La fiesta apenas comienza
Dicen en estas tierras que por el desayuno se sabe c¨®mo ser¨¢ el almuerzo, pero unos buenos huevos revueltos no son garant¨ªa de ordenar un pa¨ªs revuelto
Gobernar es f¨¢cil. Siempre y cuando uno no gobierne. Lo comprueba una somera revisi¨®n de las declaraciones de quienes han llegado a la presidencia de Colombia: saben, como expresidentes, resolver todos los problemas que no pudieron enfrentar satisfactoriamente en sus respectivos periodos. Es sencillo ganar batallas y partidos de f¨²tbol despu¨¦s de ver c¨®mo se perdieron. Desde las academias militares y la banca, o desde un sof¨¢ en casa, todos somos Alejandro Magno y Johan Cruyff.
Gustavo Petro, durante toda su carrera pol¨ªtica, ha sido un ser de soluciones. Un cerebro f¨¦rtil para la resoluci¨®n de problemas nacionales. No existe t¨®pico en el que carezca de una propuesta, un proyecto, una estrategia o, al menos, una idea que podr¨ªa ponernos en la ruta de los finales felices. Obvio, excepto cuando construye trenes a¨¦reos, pero ocurrencias como esa, lo sabemos, no pasar¨¢n jam¨¢s de la pirotecnia propia de las campa?as. Y est¨¢ claro que la impunidad en Colombia, m¨¢s que un asunto penal, pertenece al campo del proselitismo.
P¨®ngale usted sobre la mesa al presidente electo un naipe con 52 dramas nacionales. Baraje y p¨ªdale que elija una carta. Cualquiera que ¨¦l saque, como demostr¨® en campa?a, tendr¨¢ inmediata respuesta. Por eso perdi¨® Rodolfo Hern¨¢ndez, porque ten¨ªa el naipe trucado y las 52 cartas estaban marcadas con la misma figura: ¡°acabar con la corrupci¨®n¡±.
Extra?a, a estas alturas, que no tengamos m¨¢s petros, m¨¢s solucionadores de la renderizaci¨®n con reales posibilidades presidenciales. Deber¨ªan contarse por docenas. No es dif¨ªcil: los problemas de este pa¨ªs son los mismos hace d¨¦cadas, as¨ª que encontrarles remedio es tarea que cualquiera, con tres dedos de frente (o tres asesores en frente), lograr¨ªa de manera medianamente satisfactoria. Tal vez se necesiten tres o cuatro gobiernos petristas para erradicar nuestros males, pero en este primer gobierno se sentar¨ªan los pilares que nos dar¨¢n salud, educaci¨®n, v¨ªas, trabajo, seguridad y una econom¨ªa sana a 50 millones de atormentadas almas.
Petro comenzar¨¢ a gobernar (de hecho ya lo est¨¢ haciendo) con una importante votaci¨®n, contando con el respaldo de inmensos sectores de la pol¨ªtica criolla (algunos de los cuales, hieden) y con una popularidad que apenas se compara con la de Michael Jackson en a?os de Thriller. Adem¨¢s, le sobra car¨¢cter, astucia y fanaticada.
Cierto es que el uribismo pura sangre no ha sucumbido a los encantos de este gal¨¢n seco, algo brusco e introvertido, pero pocos presidentes electos han tenido tan favorable escenario para lograr transformaciones en beneficio de la gente real. Si las esperanzas de los colombianos pudieran tasarse en oro, podr¨ªa decirse que Petro es hoy el hombre m¨¢s rico del pa¨ªs. Y que, a diferencia de otros ricos, ¨¦l conoce lo que es el fervor, el genuino amor de la gente.
Sus devotos admiradores est¨¢n convencidos de que es matem¨¢ticamente imposible que falle, y de que ¨¦l estaba en el momento correcto de la historia, parado en el sitio adecuado. Tal vez convenga, a riesgo de parecer aguafiestas en pleno ¨¦xtasis del cambio, recordarles a tirios y troyanos que Gustavo Petro es un ser humano. Que no podr¨¢ mover la piedra del sepulcro ni deshacer misiles con el pecho, seamos creyentes o consumidores de comics.
Los hijos de los dioses ascienden al cielo; los seres humanos descienden a la realidad. Y es ah¨ª, con los pies firmemente anclados en la tierra, que sabemos de qu¨¦ est¨¢n hechos. Petro est¨¢ a punto de descubrir qui¨¦n realmente es ¨¦l. No lo sabe. Pero lo sabr¨¢. Todo nefelibata termina descubriendo que las nubes no son s¨®lidas.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.