¡®Vigilante¡¯, el fallido ¡®thriller¡¯ psicol¨®gico de Ryan Murphy
El polifac¨¦tico creador no lleva a buen puerto esta trama criminal que, sin embargo, arrasa en Netflix
En Netflix no descubrieron la p¨®lvora cuando en 2018 ficharon a Ryan Murphy. Simplemente, pusieron un mont¨®n de dinero encima de la mesa para conseguir al m¨¢s polifac¨¦tico y original creador televisivo del momento. Lejos de adocenarse, el padre de Pose o Glee, el fant¨¢stico analista de los pecados de la Am¨¦rica contempor¨¢nea a trav¨¦s de American Crimen Story, el responsable de actualizar el terror y lo fant¨¢stico en televisi¨®n con American Horror Story se lanz¨® a nuevos retos y aument¨® su producci¨®n. La apuesta le granje¨® ¨¦xitos, pero ten¨ªa tambi¨¦n sus riesgos. La mejor prueba de ello es Vigilante, el thriller psicol¨®gico que, junto a otra producci¨®n suya, Dahmer, ocupa estos d¨ªas los puestos de honor de lo m¨¢s visto en Netflix.
Vigilante es la historia de una familia que huye de Nueva York en busca de una vida m¨¢s tranquila y se compra la casa de sus sue?os en una tradicional y estupenda urbanizaci¨®n de Nueva Jersey. Pronto descubrimos que el hogar por el que Nora y Dean Brannock (unos s¨®lidos Naomi Watts y Bobbi Cannavale) han hipotecado su futuro tiene una turbia historia detr¨¢s y un conjunto de vecinos de lo m¨¢s inquietante alrededor. Cuando reciben la primera carta firmada por un t¨¦trico Vigilante, que se concede el derecho de protecci¨®n sobre aquella casa, la paranoia se instala entre ellos. La historia est¨¢ ligeramente inspirada en una familia que sufri¨® en 2014 un acoso similar en el ya famoso 657 Boulevard de Westfield, Nueva Jersey. Los art¨ªculos sobre la casa, las especulaciones y las visitas a la zona se han multiplicado con la serie. Carece de sentido, sin embargo, fijarse en el caso real y comparar o buscar all¨ª soluciones: esto es una ficci¨®n y ha de encontrar coherencia en su propia l¨®gica interna.
Todo funciona de manera impecable en los primeros compases, el dise?o de producci¨®n vuelve a ser perfecto, las migas que todo buen relato criminal tiene que ir dejando por el camino est¨¢n convenientemente diseminadas, el enganche entre un cap¨ªtulo y el siguiente funciona, pero entonces empieza el l¨ªo. El desasosiego psicol¨®gico de los acosados, la incomprensi¨®n de sus hijos adolescentes, el t¨²nel en el que se va hundiendo el matrimonio, algunas escenas inquietantes mostradas en un alarde de estilo de Murphy, la descripci¨®n del conjunto de freaks que los rodean, las envidias y las miserias de esa peque?a localidad y otros ingredientes no son suficientes para compensar los fallos.
La narraci¨®n zozobra a medida que avanza. Distintas teor¨ªas expuestas bien para ser descartadas a continuaci¨®n, bien para despistar al espectador, no tienen el sustento m¨ªnimo necesario. La subtrama de John Graff, un supuesto habitante de la casa a?os antes y posible acosador, no tiene ni pies ni cabeza y est¨¢ contada desde una perspectiva imposible (aporta datos que solo podr¨ªa saber ¨¦l, que por razones obvias no es el narrador). Hacia la parte final incide en estos errores, deja sin explicar aspectos esenciales ¡ªy no vale como arreglo el aura m¨ªstico que rodea a los casos sin resolver¡ª y crea alguna situaci¨®n de chiste. La sensaci¨®n bastante antes de llegar al final del s¨¦ptimo cap¨ªtulo es de decepci¨®n. Aqu¨ª no hay fantasma o perspectiva paranormal que arregle el entuerto. El espectador siempre se puede consolar volviendo al inmenso cat¨¢logo creativo de Ryan Murphy. Es imposible no encontrar algo bueno ah¨ª.
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