El Estado no me cuida
Las autoridades solo reaccionan cuando las v¨ªctimas se hacen visibles y la indignaci¨®n genera reclamos en los medios y las redes. La sociedad se sorprende porque la obligan a ver lo que pasa ante sus ojos sin notarlo
De tanto en tanto en Colombia nos sacudimos con un caso de violaci¨®n a una mujer o con un feminicidio. Y no es porque ocurran solo de tanto en tanto, es porque la mayor parte del tiempo estos delitos pasan inadvertidos aunque suceden todos los d¨ªas. Y cuando las v¨ªctimas se hacen visibles y la indignaci¨®n genera gritos, a veces hasta caos, la autoridad aparece como por arte de magia. Se ordenan investigaciones, se hacen capturas, se pone en marcha el aparato de un Estado que suele estar ausente para proteger a las mujeres en la cotidianidad.
Hay un estribillo que se ha convertido en s¨ªmbolo de las luchas feministas, que pone en evidencia esa falta de protecci¨®n: ¡°El Estado no me cuida, me cuidan mis amigas¡±. En muchas manifestaciones lo corean las mujeres en las calles cuando exigen protecci¨®n. Esto va m¨¢s all¨¢ de una consigna porque es real esa b¨²squeda de sororidad para garantizar que todas regresen bien a casa.
Hoy son muy frecuentes las redes de mujeres que se conectan, se escriben mensajes, comparten ubicaci¨®n, se protegen ante la incertidumbre que representa la calle y a veces el propio hogar en donde se producen muchos feminicidios. No deber¨ªa ser as¨ª, pero lo es porque el Estado no responde. Y a pesar de las redes de protecci¨®n, cientos, miles de mujeres, no regresan a casa, o vuelven despu¨¦s de haber sido v¨ªctimas de abusos, violencia sexual y agresiones de todo tipo.
Paula Andrea Restrepo Parra sali¨® de su casa en Andes, Antioquia, el 4 de noviembre. Fue al colegio y al terminar la jornada deb¨ªa regresar con su familia, pero nunca lleg¨®. Horas despu¨¦s su cuerpo apareci¨® con signos de tortura y abuso sexual. Ten¨ªa 18 a?os. Estaba a punto de graduarse de bachiller. En un ensayo sobre violencia de g¨¦nero que escribi¨® para una de sus clases, seg¨²n cuenta el peri¨®dico El Colombiano, Paula Andrea se preguntaba ¡°?Por qu¨¦ las leyes en nuestro pa¨ªs no nos dan la protecci¨®n necesaria a nosotras las mujeres?¡±
El 31 de octubre la joven Hilary Castro de 17 a?os fue v¨ªctima de abuso sexual en una estaci¨®n de Transmilenio en Bogot¨¢. Cuando intent¨® poner la denuncia fue obligada a transitar por los vericuetos de una burocracia que la revictimiz¨®. Ella cont¨® su historia en redes sociales y su caso gener¨® una ola de indignaci¨®n y protestas en las calles. Es ah¨ª cuando entra a operar la justicia: se acelera la investigaci¨®n y capturan al delincuente quien horas despu¨¦s aparece muerto en la zona de detenci¨®n de la URI (Unidad de Reacci¨®n Inmediata) en donde estaba detenido.
Paula Andrea y Hilary son dos mujeres que padecieron, como miles, la violencia de g¨¦nero presente en todos los rincones de este pa¨ªs y en buena parte del planeta. Ser mujer significa estar en permanente riesgo. Ser mujer significa no tener la certeza del regreso a casa, ser mujer es caminar con el miedo a ser asesinada, abusada, agredida, manoseada. Ser mujer significa no sentirse protegida.
Seg¨²n informaci¨®n del portal Datos Abiertos del Gobierno colombiano en un compilado de datos desde el a?o 2010 hasta octubre del a?o 2022, en Colombia, se han reportado 404.994 mujeres como v¨ªctimas en investigaciones por el delito de abuso sexual. La cifra de feminicidios para el mismo per¨ªodo es de 3.734. La violencia acecha de manera permanente, la agresi¨®n sexual es tan cotidiana que sorprende lo poco que se avanza en su control. Y si hablamos de feminicidios los delitos ocurren por todas partes. En tiempos de confinamiento, cuando muchas mujeres se vieron obligadas a estar encerradas con el enemigo, se multiplicaron estos hechos.
Muchas de las v¨ªctimas no alcanzan a ser visibles en los debates de medios y redes, pero son reales. Luz Amparo Garc¨ªa Alvarez, ?lida Amanda P¨¦rez, Ana Garc¨ªa P¨¦rez, Ana Mercedes Rivas Ramos, Katy Juliana Ariza Mac¨ªas, Luisa Fernanda Vel¨¢squez, Luz Emilda Bernal Benavides, Sandra Patricia Mart¨ªnez R¨ªos, Luz Dary Bravo Mu?oz, In¨¦s Acu?a Rodr¨ªguez, Arly Johana Gir¨®n Gonz¨¢lez y Mar¨ªa Elena L¨®pez Arboleda, fueron algunas de las v¨ªctimas de feminicidio durante el confinamiento. Dejaron hijos, hermanas, madres, familias para quienes la vida se parti¨® en dos. Nunca ser¨¢ lo mismo.
El Estado no cuid¨® a estas mujeres, el abrazo de sus amigas y sus hermanas no logr¨® protegerlas a pesar de los esfuerzos. Muchos feminicidios son tragedias anunciadas y denunciadas. Muchas agresiones son silenciadas. Los protocolos de protecci¨®n no alcanzan, las instituciones fallan y por eso no podemos olvidar a ninguna y debemos gritar historias como la de Paula Andrea y ese futuro que no fue y la de Hilary y su resistencia despu¨¦s de la agresi¨®n. De tanto en tanto la indignaci¨®n tiene que sacudir a una sociedad que se sorprende porque la obligan a ver lo que pasa ante sus ojos sin notarlo. Si se sacudiera m¨¢s, tal vez habr¨ªa menos violencia para lamentar y habr¨ªa respuesta para la pregunta que dej¨® Paula Andrea.
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