Ni espacio ni tiempo ni intimidad
Con Kate Middleton, el desquicie de los tabloides, la fiereza de las tertulias y los tuiteros nos atemperan el republicanismo y sacan el mon¨¢rquico que nunca sospechamos que viv¨ªa en nosotros
¡°Esperamos que entiendan que, como familia, necesitamos espacio, tiempo e intimidad mientras me someto al tratamiento¡±. Pocas veces una esperanza fue tan vana. ?C¨®mo va a esperar Kate Middleton que alguien entienda las necesidades elementales de su familia despu¨¦s de la que se ha montado? Middleton es una mujer muy inteligente y vivida, por lo que no puede esperar en serio que le concedan esa galanura que ni los verdugos niegan a los reos al pie del cadalso. Si el v¨ªdeo de dos minutos en el que da las explicaciones no fuera tambi¨¦n un ejemplo soberbio de elegancia y mesura, sospechar¨ªa que la frase tiene una carga sarc¨¢stica, una burla sobre los gru?idos de esa piara global. A Kate Middleton le han negado el espacio, el tiempo y la intimidad, y nadie conf¨ªa en que se los vayan a conceder.
A algunos, el desquicie de los tabloides, la fiereza conspiranoica de las tertulias y el ruido de los tuiteros nos atemperan el republicanismo y nos sacan el mon¨¢rquico que nunca sospechamos que viv¨ªa en nosotros. Si el esp¨ªritu democr¨¢tico y republicano es una horda chismosa que inventa mil miserias sobre una mujer enferma, me hago s¨²bdito y antiguorregimista ya mismo. No hay dilema posible: entre Kate Middleton ¡ªtenga el t¨ªtulo que tenga y represente lo que represente¡ª y los carro?eros que la picotean, tengo muy claro por qui¨¦n rendir¨ªa la reputaci¨®n que no tengo. Una sociedad incapaz de darle a una persona un poco de espacio, tiempo e intimidad para digerir la noticia de un c¨¢ncer, maldecir a Dios, llorar lo que haya que llorar y pensar de qu¨¦ manera y en qu¨¦ momento se lo va a contar a sus hijos; de una sociedad que no respeta eso, digo, no se puede esperar la menor dignidad ni grandeza. Una sociedad que hace eso no vale un duro. Ni siquiera un chel¨ªn de los de Dickens.
La contenci¨®n, la claridad y la dignidad de Middleton en ese plano tan sencillo y brit¨¢nico a la vez, sentada en uno de esos bancos que en el Reino Unido llevan una plaquita con el nombre de quien los ha pagado o a cuya memoria se dedican, son flores lanzadas a una piara que las masticar¨¢ en segundos. Ninguno de sus miembros es digno de sostenerle su mirada limpia. Por lo menos, que la escuchen en silencio, si es que pueden dejar de gru?ir dos minutos.
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