Acabemos con el ¡®software¡¯ sin garant¨ªas ni responsabilidad que es capaz de tumbar el mundo
La abogada Paloma Llaneza denuncia los privilegios y la inmunidad total de las empresas culpables de fallos inform¨¢ticos mundiales
Como el replicante moribundo en Blade Runner, echo de menos unos tiempos, que no creer¨ªais, en los que era capaz de entrar en las entra?as de mi ordenador y escribir comandos que me obedec¨ªan con predecible exactitud. Sistemas operativos que no se actualizaban en el peor momento o empresas que te vend¨ªan una licencia de un programa que no dejaba de funcionar en el momento que sus ejecutivos decid¨ªan que les ven¨ªa mejor cobrar por suscripci¨®n. Tengo a?os suficientes como para haber vivido como un trauma el advenimiento de Windows 3.1, con sus ventanas absurdas y sus dobles clics, y para sobrevivir a ¨¦l endemoniada desactivando actualizaciones que se reactivan como fantasmas molestos.
Ayer, las pantallas del mundo se fueron a azul. Una actualizaci¨®n de un software de seguridad que los usuarios ni sab¨ªan que hab¨ªan contratado se carg¨® en sus terminales, se autoejecut¨® y, como un virus de los de antes, los meti¨® en un bucle desesperante de reiniciaciones impidi¨¦ndoles acceder a sus terminales, a su informaci¨®n y, en definitiva, a la herramienta con la que trabajan, prestan servicios y viven. Este ¡°fallo¡± afect¨® a miles de entidades y particulares de todo el mundo, incluyendo infraestructuras cr¨ªticas como aeropuertos y bancos, y puso de nuevo de manifiesto que nuestro mundo depende de alguien que escribe c¨®digo mal, de empresas que no revisan ese c¨®digo o de hackers que saben que las vulnerabilidades est¨¢n en esas actualizaciones inofensivas que se cargan como armas de destrucci¨®n masiva en los ordenadores de todo el globo.
Como era de esperar, los competidores de la empresa afectada ya han aparecido, sacando pecho, a morder los restos de su cad¨¢ver. Esto a ellos no les pasa, dicen, aunque les pasa. Como a todos. Porque es un fallo sist¨¦mico de la fabricaci¨®n de software que hunde sus ra¨ªces en los tiempos remotos de esta industria. Como hemos observado en todos los mercados tecnol¨®gicos en sus or¨ªgenes, la regla fue y sigue siendo ¡°no regular¡±, porque la innovaci¨®n es la nueva religi¨®n y los juristas unos aguafiestas a los que nos parece todo mal. La ¨²nica manera de que la inform¨¢tica floreciera, dec¨ªan y dicen, es permitir que los desarrolladores no sean responsables de c¨®mo funcionan los programas que desarrollan. Ni de si funcionan. La calidad, seguridad y fiabilidad del software son menos importantes que El Dorado de la innovaci¨®n prometida. No se puede meter la presi¨®n del trabajo bien hecho a los creadores del mundo futuro, eso les habr¨ªa impedido desplegar sus salv¨ªficas alas sobre nosotros. Adem¨¢s, como el cliente pod¨ªa parametrizar el programa, el proveedor no pod¨ªa estar seguro del funcionamiento del artilugio ni hacerse responsable de sus resultados.
Este mantra elaborado por las empresas de software para desarrollar a toda prisa cal¨® tan hondo que el software es el ¨²nico producto del mercado que se vende sin garant¨ªa y con exenci¨®n de responsabilidad sobre los da?os que cause. Es m¨¢s, no tiene ni que cumplir la funci¨®n para la que se licenci¨®. Se conoce como la cl¨¢usula ¡°as is¡±, y supone que instalas un programa tal cual, bajo tu responsabilidad, y, si no funciona, a reclamar al maestro armero. Mientras el mundo del software ha evolucionado desde CD a las suscripciones que se autoactualizan sin que puedas hacer nada al respecto, este principio permanece inmutable. Todos los intentos judiciales que se han hecho en EE UU para revertir esta situaci¨®n han acabado fracasando.
Hay, eso s¨ª, movimientos peque?os en el entorno del software embebido en dispositivos m¨¦dicos; porque, si ya es complicado que el cliente tome el control de su PC, es m¨¢s dif¨ªcil a¨²n que un paciente pueda tomar una decisi¨®n sobre la seguridad de lo que se le implanta. A¨²n as¨ª, incluso en entornos en donde la vida humana puede estar en riesgo, las empresas de desarrollo se resisten a aceptar que ya va tocando admitir alg¨²n tipo de responsabilidad. Todos ¡ªusuarios, empresas, reguladores¡ª ignoramos el elefante en la habitaci¨®n y echamos la culpa de que se hunda el suelo al due?o de la casa por no haber auditado a su suministrador de elefantes, no a que los elefantes pesan.
La UE y EE UU no pueden seguir imponiendo a las empresas obligaciones sancionables por no controlar su cadena de suministros cuando los suministradores no hacen bien su trabajo porque carecen de incentivo para hacerlo. Ni la empresa m¨¢s diligente, con los mayores controles, se ha podido proteger de un mal software. Solo cuando la responsabilidad por software tumbe a una empresa de desarrollo ellos dejar¨¢n de tumbar el mundo.
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