Lo que salvamos cuando ¡®salvamos¡¯ a Maripily
No conviene descartar como simple frivolidad algunas pasiones ciudadanas, como lo demuestra el reciente caso de la final de ¡®La Casa de los Famosos¡¯ que paraliz¨® a m¨¢s de una comunidad latina
Supe que hab¨ªa ganado porque escuch¨¦ el sonido cl¨¢sico de una victoria caribe?a y citadina: una mezcla de fuegos artificiales y disparos. Vivo en Santurce, en el coraz¨®n de San Juan de Puerto Rico; es lunes y, contrario a lo que exige el regreso a la rutina semanal de una noche como esta, el ambiente es similar al de una noche de s¨¢bado, de esas en las que se espera el resultado de una pelea de boxeo, de un partido particularmente dram¨¢tico o de un concurso de belleza.
Acaba de concluir el reality show La Casa de los Famosos que, durante meses, la cadena Telemundo transmiti¨® 24 horas en su p¨¢gina web, en horario prioritario en la televisi¨®n y promocion¨® en todos sus espacios disponibles en los Estados Unidos, con ¨¦nfasis en las comunidades latinas, y otros pa¨ªses de la regi¨®n.
Telemundo se fund¨® hace 70 a?os en Puerto Rico. Su creador fue ?ngel Ramos, un empresario y el primer propietario absoluto del peri¨®dico El Mundo, el principal medio puertorrique?o durante la mayor parte del siglo XX, y de la emisora radial WKAQ, la principal en el pa¨ªs y la quinta en ir al aire en el mundo. Ramos, un hombre de or¨ªgenes humildes y agigantada visi¨®n empresarial, compr¨® el peri¨®dico a los hermanos Real, canarios, fundadores del peri¨®dico en 1919 e hijos de la tradici¨®n de diarios liberales de Espa?a. Cuando en 1954 Ramos decide dar el primer golpe, fundar la primera televisora en Puerto Rico, lo hizo bajo el sello que ya le distingu¨ªa y la bautiz¨® como Telemundo.
D¨¦cadas despu¨¦s de su temprana muerte en 1960, la televisora fue vendida y el su expansi¨®n en los Estados Unidos tom¨® vida propia. Poca gente conoce el origen del nombre del canal y la historia que le precede. En la superficie solo importa lo evidente y, hoy por hoy, es la principal ¡ªo cuanto menos una de las principales¡ª cadena de televisi¨®n en espa?ol en los Estados Unidos y herramienta de representatividad para las comunidades migrantes de pa¨ªses iberoamericanos. En la era de lo superficial, la historia pasa a un segundo plano, hasta borrarse o reescribirse. A veces, hasta eso, da igual.
Telemundo viene al cuento gracias al ¨¦xito abrumador de este programa que no ha aportado nada realmente nuevo a los formatos ¡ªya considerables cl¨¢sicos¡ª de la televisi¨®n de la bien impostada realidad. Pero en el caso de Puerto Rico, un pa¨ªs que, a falta de un Estado independiente, reafirma su derecho a existir a la menor provocaci¨®n, la figura de la concursante boricua Maripily Rivera no solo paraliz¨® el pa¨ªs, sino que gener¨® meses de debate p¨²blico en torno a su participaci¨®n, incidi¨® en la narrativa nacional acerca de lo que nos representa o no y transgredi¨® lealtades pol¨ªticas, sociales y culturales bajo el mandato colectivo que rigi¨® el boca a boca: hay que votar por Maripily. Hay que salvarla. Daba igual saber de qu¨¦, pero hab¨ªa que votar. Eso significaba pertenecer a ese nosotros que invocamos cuando decimos ¡°puertorrique?os¡±.
La mujer es interesante y controversial. Siempre lo ha sido. Modelo voluptuosa, hoy imagen de un cuerpo esculpido a cuenta del ejercicio y la disciplina, madre soltera, llena de dramas amorosos y en su vida p¨²blica. Empresaria y punto de burla del pa¨ªs por a?os. Su hablar relajado y sus comentarios desfachatados, acerca del cuerpo o de cualquier situaci¨®n, la convirtieron en una especie de meme antes de que el meme existiera. Ser como Maripily significaba b¨¢sicamente ser una persona t¨ªmida para la inteligencia, vulgar o cualquier otro ep¨ªteto que sirva para colocarse por encima de otra persona, de trasfondo distinto y distinto acceso a la educaci¨®n formal. Bruta nunca ha sido, eso era evidente. Elegante tampoco. No creo que le haya interesado jam¨¢s. Genuina, desde el d¨ªa uno.
Y la gente vio eso en su participaci¨®n en el show. La amaron, la odiaron, la vieron ser vilipendiada, asediada, la vieron llorar e insistir en que es una mujer fuerte. Aguant¨® la mirada latinoamericana que, a veces, mira con pena o m¨¢s bien un poco de desprecio a los puertorrique?os, esos hijos de la ¨²ltima colonia de las Am¨¦ricas, el pa¨ªs latinoamericano que nunca se liber¨®, los que se atreven a llamarse migrantes en los Estados Unidos pero entran con pasaporte azul, esos latinoamericanos con ¡°suerte¡± y tan poca dignidad a quienes se les perdonan los pecados coloniales por la salsa y el reguet¨®n, pero poco m¨¢s.
Ante esas din¨¢micas brumosas que, a veces ¡ªmuy pocas, poquit¨ªsimas, la verdad¡ª, pesan m¨¢s que la inmensa hermandad que nos une con nuestros hermanos latinoamericanos, Maripily se alz¨® con altaner¨ªa, la misma que es necesaria cuando no solo basta la silente dignidad, sino que hace falta gritarla a viva voz.
La noche de su victoria, la econom¨ªa agarr¨® empuje, se celebraron eventos especiales en los negocios, hubo ofertas, la audiencia se desat¨®, la gente estuvo ansiosa desde temprano en el d¨ªa esperando el momento. Nunca alcanc¨¦ a ver un episodio completo; escuch¨¦, le¨ª, vi alg¨²n pedazo en la web, pero todav¨ªa no doy pie con los nombres de los participantes, ni entiendo bien qu¨¦ pas¨® all¨ª que haya sido tan dram¨¢tico. Pero est¨¢ claro que no conviene descartar el fen¨®meno como algo superficial y ya, o sentenciar que es una tonter¨ªa que no aporta a nada, una se?al de que somos todos un pueblo embrutecido y no s¨¦ qu¨¦ tantas horripilancias m¨¢s.
Cuando algo alcanza el nivel de la superficie es porque tiene un hilo a tierra, una ra¨ªz, un fondo muy profundo que revela una realidad tan inc¨®moda como las garatas que se habr¨¢n dado en esa casa. No se puede hablar de reguet¨®n sin recordar el ambiente creado por la fallida guerra contra las drogas, por ejemplo, del mismo modo en que no se puede ignorar la pregunta m¨¢s importante que este tipo de sucesos genera: ?qu¨¦ nervio social toc¨® esta mujer?
Me quedo con su resignificaci¨®n o reescritura de una palabra traum¨¢tica para nosotros. Ella se hac¨ªa llamar el hurac¨¢n boricua, y exageraba diciendo que era un hurac¨¢n categor¨ªa 10. Este jueves, le har¨¢n un recibimiento en las calles de San Juan, con carrozas y todo el camino de la hero¨ªna. Dicen en la calle que el jueves llega el hurac¨¢n. Las heridas del que nos rompi¨® en 2017, Mar¨ªa, siguen ah¨ª, algunas son cicatrices hermosas, otras son podredumbre y muerte, pero la gente ha comenzado a decir la palabra hurac¨¢n sin miedo.
Un amigo dice que Puerto Rico no necesita re¨ªrse, necesita una alegr¨ªa. A lo mejor el hilo a tierra de esta mal llamada superficialidad tenga algo que ver con eso. Cuando gan¨® Maripily hubo luces en el cielo y tiros en la tierra, lo que suele suceder cuando algo real nos atraviesa.
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