Ese Pablo que t¨² ves ah¨ª

Mi madre es capaz de cogerme el tel¨¦fono desde misa, pero no se la puede llamar cuando est¨¢ viendo Pasapalabra. Pasapalabra es sagrado. La culpa la tiene Pablo D¨ªaz, el rey del concurso desde hace m¨¢s de 10 meses. Pablo es violinista, y con la misma soltura con la que interpreta una pieza de Massenet, responde que ¨Dcontiene la q¨D la ciudad salvadore?a capital del departamento de Caba?as es Sensuntepeque. Pero su principal atractivo no radica en sus conocimientos ¨Dadem¨¢s, sabemos que almacenar datos no es necesariamente sin¨®nimo de sabidur¨ªa¨D, ni en su extraordinaria agilidad mental, sino en su aparente timidez e inseguridad. Pablo llama la atenci¨®n precisamente porque parece no querer llamarla. Un joven Charles Van Doren sin fraude.

La devoci¨®n de mi madre por Pablo la comparten los m¨¢s de tres millones de espectadores que suele congregar el concurso. Pasapalabra es la emisi¨®n m¨¢s vista de las tardes y a menudo tambi¨¦n del d¨ªa, con una cuota de pantalla por encima del 25%, una cifra hoy solo accesible a los hitos telecinqueros y futbol¨ªsticos.

El 19 de junio de 2014, durante la proclamaci¨®n de Felipe VI, unos cuantos fans de Mujeres y hombres y viceversa se quejaron en Twitter de que Telecinco hubiera sustituido la liturgia de sus tronistas por la del aspirante al trono real. Ma?ana los seguidores de Pasapalabra no tendr¨¢n que pasar por el trance de ver eliminado el programa en favor de los especiales informativos sobre las elecciones en Madrid, para eso est¨¢n La Sexta y La 1. No en vano, Pasapalabra ostenta una media de espectadores algo superior al n¨²mero de votantes en los anteriores comicios auton¨®micos madrile?os. Mi madre, en fin, podr¨¢ respirar tranquila: no le cambiar¨¢n a su Pablo por el otro Pablo.

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