Lecciones televisivas para reformar un castillo
El matrimonio Strawbridge dej¨® su apartamento para irse a vivir a una fortaleza en Francia hace siete a?os. Un programa de telerrealidad recoge su d¨ªa a d¨ªa mientras lo rehabilitan
El refranero espa?ol dice que ¡°las cosas de palacio van despacio¡±. Y con un castillo no iba a ser menos. Bien lo saben Angel (Londres, 43 a?os) y Dick Strawbridge (Myanmar, 62 a?os), que en el a?o 2015 dejaron atr¨¢s un apartamento de dos habitaciones en Southend (Inglaterra) para comprar un castillo del siglo XIX en el noroeste de Francia e irse a vivir en ¨¦l. Desde entonces este matrimonio se ha dedicado plenamente a reformarlo, tanto para convertirlo en un hogar de tres generaciones como para erigir un lugar especial en el que celebrar acontecimientos de todo tipo. Y todo ese camino se ha podido ver en Nuestro propio castillo, programa que emite COSMO de lunes a viernes a las 21.00 horas y que el pasado febrero estren¨® su novena temporada. Los Strawbridge contestan a EL PA?S por videollamada desde una de las muchas habitaciones de su fortaleza ¡ªfoso incluido¡ª, de la que se sienten orgullosos y en la que todav¨ªa les queda mucho trabajo por hacer.
Ambos son personajes habituales de la televisi¨®n brit¨¢nica, y en ese mundo fue donde se conocieron. Ella, escritora y empresaria, tuvo su primera aparici¨®n en 2010 en Dragon¡¯s Den, un programa en el que gente desconocida tiene unos pocos minutos para presentar su proyecto ante emprendedores de ¨¦xito para conseguir inversores. Angel formaba parte de este ¨²ltimo grupo, tras destacar en Londres con su pasteler¨ªa The Vintage Patisserie. Ese mismo a?o, Dick particip¨® en la edici¨®n de famosos de MasterChef de la BBC, donde consigui¨® llegar a la final. Birmano de nacimiento, se uni¨® al ej¨¦rcito brit¨¢nico en 1979 y ya hab¨ªa aparecido en otro show, Scrapheap Challenge, donde se ha de construir con chatarra una m¨¢quina que cumpla unos requisitos determinados.
Esa habilidad con las manos la agradece ahora que se han propuesto reformar un castillo entero. Al precio que pagaron de entrada por el edificio, unos 335.000 euros, poco a poco se le ha ido sumando lo invertido en rehabilitarlo, que ya asciende a otros 300.000 euros ¡ªy que ya est¨¢ amortizado gracias, por ejemplo, a los actos que celebran en ¨¦l¡ª. Casi todo lo han reparado con sus propias manos y con ayuda de algunos amigos. Angel bromea con que Dick es ¡°muy eficiente¡±, algo que le gust¨® de ¨¦l y que llam¨® su atenci¨®n cuando la representante que compart¨ªan los present¨® en una fiesta de cumplea?os. ¡°Nos separan casi 20 a?os y venimos de ¨¢mbitos de la vida completamente diferentes¡±, cuenta Dick, ¡°pero simplemente congeniamos y no nos hemos separado desde aquella primera noche. Nos sentamos y charlamos y nos ve¨ªamos cada vez que ten¨ªamos la oportunidad. Y de repente estamos viviendo en un castillo con dos ni?os. ?Qu¨¦ te parece?¡±.
Irse a vivir a un castillo no fue una decisi¨®n f¨¢cil. Dick lo describe como un proceso ¡°inc¨®modo¡±, pero confiaban en su potencial para adecuarlo a un espacio familiar: ¡°Sab¨ªamos que pod¨ªamos hacer lo que nos propusi¨¦ramos. Y eso no es arrogancia. Es porque los dos planificamos, los dos pensamos y fue duro porque estuvimos mucho tiempo sin agua, calefacci¨®n, electricidad, alcantarillado, sin nada de eso, era obviamente un poco problem¨¢tico. Pero nos las arreglamos para organizar nuestra vida bastante r¨¢pido. Y un mes y medio despu¨¦s de firmar la compra el castillo nos mudamos Angel, los ni?os y yo¡±.
En busca de un castillo de cuento
Dar con el edificio adecuado tampoco fue tarea f¨¢cil. La b¨²squeda se alarg¨® por cuatro a?os hasta que recibieron unas fotos de este castillo decimon¨®nico en el norte de Francia, que llevaba varios a?os deshabitado. El elegido fue el Ch?teau-de-la-Motte Husson, una fortificaci¨®n ubicada en los Pa¨ªses del Loira, al oeste de Francia. El lugar ten¨ªa potencial de sobra para convertirse en una vivienda para sus dos hijos e incluso para los abuelos: 45 habitaciones, siete edificios anexos, casi cinco hect¨¢reas de tierra y su propio foso. Adem¨¢s, han a?adido algunos jardines y han labrado huertos.
Angel explica que al principio estaban abiertos ¡°a cualquier posibilidad¡±, no solo buscaban castillos: ¡°Tambi¨¦n vimos much¨ªsimos pseudo chateaux. Adem¨¢s casas de pueblo, casas de campo e incluso miramos algunas propiedades peque?as para que nuestra vida pudiera ser diferente¡±. Cualquier cosa que desearan que tuviera la a?ad¨ªan a una lista, como una lavander¨ªa, muros ajardinados o dos torres altas. ¡°Las torres se ven genial en las bodas. Yo no las necesitaba para nuestra casa, pero si est¨¢bamos pensando en hacer un negocio de bodas, iban a ser encantadoras por la narrativa del cuento de hadas¡±, argumenta Angel, ¡°y cuando lo vimos por primera vez fue literalmente como un sue?o, era todo lo que quer¨ªamos. Era precioso y ten¨ªa todo lo que ten¨ªamos apuntado en la lista¡±.
Una vez all¨ª, les dieron un documento de 200 p¨¢ginas que enumeraba los distintos problemas que ten¨ªa el castillo. Pero no vieron en ¨¦l ¡°nada que fuera un impedimento ni un problema lo suficientemente grande¡± como para desanimarles¡±, explica Dick. El mal estado ayud¨® adem¨¢s a rebajar el precio, pues sospechan que de haber estado bien equipado no se lo podr¨ªan haber permitido, confiesa Angel. Ahora, cuenta la empresaria, ganan dinero con ¨¦l gracias al negocio de las bodas y la celebraci¨®n de otras fiestas: ellos mismos lo inauguraron celebrando all¨ª su boda. Tras grandes avances, esta temporada se enfrentar¨¢n a uno de los mayores retos: reconstruir el techo y las paredes del exterior.
El matrimonio desmiente que vivir en un castillo sea algo ¡°aterrador¡± y, por el contrario, describen su estancia all¨ª como ¡°encantadora¡±. Dick reconoce que ¡°tampoco es el castillo m¨¢s viejo del mundo¡±, pues solo tiene 150 a?os; pero aseguran que no hay fantasmas, ni los torreones est¨¢n embrujados ni hay absolutamente nada que d¨¦ miedo, algo que tienen que explicar de vez en cuando a los invitados m¨¢s asustadizos, bromea Angel, que insiste en que ¡°solo porque sea m¨¢s grande no tiene m¨¢s probabilidad de estar embrujado que una casa m¨¢s peque?a¡±. Han tenido tiempo para comprobarlo en estos dos a?os, cuando como consecuencia de la pandemia no han podido celebrar ning¨²n acontecimiento. ¡°En este tiempo simplemente ha sido un hogar que nuestros hijos tambi¨¦n adoran¡±, matiza Dick.
A los Strawbridge todav¨ªa les queda castillo y reformas para rato, y ya apenas recuerdan su antiguo apartamento. Aunque admiten que tambi¨¦n es muy c¨®modo vivir en un sitio m¨¢s compacto, con todo a mano. ?Lo ¨²nico que a?oran de su vieja vida? No tener que lidiar con 112 escalones para moverse por el hogar y tener que limpiar much¨ªsimo menos. Pero no volver¨ªan atr¨¢s por nada del mundo. Tambi¨¦n lo dice el refranero espa?ol: ¡°A cada pajarillo, agrada su nidillo¡±.
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