Nunca se pone el sol en las escopetas de Ernest Hemingway
El Festival Doc Doc de M¨¢laga acoge el estreno europeo de un documental de seis horas con material in¨¦dito sobre la figura del gran escritor estadounidense
Ernest Miller Hemingway comenz¨® a ser Hemingway cuando lleg¨® a la redacci¨®n del Kansas City Star, a los 18 a?os, y ley¨® el libro de estilo: ¡°Usa frases cortas. Usa primeros p¨¢rrafos cortos. Usa un ingl¨¦s vigoroso. (¡) Elimina cada palabra que sea superflua. Haz econom¨ªa de la escritura. S¨¦ directo. Evita el uso de adjetivos, especialmente aquellos que parezcan extravagantes, como espl¨¦ndido, grandioso y magn¨ªfico¡±. De esta manera, todo lo que Hemingway ahorr¨® en su obra lo derroch¨® en su vida, convirti¨¦ndola en una suerte de ant¨ªtesis de sus oraciones perfectas. Alejado de la m¨¢quina de escribir no hab¨ªa tanta verdad en Hemingway, ni tanta econom¨ªa en su modo de vida, ni casi nada que no fuese espl¨¦ndido, grandioso y magn¨ªfico. Pero ten¨ªa, como dice una de sus bi¨®grafas, Mary Dearborn, una disciplina extraordinaria. ¡°La pr¨¢ctica es amor, el trabajo es amor¡±. Por eso nunca dej¨® de escribir, ni con dolores de heridas de guerra ni con resacas que eran a¨²n peores que esas heridas. Apuntaba cada d¨ªa las palabras escritas (nunca muchas porque hay que dejar la escritura sabiendo lo que va a pasar, en mitad de la inspiraci¨®n, para que al d¨ªa siguiente se retome con facilidad). Y enfadado con su antigua maestra Gertrude Stein, que los llam¨® a ¨¦l y a sus compa?eros ¡°una generaci¨®n perdida¡±, escribi¨® al final de su vida, cuando ya le merodeaba la depresi¨®n que lo llev¨® al suicidio: ¡°Pens¨¦ en Miss Stein y en Sherwood Anderson y en lo que significan el ego¨ªsmo y la pereza mental frente a la disciplina, y me dije: ?qui¨¦n trata a qui¨¦n de generaci¨®n perdida?¡±.
Ken Burns y Lynn Novick han rodado una serie documental titulada Hemingway (seis horas dividas en tres cap¨ªtulos: The Writer, The Avatar, The Blank Page). Su estreno en Europa se produce en el Festival Doc Doc de M¨¢laga. Hay pocos mitos culturales m¨¢s diseccionados que el de Ernest Hemingway, pocos autores m¨¢s escrutados, debatidos y discutidos que ¨¦l; el oficio de bi¨®grafo de Hemingway es una de las salidas laborales m¨¢s recurrentes para un estudioso de la literatura, sin contar a su abundante familia. ?Queda algo nuevo por saber? La respuesta del documental es que, al menos, s¨ª quedaba mucho por ver. Concretamente, numerosos efectos personales, manuscritos tan espa?oles como los de Fiesta, su primera novela, en la que recrea su visita a los Sanfermines, o Por qui¨¦n doblan las campanas (sobre la Guerra Civil), correspondencia personal y 11.000 fotograf¨ªas que, tras la muerte del escritor estadounidense, la viuda de Hemingway entreg¨® a la biblioteca JFK. Con todo ello, Burns y Novick levantan la en¨¦sima autopsia sobre el Nobel.
Lo primero fue la escritura. Seguramente no sea el formato audiovisual el id¨®neo para hablar de ella, pero el escritor Tobias Wolff dice en el documental una frase que se queda resonando durante todo el metraje: Hemingway cambi¨® los muebles de la habitaci¨®n de la literatura norteamericana, influyendo de esta manera a todo el que escribi¨® despu¨¦s de ¨¦l. Influyendo a los que entraban en esa habitaci¨®n, donde ten¨ªan que sentarse en el lugar que Hemingway dispuso; influyendo a quien quer¨ªa cambiar los muebles, pero ten¨ªa que moverlos del lugar en que los puso ¨¦l; pod¨ªa uno incluso salir corriendo, pero saldr¨ªa corriendo por culpa de ¨¦l. Joan Didion lo dijo en EL PA?S hace 15 a?os: ¡°Una vez efectu¨¦ un examen minucioso del principio de Adi¨®s a las armas. Cont¨¦ las comas, los adjetivos, las frases, las cl¨¢usulas... y me di cuenta de lo complej¨ªsima que era su manera de estructurar el trabajo. Sin embargo, cuando se lee la prosa de Hemingway se tiene la sensaci¨®n de que se est¨¢ delante de un arroyo cristalino que discurre por un cauce de granito¡±.
El documental de Burns y Novick cuenta sobre todo la vida espectacular de Ernest Hemingway, el aventurero mis¨®gino, el mujeriego enamoradizo, el hombre que cazaba los animales m¨¢s grandes y pescaba en las aguas m¨¢s profundas, el alcoh¨®lico soberbio que castigaba a la gente que estuvo ah¨ª (humillaciones a Anderson y Fitzgerald, aquellos que lo ayudaron cuando no era nadie porque, precisamente, lo conocieron cuando no era nadie), alguien cuya capacidad de autodestrucci¨®n parec¨ªa deberse a no saber a d¨®nde dirigir tanta energ¨ªa. Y aporta claves, muchas de ellas conocidas: la euforia de su sexualidad relacionada con las falditas y vestidos de ni?a que su madre le pon¨ªa hasta bien talludo para presentarlo con su hermana como mellizas; el mito del hombre fuerte debido a un padre al que adoraba de ni?o y del que se fue desencantando a causa de las depresiones del hombre, que le llevaron al suicidio se?al¨¢ndole el camino al hijo; la impresionante veracidad de sus novelas imaginadas en aquel chico de 19 a?os que vuelve de la guerra y cuenta, en conferencias cobradas, que sus heridas se debieron a acciones a¨²n m¨¢s valerosas de lo que fueron; el bebedor en una familia radicalmente abstemia.
Hay pocos mitos culturales m¨¢s diseccionados que el de Ernest Hemingway. ?Queda algo nuevo por saber? La respuesta del documental es que, al menos, s¨ª quedaba mucho por ver
No sorprende en absoluto que al final del documental, tras cinco horas de exhibici¨®n del hombre indestructible como faro de la vieja masculinidad del siglo XX, sepamos que en el ¨²ltimo tramo de su vida Hemingway obligase a sus mujeres a llevar el pelo corto y pidiese en la cama cambiar de roles y ser llamado con nombre femenino. Lo cierto es que el protagonista de la primera novela de Hemingway es un hombre impotente y el de la ¨²ltima (p¨®stuma), El jard¨ªn del Ed¨¦n, es un joven escritor que se abre paso en Par¨ªs y pacta cambios de roles en la cama con su mujer, por la que es penetrado. La empez¨® a escribir en 1946, 15 a?os antes de morir, pero no la public¨®. Del mismo modo que pese a interesarse en la fluidez de g¨¦nero al punto de practicarla en privado, tuvo una relaci¨®n terrible con su hijo Gregory, travestido como mujer en su tiempo libre, que se iba a ligar a bares de cowboys mientras se casaba con mujeres y ten¨ªa hijos con ellas. ¡°El deterioro de tu caligraf¨ªa y de tu ortograf¨ªa es un s¨ªntoma muy alarmante de tu enfermedad¡±, le escribi¨® su padre. Gregory respond¨ªa: ¡°Monstruo abusivo empapado en ginebra¡± y ¡°mierda egoc¨¦ntrica¡± adem¨¢s de avisarle: ¡°Morir¨¢s sin que nadie te llore y b¨¢sicamente sin que nadie te quiera a no ser que cambies, pap¨¢¡±.
Siempre estuvo interesado en tratar de entender qu¨¦ hay en el coraz¨®n moral de una oraci¨®n, un p¨¢rrafo, c¨®mo hacer que todo salga bienHilton Als
Es natural que la fant¨¢stica vida de Hemingway se lleve los focos, pero el ¨²ltimo documental sobre el escritor m¨¢s famoso de Estados Unidos desde Mark Twain alcanza verdadera altura cuando se intuye la construcci¨®n del escritor; cuando la c¨¢mara enfoca las novelas manuscritas de Hemingway, las cartas con sus consejos a aprendices o contempor¨¢neos, las voces de expertos (muchos de ellos distra¨ªdos en querer conectar su obra a su vida, de tal modo que la segunda trastornar¨ªa la percepci¨®n de la primera hasta incluso la monstruosidad de absolverla, como si hubiese que repatriar los restos de Hemingway a los c¨¢nones morales del siglo XXI). Es en ese momento en que se recuerda lo escrito en Par¨ªs era una fiesta: ¡°Escribir¨ªa una oraci¨®n verdadera y luego continuar¨ªa desde all¨ª. Entonces fue f¨¢cil porque siempre hab¨ªa una oraci¨®n verdadera que yo sab¨ªa, hab¨ªa visto o escuchado decir a alguien¡±. ¡°Lo que entendi¨®¡±, dice Lynn Novick a The New York Times, ¡°es que podr¨ªas usar estas oraciones aparentemente simples, y estar¨ªan tan pre?adas como cualquier largo p¨¢rrafo joyceano u oraci¨®n faulkneriana que sigue y sigue. Hab¨ªa mucho debajo de la superficie. Y requiere que vayas a buscar un significado¡±. ¡°Siempre estuvo interesado en tratar de entender qu¨¦ hay en el coraz¨®n moral de una oraci¨®n, un p¨¢rrafo, c¨®mo hacer que todo salga bien¡±, dice Hilton Als en The New Yorker. ¡°En todas mis historias¡±, escribe Hemingway a su padre, ¡°estoy tratando de transmitir el sentimiento de la vida real, no solo para representarla o criticarla, sino para hacerla realmente viva. Para que cuando hayas le¨ªdo algo m¨ªo, realmente lo experimentes¡±.
Los ¨²ltimos p¨¢rrafos de su obra maestra, Adi¨®s a las armas, est¨¢n llenos de anotaciones m¨ªnimas, cambios apenas perceptibles; cuando se le pregunt¨® por qu¨¦ esa minuciosidad, respondi¨® que estaba tratando de encontrar la palabra perfecta, el ritmo perfecto, pues todas las frases ten¨ªan sentido en la medida en que las dem¨¢s lo tuviesen, y eso era un trabajo de chinos. Tambi¨¦n, en el archivo JFK, puede encontrarse un borrador de Adi¨®s a las armas que Hemingway envi¨® a Fitzgerald y en el que Fitzgerald lanz¨® una argumentada sugerencia sobre el final, pues entend¨ªa que deb¨ªa terminar con uno de sus pasajes m¨¢s conocidos, as¨ª como la respuesta de Hemingway, en una de esas oraciones que ¨¦l calificar¨ªa como perfectas: ¡°B¨¦same el culo¡±.
Puedes seguir EL PA?S TELEVISI?N en Twitter o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.