El cine bajo la mirada ajena
Ver una sala llena para una proyecci¨®n matinal de ¡®Tardes de soledad¡¯ es, cuanto menos, chocante
Llevo a?os mirando la taquilla que hace el cine todos los fines de semana, igual que miro el share televisivo. No lo hago con las plataformas o con las listas de libros m¨¢s vendidos porque ni est¨¢ auditado ni me f¨ªo un pelo. Hace a?os, en una conocida cadena de ocio y cultura, apareci¨® el pack Jos¨¦ Luis Guer¨ªn entre los m¨¢s vendidos. Ser¨ªa fant¨¢stico que Guer¨ªn encabezara de verdad esa lista, pero eso es, sencillamente, imposible. Esta semana pasada he tenido la oportunidad de comentar estos fen¨®menos con un expatriado en Jap¨®n, concretamente con Alberto Calero, director del Latin Beat (secci¨®n iberoamericana del mastodonte que es el Tokio International Film Festival).
Calero es al cine espa?ol lo que Justo Gallego a la arquitectura religiosa. Igual que Gallego decidi¨® construir, ¨¦l solo, una catedral en su pueblo (Mejorada del Campo), para estupor de sus vecinos y, con el paso del tiempo, la catedral de Mejorada del Campo fue recibiendo ayudas y atenci¨®n medi¨¢tica. Muy lejos de ese municipio madrile?o, concretamente en Jap¨®n, Alberto Calero decidi¨® crear, ¨¦l solo y sin ayudas, un festival de cine iberoamericano. El Latin Beat est¨¢, en este momento, en ese punto de inflexi¨®n. Siempre que se habla de cine espa?ol aparecen las palabras ¡°paguitas¡± y ¡°pesebre¡±. Subvenciones, vaya. Si bien siempre ha habido y siempre habr¨¢ aprovechados (algunos a la vista de todos, sin ning¨²n pudor, y otros a la chita callando), siempre habr¨¢ gente que emplea todo lo que puede y m¨¢s en hacer bien la pel¨ªcula que tiene entre las manos.
En el Latin Beat se hace encaje de bolillos para juntar a Pablo Berger, Rodrigo Sorogoyen, Pedro Mart¨ªn-Calero o Alex de la Iglesia. Ver una sala llena para una proyecci¨®n matinal de Tardes de soledad es, cuanto menos, chocante. Al ver que nuestro cine despierta una genuina curiosidad entre los japoneses, estuvimos hablando de la taquilla. La narrativa como imagen en movimiento est¨¢ estupendamente. Lo que languidece es el cinemat¨®grafo, el sistema de proyecci¨®n en una sala oscura en la que muchos desconocidos se sientan a ver una historia, y se abstraen del exterior.
Igual que la literatura no pasa por sus mejores momentos de ventas (m¨¢s bien al contrario), las salas de cine mantienen un lento, pero constante descenso que corre parejo a la falta de concentraci¨®n del personal. El cine es, entre otras cosas, contar historias con im¨¢genes. Para contar las cosas bien hay que salirse de uno mismo y verse bajo la mirada ajena. Todo se entiende mejor con un poco de distancia, y con un poco de silencio.
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