Emilio Morenatti hace fotos que aman a las v¨ªctimas
¡®Detr¨¢s del instante¡¯, en La 2, repasa la carrera del reportero gr¨¢fico que sortea todos los tab¨²es, porque para entender el mal hay que verlo. Nos pone en la piel de los indefensos. Con respeto, con ternura, incluso con esperanza.
Cuando, en lo peor de la pandemia, Emilio Morenatti fotografi¨® pilas de ata¨²des en el crematorio de Collserola, algunos le respond¨ªan en Twitter que era un montaje, que las cajas estaban vac¨ªas. Ojal¨¢ lo hubieran estado. Cuando Morenatti fue secuestrado por pistoleros en Gaza, y cuando perdi¨® una pierna por la explosi¨®n de una mina en Kandahar, no decay¨® su determinaci¨®n de retratar este mundo cruel desde la mirada de las v¨ªctimas, de los indefensos. Cuando posaron para ¨¦l mujeres deformadas por ataques con ¨¢cido en Pakist¨¢n, demostr¨® que se pod¨ªa encontrar la belleza en la tragedia.
La trayectoria del reportero gr¨¢fico jerezano se repasa en el ¨²ltimo cap¨ªtulo de Detr¨¢s del instante, serie de La 2 (y en RTVE Play) sobre los grandes nombres de la fotograf¨ªa espa?ola. Morenatti empez¨® cubriendo sucesos en la prensa local gaditana, brill¨® en Efe y acab¨® fichado por Associated Press y acumulando premios: Pulitzer, World Press Photo, Pictures of the Year, Ortega...
Los fot¨®grafos no son estrellas del periodismo: rara vez salen en la tele, no se busca su firma, su rostro nos es desconocido. Pero sus potentes im¨¢genes se graban en nuestro cerebro como un relato escrito nunca podr¨¢. Se debate mucho en las redacciones hasta qu¨¦ punto mostrar el horror de la guerra, de la miseria o de la violencia. Morenatti tiene la sensibilidad para sortear tab¨²es ¡ªcad¨¢veres, mutilados, maltratadas, infancias rotas¡ª salvando en todo momento la dignidad del retratado. Con ternura, con empat¨ªa, incluso con esperanza. Sabe que para entender el mal hay que verlo. Como ahora en Ucrania.
¡°No digiero la estupidez humana¡±, dice quien captur¨® tanto dolor. ¡°De Sarajevo aqu¨ª, ?no hemos aprendido nada?¡±. No. ?l aprendi¨® a ponernos en la piel del otro. No es poco.
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