El Gabinete DT 2.0
La primera presidencia de Donald Trump fue una aventura para la que no estaba preparado. Esta vez est¨¢ listo y va por el desquite, con control pleno de su equipo de Gobierno
Dos semanas despu¨¦s del triunfo electoral del Donald Trump, quedan pocas dudas de que DT 2.0 ser¨¢ una versi¨®n m¨¢s descarada, depurada y brutal, en forma y fondo, de la rudimentaria pero letal versi¨®n original, el torpe DT 1.0. Su primera presidencia fue una aventura para la que no estaba preparado. Destac¨® como uno de los peores presidentes de Estados Unidos. Lo que fue un agravio inaceptable para su ego ganador. Esta vez est¨¢ listo y va por el desquite.
La venganza de Trump es deshacer y destruir buena parte de lo hecho por su antecesor. Lo intent¨® sin ¨¦xito con la ley de cuidado de salud asequible de Barack Obama, el llamado Obamacare. Volver¨¢ a intentarlo ahora echando atr¨¢s la transici¨®n a la econom¨ªa verde impulsada por Joe Biden. Es casi seguro que lo logre, aunque en ese tema y muchos otros, como los derechos reproductivos de la mujer, su actitud no solo va contra las preferencias de la sociedad, sino directamente contra la historia.
Pero ese no es su problema. La mejor prueba est¨¢ en los primeros nombramientos. Para empezar, Elon Musk y Vivek Ramaswamy, al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en ingl¨¦s), como los cirujanos encargados de una reducci¨®n extrema del Gobierno federal, que podr¨ªa conllevar el despido de 1.6 millones empleados p¨²blicos de los 2.3 millones actuales y tasajear la seguridad social y el servicio m¨¦dico para personas de la tercera edad (Medicare), para ahorrar 2 trillones de d¨®lares de gasto p¨²blico. Es casi seguro que un recorte de empleos p¨²blicos y beneficios sociales de esta magnitud generar¨¢ controversia y resistencia. Trump no es ajeno a ninguna de estas dos cosas y suele manejarlas a su favor.
Los siguen Robert Kennedy Jr., como secretario de Salud, Tulsi Gabbard, como directora nacional de Inteligencia, y Pete Hegseth, como secretario de Defensa. Salvo por Kennedy Jr., a quien le paga haber sacrificado su candidatura, Trump ha asignado cada uno de estos puestos clave a personajes con credenciales p¨²blicas m¨¢s que dudosas, pero que le han demostrado una lealtad perruna. Son la primera l¨ªnea de ataque y defensa contra el llamado ¡°deep state¡±, la burocracia que hace funcionar el Gobierno federal estadounidense y a la que Trump achaca haber fracasado en algunos de los planes y desprop¨®sitos de su primer mandato. Otro caso que necesita una nota aparte es el de Chris Wright, uno de los mayores defensores de los combustibles f¨®siles, nombrado secretario de Energ¨ªa, lo que no cuesta interpretar como un bofet¨®n a los ambientalistas y promotores de las energ¨ªas limpias. Tambi¨¦n es, por supuesto, un golpe de tim¨®n de 180 grados del rumbo tomado por el Gobierno de Biden.
Y ese es el punto. Porque Trump no act¨²a con base a una visi¨®n de evoluci¨®n o progreso. Lo mueven fuerzas m¨¢s primarias como la supervivencia del m¨¢s apto. Sobrevivir para ¨¦l significa imponerse, aplastar al enemigo, prevalecer sin lugar a dudas. A Obama se la ten¨ªa jurada por llegar a ser el primer presidente negro en la Casa Blanca. A Biden por haberlo derrotado de manera oprobiosa en 2020, un hecho que Trump no reconoci¨® ni jam¨¢s reconocer¨¢.
Como Terminator 2, DT 2.0 tiene una misi¨®n: terminar el trabajo que dej¨® pendiente en su ca¨®tica primera presidencia y marcar su huella en la historia americana. Su convicci¨®n es que antes no pudo socavar m¨¢s el sistema (l¨¦ase drenar el pantano de Washington) por llevar encima una camisa de fuerza institucional. Como se ha dicho ya muchas veces, Trump fue frenado en su primer Gobierno por funcionarios y militares de carrera y pol¨ªticos republicanos institucionalistas, como John Kelly, William Barr y Mike Pence, quienes sirvieron de guardarra¨ªles a la hora de evitar un desmadre, cuyo ep¨ªtome fue la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021. Pero estas figuras ya no solo no est¨¢n en el Gobierno; el propio Trump las ha denostado, maldecido y execrado.
Por eso, la primera medida de DT 2.0 ha sido no dejar duda de que se ha deshecho de la camisa de fuerza y que tendr¨¢ pleno control de su equipo de Gobierno.
Para llevar a cabo la misi¨®n, DT 2.0 tiene una mira l¨¢ser puesta en reventar los controles institucionales que garantizan la independencia de poderes.
Vivek Ramaswamy ser¨¢ el heraldo del desmantelamiento del aparato administrativo y profesional que sostiene el Gobierno. El domingo, un reportaje de The New York Times refiri¨® que este empresario hijo de inmigrantes indios y quien tiene a su cargo discernir los mecanismos para talar el Gobierno, ha dicho que en su primer d¨ªa DT 2.0 tendr¨¢ el poder de eliminar el Departamento de Educaci¨®n, el FBI, el IRS (oficina de impuestos), el Bur¨® de Tabaco, Alcohol, Armas de Fuego y Explosivos y la Comisi¨®n de Regulaci¨®n Nuclear. De la eliminaci¨®n parcial o total de esas instituciones, saldr¨ªan los 1.6 millones de despidos (70% del funcionariado apartando el ej¨¦rcito y el servicio postal) que Ramaswamy se ha propuesto efectuar antes de julio de 2026.
Por supuesto que todo esto es m¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo. No es la primera vez que un equipo de Gobierno llega a Washington con ¨ªnfulas de escoba nueva. Desde la presidencia de Jimmy Carter hasta hoy, se han preparado al menos tres planes para reestructurar la Administraci¨®n p¨²blica. Uno de ellos recomend¨® 2.478 reformas, pero todos se quedaron cortos en su ejecuci¨®n o simplemente fracasaron. Las causas del fracaso son las de siempre. Los arquitectos de las reformas pasaron por alto que detr¨¢s de cada instituci¨®n hay una fuerza de trabajo formada por personas reales con intereses propios y cierta capacidad de resistir y defender sus trabajos. Olvidaron que no por nada el fil¨®sofo Thomas Hobbes compar¨® al Estado con Leviat¨¢n, un gigante aparato que regula los deseos y necesidades de los individuos. Cuando alguien atenta contra ese aparato, digamos Trump y sus subordinados, los individuos que lo forman pueden rebelarse rompiendo el contrato social que sostiene el poder.
Est¨¢ claro que DT 2.0 viene r¨¢pido y furioso y que aprovechar¨¢ el impulso de la elecci¨®n para adoptar medidas radicales durante los 100 d¨ªas que suele durar la luna de miel de los presidentes. Ya conoce a Leviat¨¢n desde sus entra?as y por eso se ha creado un anillo de inexpertos pero vehementes ¡°disruptores¡±, muy ¨¢vidos de arponear al monstruo. A¨²n as¨ª, es dif¨ªcil predecir si esta vez ser¨¢ diferente a los anteriores intentos de reforma de la burocracia.
En un chat de Whatsapp que comparto con un grupo variopinto de mentes curiosas, un amigo recuerda que ya Trump demostr¨® ser un inepto en su primera presidencia y que es muy dif¨ªcil establecer un dominio a fondo de un Gobierno complejo y fragmentado como el de Estados Unidos. La mayor¨ªa simple de los republicanos en el Congreso no le har¨¢ las cosas f¨¢ciles. Otro amigo, con a?os de experiencia en el Gobierno estadounidense, tambi¨¦n recuerda que las figuras que Trump ha puesto frente a las instituciones han llegado all¨ª precisamente porque las odian.
Los ejemplos no necesitan comentario: desde un antivacunas como Kennedy Jr. a cargo de la salud y una filo-rusa como Gabbard de la inteligencia, hasta un enemigo declarado de la regulaci¨®n gubernamental como Musk como zar de las reformas o ex militar como Hegseth, que ha atacado los esfuerzos del Pent¨¢gono para abordar el extremismo en el ej¨¦rcito, al comando de la fuerza armada. Son una ensalada de egos, pero est¨¢n ah¨ª para ejecutar la misi¨®n de DT 2.0: purgar el Gobierno.
A quien dude de lo que viene habr¨ªa que recordarle aquella escena de El Padrino en la que Michael Corleone le responde a su novia Kay Adams cuando ella le cuestiona que Washington no usa los mismos m¨¦todos brutales de la mafia: ¡°?Qui¨¦n est¨¢ siendo naif, Kay?¡±. Y para no ser naif ante la embestida de DT 2.0, hay que preguntarse: ?qu¨¦ se puede hacer?
Los dos frentes de respuesta a un segundo mandato de Trump son la sociedad civil y el Partido Dem¨®crata. La primera debe organizarse de manera inteligente para dar la batalla en las instituciones y, de ser necesario, en las cortes y las calles. Los campos de batalla son tan diversos como la salud, la seguridad social, los flujos migratorios, el comercio internacional, la defensa, la inteligencia, el medio ambiente, la educaci¨®n, los derechos de las minor¨ªas y los derechos reproductivos. DT 2.0 vender¨¢ sus reformas envueltas en empaques relucientes, pero en muchos casos se tratar¨¢ de caramelos envenenados. La resistencia civil ser¨¢ vital para frenarlas y, cuando no se pueda: matizarlas.
El Partido Dem¨®crata, por su parte, debe realizar un examen de conciencia a fondo para determinar, sin demasiados golpes de pecho, qu¨¦ los ha alejado de la clase trabajadora y los hombres j¨®venes, incluyendo latinos y negros. Debe trabajar duro creando una ruta alternativa al camino trazado por DT 2.0. El p¨¦ndulo pol¨ªtico se ha ido con fuerza a la derecha, pero una hipercorrecci¨®n hacia la izquierda podr¨ªa ser contraproducente, como ya se ha visto con el rechazo de la pol¨ªtica identitaria y el ¡°wokismo¡±. Sin embargo, pese a lo que vocifere la propaganda trumpista, la victoria popular de Trump no fue aplastante: el pa¨ªs no es rojo MAGA, sino que est¨¢ dividido en partes casi iguales.
Esto puede ayudar a los dem¨®cratas a remontar su ca¨ªda. Pero para lograr una recuperaci¨®n plena necesitar¨ªan resintonizar r¨¢pido con los electores, renovando no solo su elenco de figuras principales con un liderazgo m¨¢s joven, sino tambi¨¦n actualizando su discurso pol¨ªtico y estableciendo un estilo de comunicaci¨®n acorde con una sociedad que prefiere la conversaci¨®n de las redes sociales a las arengas desde un atril del Congreso. Es incre¨ªble pero cierto que un Bernie Sanders o una Alexandta Ocasio-Cortez tengan m¨¢s llegada en las bases dem¨®cratas a trav¨¦s de las redes que Biden y Harris usando todo el arsenal medi¨¢tico de la Casa Blanca. Acto seguido, los dem¨®cratas deber¨ªan definir una agenda clara para reconquistar el Congreso en las elecciones de medio t¨¦rmino de 2026. Esa agenda debe ser el fundamento ideol¨®gico y program¨¢tico de una nueva generaci¨®n de l¨ªderes dem¨®cratas para el reto de enfrentar al movimiento MAGA y al sucesor de Trump, sea J.D. Vance o cualquier otro, en las presidenciales de 2028.
Pensar hoy en lo que debe hacerse en cuatro a?os parece apuesta demasiado lejana, pero la falta de previsi¨®n sobre un relevo para Joe Biden dio a Trump la ventaja decisiva que se vio en las urnas la desastrosa noche del 5 de noviembre. Si la historia es pr¨®logo del porvenir, es hora de tomar nota de los errores del pasado para no repetirlos.
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