Doce monos muertos y un abuelo resucitado difuminan la frontera del yo
El cruce entre los avances en neurotecnolog¨ªa e inteligencia artificial augura que la personalidad se expandir¨¢ m¨¢s all¨¢ de nosotros incluso contra nuestra voluntad
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¡°Siempre quise decirte que me hizo mucha ilusi¨®n asistir a tu boda¡±. En una lecci¨®n de pornograf¨ªa sentimental, una voz sint¨¦tica pronunci¨® esa frase para provocar las l¨¢grimas de una mujer que se prest¨® al experimento del programa El Hormiguero. Esa voz, recreada con inteligencia artificial a partir de una grabaci¨®n real, simulaba la de su abuelo, que muri¨® justo el d¨ªa despu¨¦s de esa boda. Algunas familias ya resucitan a sus fallecidos con sistemas similares, es un mercado emergente en torno al duelo, pero no graban su reacci¨®n espont¨¢nea para emitirla en prime time.
Hace una d¨¦cada, la inteligencia artificial era una cosa acad¨¦mica, no la punta de lanza de la geopol¨ªtica, el tecnocapitalismo y el programa de Pablo Motos. En ese momento, Google se lanz¨® a por uno de los mayores esfuerzos en ese campo: aliment¨® a un cerebro de silicio formado por 16.000 procesadores con millones de v¨ªdeos de YouTube. Tras todo ese esfuerzo descomunal emergi¨® un patr¨®n: gatitos. La m¨¢quina aprendi¨® a reconocer lo que era un gato. ¡°?Cu¨¢ntos gatos necesita ver un ni?o para entender lo que es un gato? Uno. No tenemos ni idea de c¨®mo lo hace, pero a partir de un solo ejemplo ya los puede reconocer¡±, me dec¨ªa hace a?os Ram¨®n L¨®pez de M¨¢ntaras, experto del CSIC en este campo.
Ahora un experimento publicado en Science abre una puerta inquietante: alimentaron una m¨¢quina con las vivencias del peque?o Sam, que llev¨® un casco con c¨¢mara entre los 6 y los 25 meses. Ese programa ha entendido c¨®mo un ni?o adquiere la palabra ¡°gato¡± gracias al cruce de los est¨ªmulos visuales y verbales de su entorno. Y se propone reproducir ese aprendizaje, sin millones de visionados, solo con las mismas vivencias que un ni?o que se come el mundo en sus primeros pasos.
Ampliemos el experimento. Esa m¨¢quina que ha aprendido con Sam podr¨ªa aprender mucho m¨¢s si se siguiera grabando su vida, lo que ve, lo que oye, lo que dice y lo que hace. Del mismo modo que hicieron hablar al abuelo muerto, se podr¨ªa recrear un Sam mucho m¨¢s sofisticado, con todas sus vivencias, con todos sus patrones de voz, pero tambi¨¦n de conducta, capaz de representarle. Llevamos los m¨®viles encima permanentemente, y en breve ser¨¢n dispositivos que tambi¨¦n graben imagen, como broches y gafas. Eso ya est¨¢ en el mercado y, mientras, las inteligencias artificiales conversacionales, los chatgepet¨¦s, ya son capaces de interpretar roles cada vez m¨¢s espec¨ªficos. No es dif¨ªcil imaginar que as¨ª cada uno tendremos un avatar que hable por nosotros: charlar¨¢ con el tuyo para ver cu¨¢ndo podemos quedar, con mi jefa para pedirle un d¨ªa libre y le consultar¨¢ al de mi madre qu¨¦ tal le va con el nuevo medicamento.
Sherry Turkle, experta en nuestra relaci¨®n con la tecnolog¨ªa, lleva d¨¦cadas alertando de c¨®mo perdemos empat¨ªa al introducir intermediarios con pantalla y alejarnos de la conversaci¨®n real. Ya no llamamos a nuestros amigos, les damos un like; seguimos su vida en sus stories, como hacemos con los famosos; no tomamos un caf¨¦, les dejamos en visto en WhatsApp. En su libro de 2015 En defensa de la conversaci¨®n (?tico), ya advert¨ªa de que tratamos a las m¨¢quinas casi como si fueran humanas y a las personas casi como m¨¢quinas, a las que ¡°ponemos en pausa en medio de una conversaci¨®n para mirar nuestros tel¨¦fonos¡±. Como no nos prestamos atenci¨®n al 100% por culpa de los m¨®viles, ¡°interactuar con m¨¢quinas no se siente como una gran p¨¦rdida¡±. Antes, hab¨ªa escrito: ¡°La tecnolog¨ªa cataliza cambios no solo en lo que hacemos, sino tambi¨¦n en c¨®mo pensamos¡±. Lo public¨® en 1984 en un libro que se llam¨® El segundo yo.
Hace 40 a?os no se pod¨ªan imaginar la profundidad del cambio al que asistimos. El martes, Elon Musk anunci¨® un nuevo paso en su camino hacia el iPhone cerebral. Su empresa, Neuralink, ha realizado el implante de un chip en la materia gris de un paciente. No es ni de lejos el primero que lo hace: ya se han implantado muchos y se usan para tratar de manera experimental el p¨¢rkinson, la epilepsia, para mejorar el habla o la cognici¨®n. Un hombre completamente inmovilizado por la ELA, que nunca hab¨ªa hablado con su hijo de cuatro a?os, pudo proponerle ver juntos una peli de Disney gracias a esta neurotecnolog¨ªa. Pero el tuit de Musk (es toda la informaci¨®n que tenemos) gener¨® mucho revuelo: porque sabemos que el tama?o de sus ambiciones solo son comparables a las de su diarrea verbal.
A Musk no le gusta esperar a que el sem¨¢foro se ponga en verde: Neuralink ha realizado el implante cuando tiene encima de la mesa una denuncia por la muerte de doce monos en la fase experimental de esos chips. Su primer producto, llamado Telepat¨ªa, est¨¢ dise?ado para permitir a personas con discapacidades el control de dispositivos a trav¨¦s del pensamiento. Pero su ambici¨®n abarca la integraci¨®n profunda entre cerebros humanos y la inteligencia artificial, conectarnos a las m¨¢quinas para mejorar nuestras capacidades cognitivas, acceder a informaci¨®n instant¨¢neamente y comunicarnos mediante el pensamiento. Ampliar los l¨ªmites de la experiencia humana.
?Pondr¨ªamos nuestros cerebros en manos de Musk? La trayectoria de cualquier tecnolog¨ªa emergente siempre se inclina hacia el dinero. La inteligencia artificial ya est¨¢ en manos del tecnocapitalismo, m¨¢s pendiente de que perdamos el tiempo usando sus productos que de mejorar la humanidad. De las 30 mayores empresas de neurotecnolog¨ªa del mundo, todas menos una optan por compartir los datos de nuestros cerebros con otras empresas.
Precisamente por eso, neurocient¨ªficos como Rafael Yuste, de la Universidad de Columbia, viene a?os impulsando la promulgaci¨®n de los neuroderechos: porque sabe que con implantes como los de Musk se puede, ya hoy, leer pensamientos, modificar conductas, alterar la percepci¨®n. ¡°Tenemos una responsabilidad hist¨®rica. Estamos en un momento en que podemos decidir qu¨¦ tipo de humanidad queremos¡±, me asegur¨® al lanzar su campa?a. Hoy, me cuenta por videollamada, sigue intentando que los pa¨ªses lo legislen ¡°m¨¢s all¨¢ de las declaraciones de intenciones¡±, como la que promovi¨® Espa?a en la UE.
Todas estas noticias muestran que la tecnolog¨ªa extender¨¢ nuestros pensamientos y personalidad m¨¢s all¨¢ de nuestro entorno, m¨¢s all¨¢ de nuestra vida e incluso m¨¢s all¨¢ de nuestra voluntad. ?Los abuelos fallecidos quer¨ªan ir a divertirse a El Hormiguero? ?Crecer¨¢n avatares junto a los beb¨¦s del futuro? ?Alguien pens¨® en las mujeres desnudadas y pornificadas, desde Taylor Swift hasta Almendralejo, al desarrollar esas apps?
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