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Percibo un baj¨®n de inter¨¦s en las televisiones generalistas hacia la tragedia de los pobrecitos ucranios. La tragedia ya les dura mucho, no tiene pinta de acabar y nosotros seguimos con calefacci¨®n aunque el precio sea salvaje. Su machac¨®n inter¨¦s se centra ahora en una indescriptible y corneada se?ora, de nombre Tamara, que ha perdonado a su libertina pareja y que vuelven a estar dispuestos para el matrimonio. Tambi¨¦n en la ruptura de su sofisticada y mundana madre con un pr¨ªncipe de la inteligencia por los celos de este. O vaya usted a saber. Sospecho que somos muchos los lectores de este hombre, autor de tres novelas excepcionales como La ciudad y los perros, Conversaci¨®n en la catedral y La fiesta del chivo, que alguna vez nos hemos preguntado a nosotros mismos: ¡°En qu¨¦ momento te jodiste¡±, memorable arranque de una de ellas. Tambi¨¦n parlotean de la muerte de un antiguo Papa, un tipo tan suave como inquietante. Y de la Pascua militar.

Buceo desganadamente en las series. Y me planteo si aquellos que las financian exigen certificado de progresismo en los guiones. O sea, empoderamiento, feminismo, sexualidades abiertas, interracialidad, cosas leg¨ªtimas pero no a condici¨®n de que sean obligatorias en la presunta creaci¨®n de arte o de entretenimiento. ?Ay de las subvenciones, del tributo a la moral dominante!

Pero constato que la ha palmado Enzensberger y no veo su defunci¨®n en los informativos. Qu¨¦ pereza, a lo peor era un intelectual de verdad, de esa in¨²til raza que lo cuestiona todo. Y me vuelvo a arrullar con una de sus poes¨ªas para los que no leen poes¨ªa: ¡°El que no puede comprarse una isla, el que espera a la reina de Saba frente a un cine, el que da de comer a las ardillas, el que no hace nada¡±.

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