Ding, con su ajedrez poco ortodoxo, remonta de nuevo en el Mundial m¨¢s vibrante desde 1981
El chino presiona otra vez con virtuosismo hasta la rendici¨®n de Niep¨®mniashi en la sexta partida, e iguala el marcador (3-3) a falta de ocho
¡°El ajedrez es el deporte m¨¢s violento¡±, dec¨ªa el espa?ol Ricardo Calvo (1943-2002), una destacada figura del siglo XX. El Mundial de Astan¨¢ (Kazajist¨¢n) entre Ian Niep¨®mniashi y Liren Ding le da la raz¨®n. Un d¨ªa despu¨¦s de que el ruso ganase la quinta partida tras perder la cuarta, el chino gana la sexta e iguala el marcador (3-3). Hay que remontarse a 1981 (K¨¢rpov-Korchn¨®i) para encontrar otro duelo por el t¨ªtulo con cuatro victorias en seis asaltos. El s¨¦ptimo est¨¢ programado para el martes.
La afirmaci¨®n de Calvo -jugador de alto nivel, historiador, escritor y m¨¦dico- cobra pleno sentido cuando se sabe que, contrariamente al f¨²tbol u otros muchos deportes, el ajedrecista no puede desahogar la tremenda tensi¨®n de una partida de cuatro o cinco horas mientras la juega. Est¨¢ prohibido que Ding y Niep¨®mniashi hablen con nadie, y gritar estar¨ªa muy mal visto incluso si lo hacen en sus camerinos, donde adem¨¢s hay c¨¢maras de control remoto. Y ser¨ªa rid¨ªculo culpar de una derrota al ¨¢rbitro porque, en ajedrez, es casi imposible que sus decisiones alteren un resultado. Quien pierde sabe que la causa son sus errores y los aciertos del rival, no hay m¨¢s.
¡°Hoy he jugado la peor partida de mi vida¡±, sentenci¨® Niep¨®mniashi, pocos minutos despu¨¦s de su rendici¨®n. Obviamente exager¨® mucho porque lo que ocurri¨® m¨¢s bien fue que Ding lo someti¨® con una camisa de fuerza, aumentando la presi¨®n durante cuatro horas con gran pericia. Es verdad que ¨¦l omiti¨® las mejores defensas, pero tambi¨¦n que eran muy dif¨ªciles de ver y calcular para un ser humano, aunque las computadoras que procesan millones de jugadas por segundo las capten en un periquete.
Esa frase reflejaba el estado de ¨¢nimo del ruso en ese momento. EL PA?S le pregunt¨® entonces si hab¨ªa una explicaci¨®n l¨®gica para su tropiezo 24 horas despu¨¦s de una victoria de enorme importancia psicol¨®gica (gan¨® la quinta tras perder la cuarta) ya que recuperarse de las derrotas ha sido siempre el punto m¨¢s d¨¦bil de Niep¨®mniashi. Tras una aspiraci¨®n profunda, respondi¨®: ¡°La tensi¨®n es muy grande. Es probable que el subid¨®n de autoestima de ayer se haya reflejado en un exceso de confianza hoy¡±.
Por otro lado, la fortaleza psicol¨®gica de Ding parece herc¨²lea: deprimido tras los dos primeros asaltos, seguro de s¨ª mismo en el tercero, triunfante en el cuarto, derrotado en el quinto y aplastante en el sexto. ¡°He logrado que la derrota de ayer no me afectase¡±, afirm¨®. Pero la gran pregunta en el aire es c¨®mo se consigue eso en un deporte donde la autoestima es de monta?a rusa.
Sobre todo, en este duelo concreto. Hay que remontarse a una rivalidad muy c¨¦lebre, la del superh¨¦roe nacional sovi¨¦tico Anatoli K¨¢rpov contra el ¡°traidor¡± (disidente escapado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica) V¨ªktor Korchn¨®i en su segundo duelo por el trono (Merano, Italia; 1981), para encontrar cuatro victorias en las seis primeras partidas. Pero ni siquiera ese enfrentamiento fue tan vibrante, porque K¨¢rpov ganaba por 4-2, y no hubo tres victorias consecutivas, como ahora.
Preguntados ambos al respecto, el eslavo, con enormes ganas de desaparecer de los focos, aplaz¨® su respuesta ¡°para otro d¨ªa¡±. El asi¨¢tico aport¨® una idea de gran inter¨¦s: ¡°En general, en estas seis partidas apenas hemos jugado aperturas [primeros movimientos] de computadora, con muchos movimientos de memoria. Hemos salido m¨¢s bien pronto de los caminos muy analizados, y eso reduce la probabilidad de tablas¡±. Esa respuesta demuestra que el ajedrez entre humanos tiene futuro, aunque el mejor jugador del mundo sea una m¨¢quina desde hace unos veinte a?os. Al igual que a nadie se le ocurre incluir un b¨®lido de F¨®rmula 1 en una carrera de 100 metros lisos, y el atletismo sigue contando con millones de aficionados, el ajedrez tambi¨¦n.
En las redes sociales se ven cada d¨ªa m¨¢s comentarios en el mismo sentido: en Astan¨¢ no juega el todav¨ªa campe¨®n del mundo, el noruego Magnus Carlsen, cuyo estilo se parece bastante al de una computadora; pero las peleas de Niep¨®mniashi y Ding son mucho m¨¢s excitantes para un aficionado medio que las de Carlsen contra el ruso Sergu¨¦i Kariakin (Nueva York, 2016) y el estadounidense Fabiano Caruana (Londres, 2018), tan refinadas t¨¦cnicamente como sopor¨ªferos en gran parte. El ajedrez es, ante todo, un deporte de combate, aunque tenga algo de ciencia, arte y herramienta educativa. Y, por fin, hay un duelo por el t¨ªtulo que lo corrobora.
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