente seleccionada, que regaban y abonaban amorosamente hasta que el nuevo individuo estaba en condiciones de arrastrarse por el suelo. Pasaron los milenios y los toscos cuencos de barro se convirtieron en incubadoras autom¨¢ticas dotadas de reguladores de la humedad y la temperatura. Pasaron los siglos y las incubadoras autom¨¢ticas se convirtieron en complejas matrices informatizadas que garantizaban el perfecto desarrollo de los embriones. Matrices cada vez m¨¢s complejas y autosuficientes engendraban mandragorianos cada vez m¨¢s evolucionados. Mandragorianos cada vez m¨¢s evolucionados constru¨ªan matrices cada vez m¨¢s complejas y autosuficientes¡
Las matrices artificiales acabaron convirti¨¦ndose en robots antropoides capaces de autorreproducirse y de cuidar de las fr¨¢giles cr¨ªas durante sus primeros meses de vida, y con el tiempo la convergencia entre los mandragorianos y sus m¨¢quinas inteligentes fue difuminando las diferencias hasta hacerlas desaparecer. Aunque no del todo: donde los primeros tienen una c¨¢nula caudal por la que eyectan las esporas, las segundas tienen un orificio para recibirlas. Y el acoplamiento que da comienzo a la gestaci¨®n de un nuevo individuo es un episodio tan gozoso que los mandragorianos y las mandragorianas lo realizan con frecuencia por puro placer, sin fines reproductivos.
Los textos de esta serie son breves aproximaciones narrativas a ese ¡°gran juego¡± de la ciencia, la t¨¦cnica y la tecnolog¨ªa -tres hilos inseparables de una misma trenza- que est¨¢ transformando el mundo cada vez m¨¢s deprisa y en el que todas/os debemos participar como jugadoras/es, si no queremos ser meros juguetes.
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