Socavar la democracia
Una democracia en la que no se pueda cuestionar a los servidores p¨²blicos, deja de serlo. No hay democracia con mordaza; tampoco, anclada en el irrespeto
El racismo es una de las condiciones humanas m¨¢s repugnantes. Todav¨ªa m¨¢s cuando la acompa?a un agravante: que la practiquen personas que se ubican en una especie de pedestal enfermizo que, creen, las habilita para se?alar con un dedo las diferencias. La ¡°pureza¡± es un concepto que, en este contexto, se alimenta con odio, resentimiento y prejuicios. Injustificable.
Pero la manera de combatirlo debe tambi¨¦n transitar por los caminos de la racionalidad, so pena de incurrir en desproporciones. Caso perfecto el de la vicepresidenta Francia M¨¢rquez, quien ostenta una dignidad y unas responsabilidades derivadas del voto de los colombianos y cuyas tareas se costean con dineros p¨²blicos.
En ese sentido, ni a ella, ni a ning¨²n funcionario, se le puede conceder una especie de blindaje a la opini¨®n y su escrutinio. Muy por el contrario, deben estar los servidores p¨²blicos, con independencia del rango y nivel de sus obligaciones, expuestos a la lupa de la sociedad, a los cuestionamientos de la gente, a las inquietudes de los medios.
En tanto vicepresidenta, representa ella los intereses de todos y si, por ejemplo, en un escenario internacional se comporta de manera desobligante o se expresa de forma inadecuada, tiene que aceptar las cr¨ªticas. Hechas, por supuesto, con respeto. Lo dem¨¢s son insultos y calumnias que hay que rechazar de manera contundente.
Lo que no puede pasar es que haga carrera la creencia de que un comentario negativo sobre el desempe?o de los funcionarios se asocie autom¨¢ticamente a un ejercicio segregacionista. La impreparaci¨®n de un empleado p¨²blico, o su salida en falso en desarrollo de tareas legales o constitucionales, bien pueden ser puestos sobre la mesa del debate y la discusi¨®n. Fatal para la democracia que se pretenda, casi siempre con intereses pol¨ªticos, graduar de racistas a quienes, con altura, plantean las falencias de quienes ejercen la funci¨®n p¨²blica.
?Cu¨¢l es el apartado constitucional o el desarrollo legal que proh¨ªbe cuestionar a un funcionario que haga parte, por ejemplo, de una minor¨ªa o de un grupo religioso? ?Qu¨¦ tipo de democracia es aquella que obliga a los ciudadanos a comportarse como borregos, so pena de terminar empujados al ruedo del prejuicio? ?Qu¨¦ autoridad judicial puede condenar a alguien que, con razones, pone en duda el comportamiento de un funcionario?
Para nuestra mala fortuna, el escenario de las redes, y quienes las usan para defender agendas e intereses particulares, parece ahora sugerir que es mejor callar para evitar la horda de azotes virtuales. Y, de paso, incluyamos aqu¨ª de una vez a la censura. Porque tan nocivo como padecerla es practicarla, a modo de autocensura, para eludir el matoneo, nueva actividad predilecta de quienes derivan de las redes alg¨²n tipo de reconocimiento.
Aqu¨ª no hay embudos; es un asunto de doble v¨ªa: los ciudadanos a comportarse de manera decente y educada, y los servidores p¨²blicos a entender que no son el racismo, ni la xenofobia, ni el prejuicio, ni el clasismo los que necesariamente alimentan el sagrado derecho de calificar actuaciones.
De lo contrario, volvamos todos al tapabocas, pero que nos lo metan de una vez en la entrada de la garganta. Que el prop¨®sito de este 2023 sea fortalecer, con maneras y argumentos, la democracia. Jam¨¢s, socavarla.
***
Retaguardia. A ning¨²n gobierno le luce tomar atajos jur¨ªdicos, por buena que sea la intenci¨®n que aliente sus decisiones. El Estado de Derecho requiere de ¡°juridicidad total¡± para que lleguemos a vivir en paz, aunque dif¨ªcilmente ser¨¢ total.
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