Cad¨¢veres

Mi bendita madre se fue de este mundo en febrero, aunque su cabeza se hab¨ªa ido muchos a?os antes. No hay testimonio de viajero alguno, seg¨²n el Bardo, que nos confirme la existencia de otro mundo. Pero como ella cre¨ªa en algo tan cuestionable como el cielo, espero que all¨ª reciba un inmejorable trato. Bes¨¦ su frente y la enterr¨¦. Si hubiera ocurrido un mes m¨¢s tarde, tal vez no habr¨ªa podido hacerlo. El monstruo que se ceb¨® con las residencias impedir¨ªa esa despedida. Y no quiero imaginar el nivel de mi angustia, no saber qu¨¦ estaba ocurriendo con la persona que me pari¨®. Siento que me asalta el v¨®mito al enterarme de que el director de una residencia y una m¨¦dico drogaban a los ancianos para desvalijarles sus cuentas. La vileza ensa?¨¢ndose con ni?os y viejos, con la indefensi¨®n extrema, es el m¨¢s inmundo de los cr¨ªmenes.

Leo Ferr¨¦ aseguraba en una canci¨®n memorable que Mozart muri¨® solo, enterrado en la fosa com¨²n con la ¨²nica presencia de un perro y de sus fantasmas. Es injusto ese atroz destino para alguien que con su bell¨ªsima m¨²sica regal¨® tanta felicidad a los dem¨¢s. Y leo la escalofriante noticia de que en los meses del espanto hubo 59 cad¨¢veres en Madrid que no fueron reclamados por nadie. Deduces que ya antes se sent¨ªan muertos en vida. Algunos ser¨ªan gente sin techo. Otros habr¨ªan sobrevivido por instinto en una soledad infinita. Y habr¨ªa los que se lo montaron desastrosamente en su existencia para lograr que nadie les echara de menos. Da igual. Es horrible.

Quiero pensar ante tantos Bartlebys ya consumidos que alguna vez a lo largo de su vida significaron algo para alguien. Que no todo fue siempre triste, solitario y final.