El desnudo como arma pop para la revoluci¨®n
Medio siglo antes de que Eva Amaral cantara a pecho descubierto, Lennon y Ono exhib¨ªan sus cuerpos en la portada de ¡®Two Virgins¡¯, ¡®Hair¡¯ causaba esc¨¢ndalo y en Glastonbury se bailaba sin ropa. Una forma de activismo y de expresi¨®n art¨ªstica, un gesto pol¨ªtico de larga tradici¨®n
En 1968, cuando a¨²n era un beatle, John Lennon public¨® con Yoko Ono el ¨¢lbum experimental Unfinished Music No.1: Two Virgins. No se recuerda por sus canciones (no hab¨ªa de eso), sino porque la pareja no ocultaba nada de sus cuerpos en las fotograf¨ªas que ocupaban la portada y contraportada, de frente y de espaldas, tomadas por ellos mismos con una c¨¢mara de disparo retardado. El disco se vendi¨® envuelto en una funda de cart¨®n, recortada para mostrar solo sus caras, y con una cita del G¨¦nesis: ¡°Y estaban los dos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban¡±.
Las revoluciones que estaban en marcha en los sesenta, partiendo de una sociedad mucho m¨¢s conservadora que la actual, inclu¨ªan el desnudo como forma de activismo y de expresi¨®n art¨ªstica, de protesta y de autoafirmaci¨®n. Quien se exhibe vulnerable e imperfecto manda un mensaje rotundo sobre s¨ª mismo y contra los tab¨²es, no solo el de la desnudez.
El musical Hair fue muy pol¨¦mico, y exitoso, desde que se estren¨® en Nueva York en 1967. La obra teatral reun¨ªa a un grupo de hippies con un soldado camino de Vietnam: en medio de un potente relato antibelicista, llegaba un momento (fugaz) en que todos los actores, y eran algunas decenas, aparec¨ªan desnudos ante el p¨²blico. El director, Tom O¡¯Horgan, explicaba as¨ª la escena: ¡°Es una celebraci¨®n de la libertad, un abandono de los falsos valores. Corta, hermosa y nada er¨®tica¡±. Esa imagen no se llev¨® a la pel¨ªcula, de 1979.
En el segundo festival de Glastonbury, en 1971, cuando no era el gran tinglado que es hoy, buena parte de los hippies brit¨¢nicos acud¨ªan desnudos, y eso que hac¨ªa fresco, por las ropas que llevaban los dem¨¢s. Se cuenta en la pel¨ªcula Glastonbury Fayre, en Netflix. Uno de esos nudistas, que se llamaba William Jellett y se hac¨ªa ver en todos los conciertos, bail¨® sobre el escenario, durante una improvisaci¨®n con percusiones de Magic Michael, con solo una camiseta corta sin mangas. Otros j¨®venes sin prenda alguna, si acaso alg¨²n collar o una flor en el pelo, bailaban entre el p¨²blico, daban vueltas en moto, retozaban en la hierba o se daban ba?os en los charcos de barro, como los que se vieron en el festival de Woodstock dos a?os antes.
¡°No hab¨ªa nada que sugiriera indecencia ni pornograf¨ªa. Todos desnudos y comport¨¢ndose de forma totalmente natural. No me sent¨ªa inc¨®modo en absoluto¡±, cuenta en el filme un cura presente (no era el ¨²nico: se dieron misas all¨ª, aunque tuvo m¨¢s ¨¦xito el Hare Krishna).
La inocencia de los a?os hippies queda muy lejos, pero las libertades se enfrentan a una ofensiva reaccionaria hoy como entonces. Eva Amaral ha recordado en Sonorama, al cantar con el torso descubierto, el poder de un gesto pol¨ªtico de larga tradici¨®n. El que ya pint¨® Delacroix en La libertad guiando al pueblo en 1830. El que ejercen las activistas de Femen. El que sigue vetado en Facebook e Instagram. A¨²n se libran viejas batallas.
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