La lecci¨®n de la derrota del Partido Dem¨®crata
Si de algo deben darse cuenta los dem¨®cratas es que nada les pudo resultar m¨¢s in¨²til que el pedestal moral desde el cual buscaron construir su campa?a
Los dem¨®cratas han asumido con decencia e integridad su derrota en las elecciones a la Presidencia y al Congreso de Estados Unidos, ante un fracaso estruendoso. Desde 1988 no perd¨ªan con una diferencia tan amplia: fueron derrotados en el Colegio Electoral y en el voto popular, en el Senado y, por ahora, tambi¨¦n en la C¨¢mara de Representantes.
En inmenso contraste con la postura del ahora presidente electo Trump cuando perdi¨® la reelecci¨®n hace cuatro a?os, el presidente Biden y la candidata Kamala Harris han reconocido su derrota y han aceptado algunos errores de su estrategia. Al mismo tiempo, han deseado ¨¦xitos al nuevo Gobierno en su regreso al poder y le han ofrecido todas las garant¨ªas para una transici¨®n armoniosa en el mando. Ante esta realidad cuesta trabajo recordar lo diametralmente opuesto que era el panorama hace cuatro a?os, cuando Trump no reconoci¨® los resultados en su contra y su llamado a la desobediencia termin¨® en uno de los episodios m¨¢s lamentables de la historia electoral de Estados Unidos.
En la pol¨ªtica cualquiera es un buen ganador, pero son pocos los que saben enfrentar una derrota con decencia. Es ah¨ª cuando los l¨ªderes m¨¢s deben demostrar su coherencia con los principios y su compromiso con los valores democr¨¢ticos. En ese sentido, la manera en que los republicanos de Trump y los dem¨®cratas de Harris y Biden han asumido sus respectivas derrotas en 2020 y 2024 tambi¨¦n retrata la realidad de dos visiones sobre la raz¨®n de ser de la democracia estadounidense, cada vez m¨¢s antag¨®nicas y distantes en sus m¨¦todos.
Quienes nos identificamos con las causas dem¨®cratas y liberales en el mundo entero tenemos mucho por aprender del resultado de este martes y del camino que llev¨® a ese desastre electoral. Los retrocesos son enormes al comparar el mapa pol¨ªtico de 2020 con los nuevos resultados, mientras se hace cada vez m¨¢s claro que Trump gan¨® en casi los mismos estados donde obtuvo la presidencia por primera vez en 2016. Las conquistas pol¨ªticas logradas hace cuatro a?os por los dem¨®cratas en estados como Pensilvania y Georgia se vieron revertidas por un discurso revanchista que fue mucho m¨¢s efectivo que las banderas progresistas de Biden y Harris.
Hace cuatro a?os, Biden alcanz¨® la votaci¨®n m¨¢s alta obtenida por un presidente de Estados Unidos, con 81 millones de votos. El mundo entero aplaudi¨® su triunfo y, sobre todo, celebr¨® la salida de Trump del poder. Pero el entusiasmo dur¨® poco y cuatro a?os despu¨¦s, el apoyo a los dem¨®cratas se vio reducido en casi trece millones de votos. El optimismo de Biden y Harris, y sus discursos con tono de estadistas fueron derrotados por las palabras de hombre del com¨²n de Trump. El presidente electo sabe que entre m¨¢s habla de la manera en que piensan los ciudadanos de a pie sobre los problemas cotidianos, las palabras ponderadas de los dem¨®cratas m¨¢s pierden su efectividad. Y mientras la candidatura del expresidente hab¨ªa iniciado hace cuatro a?os, los dem¨®cratas decidieron cambiar por completo su estrategia hace apenas cuatro meses, con la designaci¨®n de Harris como candidata, luego de que Biden insistiera casi un a?o en una campa?a realmente inviable. Sab¨ªan que se enfrentaban a un rival dif¨ªcil y a¨²n as¨ª llegaron a la recta final en medio de tropiezos y confusi¨®n en su hoja de ruta.
Si de algo deben darse cuenta los dem¨®cratas es que nada les pudo resultar m¨¢s in¨²til que el pedestal moral desde el cual buscaron construir su campa?a. Los electores de Trump no han votado por ¨¦l a pesar de sus defectos, sino precisamente por ellos. Sus defensores no buscan en ¨¦l a un l¨ªder sabio ni a un estadista ponderado, sino a un hombre impulsivo, solitario y pragm¨¢tico que comunica con facilidad las soluciones que propone ante los problemas que enfrenta esa naci¨®n. Como ocurre con tantos otros demagogos, entre m¨¢s se conocen los defectos y las fallas de Trump, m¨¢s aumenta su popularidad. La respuesta del Partido Dem¨®crata no puede seguir siendo una de pedestales o superioridades, y en cambio debe buscar el di¨¢logo permanente con todas las poblaciones ciudadanas que los republicanos han sabido interpretar con ¨¦xito.
Esta semana, miles de votantes dem¨®cratas a lo largo y ancho de Estados Unidos cuestionaban en sus redes sociales c¨®mo tantas poblaciones migrantes hab¨ªan optado por votar por Trump, como si de manera impl¨ªcita sus lealtades le pertenecieran al Partido Dem¨®crata. Es precisamente esa postura soberbia de quienes est¨¢n convencidos de ser los ¨²nicos buenos, o los ¨²nicos en tener la raz¨®n, la que deben replantearse los dirigentes dem¨®cratas. Porque a estas alturas, creer que 73 millones de personas han sido confundidas o est¨¢n equivocadas, en vez de entender la realidad que desde las miradas m¨¢s progresistas no han logrado leer, solo denota un incre¨ªble ego¨ªsmo y un encierro ideol¨®gico del que pronto tendr¨¢n que salir.
Para contener los veloces pasos de la demagogia ser¨¢ esencial la decencia, pero los dirigentes dem¨®cratas del mundo entero no podr¨¢n quedarse en sus pedestales a la espera de que el apoyo llegue solo. El contenido, las propuestas y la conexi¨®n con las necesidades reales de una ciudadan¨ªa desilusionada y preocupada tendr¨¢n que ser una prioridad para quienes busquen frenar desde el apego a los valores democr¨¢ticos el crecimiento de los fen¨®menos que m¨¢s desaf¨ªan el futuro de las instituciones liberales.
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