Todos a la calle
En ¨¦poca preelectoral, el hecho de convocar al pueblo desde el Ejecutivo para defender ¡®el cambio¡¯ es en la pr¨¢ctica una forma de romper el equilibrio entre las ramas del Estado
En Colombia estamos a punto de realizar un cambio de fondo en la estructura del Estado. La iniciativa presidencial de salir a la calle para reemplazar o presionar al Congreso constituye la creaci¨®n de un quinto poder, una nueva rama que rompe el equilibrio de la organizaci¨®n estatal, dada la vinculaci¨®n estrecha entre el resultado electoral y la agitaci¨®n en la plaza p¨²blica. La dictadura de la calle se impone para presionar a los otros poderes. As¨ª fue el juicio que Herodes le hizo a Jes¨²s el Nazareno: la calle lo conden¨® a muerte, no hubo debido proceso.
En ¨¦poca preelectoral, como la que vive ya este pa¨ªs, el hecho de convocar al pueblo desde el Ejecutivo para defender el cambio es en la pr¨¢ctica un acto constituyente figurado. Es cambiar los actos legislativos por actos constituyentes. Si la reforma a la salud no pasa en el Congreso, pasa en la calle, ?y qu¨¦ hacen las instituciones? ?Se agachan? ?O se unen a los protestantes en la rambla? Es oportuno recordar que el presidente de la Rep¨²blica utiliz¨® el mecanismo para enfrentar la crisis en tiempos de la Alcald¨ªa de Bogot¨¢, cuando fue destituido por el procurador general de la Naci¨®n. Convoc¨® al pueblo y el pueblo impidi¨® que sacaran a su alcalde elegido.
Como convocar a la gente es leg¨ªtimo, previo el cumplimiento de requisitos municipales, a los pol¨ªticos les tocar¨¢ aceptar el reto porque, si no, los arrasan en octubre. Todos a la calle. Ser¨¢ un dolor de cabeza, un verdadero reto, para los alcaldes encargados de un uso apropiado del orden p¨²blico.
El presidente considera leg¨ªtimo apelar al constituyente primario para refrendar sus promesas de campa?a. Es el as bajo la manga del que habl¨® su h¨¢bil ministro del Interior, Alfonso Prada. Nada m¨¢s provocativo que ofrecer un cambio para torear el descontento social que se deriva de una inflaci¨®n incontrolable y una inseguridad manifiesta. M¨¢s la cojera del cese al fuego de la paz total. El evangelio dominical de Ricardo ?vila, en El Tiempo, advierte que la decisi¨®n de que el presidente de la Rep¨²blica asuma directamente las funciones que ejercen las comisiones de regulaci¨®n de servicios p¨²blicos equivale a un terremoto institucional que vendr¨¢ acompa?ado de incontables r¨¦plicas. Algo as¨ª, digo yo, como h¨¢gase la luz.
La unidad del Gobierno muestra unas grietas preocupantes. La c¨¦lebre ministra de Minas y Energ¨ªa lo dej¨® claro al pedirle a su colega de Hacienda, el ministro Jos¨¦ Antonio Ocampo, remar para el mismo lado. Todos tenemos que estar mirando para el mismo lado, agreg¨®, para referirse al resto del gabinete que no la ve con buenos ojos. Ella, la ministra Irene V¨¦lez, no est¨¢ sola. Tampoco tiene ambiente en la sala del consejo de ministros la doctora Carolina Corcho, de Salud, a partir del momento en que se le chispote¨® el exabrupto de que el sistema de salud es uno de los peores de todo el mundo. Su compa?ero de Educaci¨®n y exministro de Salud salt¨® como un canguro: no es cierto que el de Colombia sea uno de los peores. Y as¨ª otras fisuras del Alto Gobierno. El presidente, ni mu.
Es por eso que, como dice la canci¨®n de El Gran Combo de Puerto Rico, no hay cama (l¨¦ase puestos) pa¡¯ tanta gente. Pa¡¯ fuera, pa¡¯ la calle.
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