Las mujeres subidas a la ola reaccionaria: ¡°?Qu¨¦ tiene de malo ser sumisa?¡±
El documental de la BBC ¡®Mujeres de la ultraderecha¡¯ retrata a tres activistas e ¡®influencers¡¯ en guerra contra el feminismo, los derechos LGTBI o los inmigrantes. Pero no ayuda a entender la marea social y electoral que se revuelve contra el progreso
Se supon¨ªa que las mujeres eran el ¨²ltimo dique de contenci¨®n de la ola reaccionaria, ahora que el progresismo se sostiene en el voto femenino all¨ª donde aguanta. Se supon¨ªa que muchas estadounidenses iban a votar a Kamala Harris a espaldas de sus maridos republicanos para frenar a un candidato mis¨®gino, adem¨¢s de xen¨®fobo y tantos adjetivos m¨¢s. La realidad, siempre m¨¢s compleja que nuestros esquemas, nos da un sopapo. Tendr¨¢ que haber al menos tantas mujeres trumpistas como hombres progresistas, o de lo contrario no saldr¨ªan las cuentas del tsunami del republicano en las elecciones del martes.
La joven reportera de la BBC Layla Wright, de 27 a?os, viaj¨® a Estados Unidos en v¨ªsperas electorales a pasar unos d¨ªas con mujeres m¨¢s o menos de su generaci¨®n que han abrazado los discursos ultraconservadores y paranoicos. El resultado es el documental Las mujeres de la ultraderecha (America¡¯s New Female Right), en Movistar+. Escuchas las soflamas que te esperabas (contra el feminismo, contra los derechos LGTBI, contra la inmigraci¨®n, contra las ¨¦lites globalistas) y algunas que no te esperabas (contra el voto de las mujeres, contra su entrada en el mercado laboral, contra la influencia del mismo Diablo en nuestro mundo).
El programa se basa en tres testimonios de activistas e influencers con miles de seguidores en TikTok o Instagram, y que se sit¨²an en la avanzadilla de la guerra cultural de los retr¨®grados. La m¨¢s joven, 17 a?os, llamada Hannah Faulkne, se moviliz¨® contra la ¡°mutilaci¨®n genital¡±, es decir, contra la transici¨®n de g¨¦nero. Es una de esas chicas educadas en su casa por un padre obsesionado con leer la Biblia para evitar que se contaminen de otras influencias. Otra es Morgonn McMichael, de 24 a?os, que cuenta se sinti¨® marginada de ni?a por su ideolog¨ªa carca y ahora pelea por el movimiento llamado tradwifes, o esposas tradicionales, que aboga por que ellas se atengan al viejo rol de amas de casa. Dice: ¡°?Qu¨¦ tiene de malo ser sumisa?¡±. En ambos casos, la reportera logra establecer cierta sinton¨ªa con ellas. Y la tercera es Christie Hutcherson: esta es alguna d¨¦cada mayor, y la de ret¨®rica m¨¢s belicista. Cuenta con aplomo que escuch¨® la ¡°voz masculina¡± de Dios, que la mand¨® a patrullar la frontera sur al frente de un grupo paramilitar para cazar a ¡°invasores¡±, como llama a los migrantes. Es la que se pone m¨¢s tensa cuando la directora le lleva t¨ªmidamente la contraria. En un momento Wright, conmovida por lo que ve junto a la alta valla en Arizona, pregunta si puede dar un poco de agua a unos africanos exhaustos que han cruzado el desierto. Le responden que no, que eso es colaborar con el enemigo. Muy cristiano no parece.
Son perfiles muy extremos, pero que tienen un p¨²blico considerable. Escuchamos aqu¨ª que existe un ¡°plan de Sat¨¢n¡± para desestabilizar la civilizaci¨®n occidental. Se cuestionan los avances en los derechos de la mujer del ¨²ltimo siglo y pico: ¡°No voy a decir que las mujeres no deban votar, pero dar a las mujeres el derecho al voto ha contribuido a destruir a la familia¡±. Otra perla: ¡°El feminismo es mil veces m¨¢s t¨®xico que lo que llaman masculinidad t¨®xica¡±. Lo que quieren los que mandan, se afirma, es una generaci¨®n de ¡°hombres d¨®ciles y castrados¡±. Por supuesto, se abraza la teor¨ªa del gran reemplazo: las fronteras est¨¢n abiertas (falso) para que la poblaci¨®n inmigrante acabe sustituyendo a la actual mayor¨ªa blanca. Es el gran festival de la desinformaci¨®n.
El documental aspira a retratar a estas tres mujeres como s¨ªmbolos de la marea ultra. Resulta interesante, pero no redondo. En parte porque Layla Wright no es h¨¢bil polemizando con ellas, poni¨¦ndolas ante sus contradicciones. A menudo les deja soltar su discurso y se limita a fruncir el ce?o. Se echa de menos algo de contexto para explicar este fen¨®meno de las influencers reaccionarias, o que se indague en el perfil de la gente que las sigue. La periodista trata de disimular que observa a estas agitadoras como a extraterrestres (ese riesgo lo supo gestionar mejor Alexandra Pelosi en un documental de corte similar y m¨¢s logrado: Los insurgentes de al lado, de HBO).
Si uno busca aqu¨ª respuestas a la involuci¨®n global en los valores liberales que vienen de la Ilustraci¨®n no las encontrar¨¢. Conocer a las m¨¢s extremistas entre los extremistas sirve para agitarnos, para que nos llevemos las manos a la cabeza. Pero cuesta explicar que millones de tipos corrientes, nada exaltados, que llevar¨¢n vidas rutinarias, se vean seducidos por la revuelta contra el progreso, que saquen ante las urnas lo que Antonio Guti¨¦rrez-Rub¨ª llama ¡°nuestro otro yo¡±, ¡°la bestia que todos llevamos dentro¡±. Ni siquiera se ha activado el voto del miedo ante estos planteamientos, que est¨¢n ya muy normalizados en el debate p¨²blico.
Ninguna de estas tres mujeres aspira a ser presidenta, ahora que son dos las candidatas derrotadas por Trump (y es de temer que tardar¨¢ en verse a otra del lado dem¨®crata). Una paradoja de nuestro tiempo es que las grandes l¨ªderes pol¨ªticas en Occidente han encajado m¨¢s en la derecha blanda o dura, de Thatcher a Meloni, pasando por Merkel y ya veremos si Le Pen (o Ayuso). La reacci¨®n va ganando. El martes arras¨®. Lo dif¨ªcil, pero necesario, es explicar por qu¨¦.
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