¡°Las personas que hemos sufrido violencia tambi¨¦n tenemos derecho a la poes¨ªa y a la belleza¡±
Las escritoras Selva Almada, Alana Portero, Dolores Reyes y Mar¨ªa Fernanda Ampuero se re¨²nen para compartir c¨®mo la violencia atraviesa sus obras literarias
Para Adriana Pacheco, doctora en culturas y lenguas latinoamericanas y fundadora del podcast Hablemos Escritoras, tener frente a ella a estas cuatro autoras, de quienes asegura haber le¨ªdo absolutamente todo, es un sue?o hecho realidad. Pacheco es la moderadora del panel central en este segundo d¨ªa de la Feria del Libro de Nueva York, que re¨²ne a cuatro escritoras nacidas en los a?os 70: las argentinas Selva Almada y Dolores Reyes, la espa?ola Alana Portero y la ecuatoriana Mar¨ªa Fernanda Ampuero. Han sido invitadas a dialogar sobre la violencia, un tema recurrente en sus obras, aunque explorado desde diferentes ¨¢ngulos como g¨¦nero, clase, poder y marginalidad.
¡°Los caminos de la violencia son aprendizajes y muchos de ellos se aprenden en casa. Un tipo de violencia no puede desentenderse de la otra. Para hablar de violencia no se deber¨ªan hacer distinciones entre la violencia p¨²blica y la violencia privada. Hay que abrir ventanas, volar tejados y dejar que entre el aire¡±, empieza diciendo Alana Portero, cuya primera novela, La mala costumbre (Seix Barral, 2023) fue traducida a cinco idiomas y la posicion¨® como una de las voces m¨¢s refrescantes del momento.
Que lo p¨²blico es privado y lo privado es p¨²blico fue algo que tambi¨¦n defendi¨® la escritora Mar¨ªa Fernanda Ampuero. Puso como ejemplo el caso de Dominique Pelicot, el franc¨¦s de 71 a?os que durante una d¨¦cada drog¨® a su mujer (de la misma edad) e invit¨® a m¨¢s de 90 desconocidos a que la violaran mientras ella se encontraba en estado inconsciente en su propio dormitorio. ¡°Gisele Pelicot contrajo varias enfermedades de transmisi¨®n sexual durante aquel per¨ªodo, por las que el equipo sanitario la interrog¨® sobre si hab¨ªa tenido relaciones extraconyugales. ?Nadie cuestion¨® en ning¨²n momento al marido! Y ninguno de los hombres que la viol¨® se atrevi¨® a denunciar que aquello que estaban haciendo estaba mal. Los periodistas, enfermeros, estudiantes, jardineros¡ involucrados, la violaron como si fuera un animal y despu¨¦s continuaron con sus vidas, volviendo a sus casas y a sus trabajos con total normalidad¡±, expuso la autora de Pelea de gallos con estupefacci¨®n. ¡°Adem¨¢s esto no ocurri¨® en M¨¦xico ni en Brasil (ya saben que los europeos suelen tildarnos de salvajes), sino en un pueblo muy seguro de Francia (libertad, igualdad, fraternidad), siendo perpetrado por su propio marido¡±.
Dolores Reyes resalt¨® la decisi¨®n ¡°absolutamente pol¨ªtica¡± de la v¨ªctima, Gisele Pelicot, al decidir que el proceso se hiciera p¨²blico, para romper con esa narrativa recurrente que trata de reducir la violencia a hechos privados aislados. ¡°El femicidio no solo le pasa a una familia, es una tragedia social. La violencia dom¨¦stica es una violencia comunitaria¡±, continuaba Selva Almada, reciente finalista del Premio Internacional Booker, qui¨¦n destac¨® que la familia es una sociedad a peque?a escala, donde con frecuencia empiezan los abusos y las violaciones y sirve de reflejo de lo que va a ocurrir fuera de las casas.
Las cuatro escritoras crecieron al mismo tiempo que sus pa¨ªses atravesaban situaciones sociopol¨ªticas que pasar¨ªan a la historia por su impacto. Recuerdan aquellos per¨ªodos se?alando que es imposible que su literatura no se viera influenciada por los acontecimientos, que la violencia no quedara flotando tambi¨¦n expl¨ªcita o entre l¨ªneas en sus historias. Tanto Dolores Reyes como Selva Almada nacieron en plena dictadura de Videla. ¡°Hablar en voz alta era peligroso. Recuerdo las caras de terror de los adultos y a las madres y abuelas buscando con desesperaci¨®n a los hijos y nietos que les hab¨ªan robado. Son im¨¢genes que me habitan¡±, confiesa Reyes cuya novela Cometierra, aborda la desaparici¨®n de mujeres y ni?as en un entorno urbano marginal. ¡°Hemos crecido entre muertos y torturas con silenciamientos. La violencia siempre est¨¢ flotando en mis historias, es una parte constitutiva de mis universos¡±, contin¨²a Almada, que en el 2014 public¨® ¡°Chicas muertas¡±, una obra de no ficci¨®n donde visibilizaba tres femicidios ocurridos en la Argentina en la d¨¦cada de los ochenta.
Alana Portero naci¨® en 1978, cuando comenzaba la democracia en Espa?a tras la dictadura franquista, pero para ella aquel per¨ªodo se volvi¨® desesperanzador. ¡°Se hablaba de la transici¨®n de una forma absolutamente propagand¨ªstica, nunca llegaba la explosi¨®n de libertad prometida para todos. Se concentraba en la movida madrile?a que era una locura cultural maravillosa pero que ten¨ªa lugar en un ¨²nico estrato. Y qui¨¦n domin¨® mi pa¨ªs durante 40 a?os todav¨ªa est¨¢ presente, porque la violencia fascista sigue teniendo permisibilidad hoy d¨ªa¡±. A Ampuero lo que le impactaba de crecer en Ecuador era la disparidad brutal entre ricos y pobres y el hecho de que no hubiera clase media. ¡°Se normalizaba que los ni?os vivieran en la calle, cuando yo les preguntaba a mis padres por qu¨¦ no les ayud¨¢bamos, por qu¨¦ no se paraba el mundo para ayudarlos, se me dec¨ªa que eran distintos a m¨ª, que eran ni?os ind¨ªgenas. Ese es el germen de todas las violencias que yo he vivido¡±.
La charla termina con una reflexi¨®n en torno a c¨®mo se puede llegar a lo sublime incluso en el relato m¨¢s desgarrador y en c¨®mo el dolor es una fuente inagotable de belleza est¨¦tica. ¡°Contar continuamente las vidas silenciadas desde un punto de vista documental o plano tiene algo deshumanizante¡±, apunta para terminar Alana Portero. ¡°Las personas que hemos sufrido violencia tambi¨¦n tenemos derecho a la poes¨ªa y a la belleza. La poes¨ªa puede reflejar el horror de un modo mucho m¨¢s preciso que la realidad¡±.
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