Juan Valdez contra Pablo Escobar
La caficultura ha sido un freno a la expansi¨®n de los cultivos ilegales en buena parte de Colombia: los campesinos siembran caf¨¦ en lugar de coca en buena medida gracias a su Federaci¨®n
Cuando en Nueva York o Madrid la gente piensa en Colombia, inmediatamente se le vienen a la cabeza dos productos de origen agr¨ªcola: el caf¨¦ y la coca¨ªna. Aunque es una asociaci¨®n poco afortunada, la historia de esos dos estimulantes ayuda a entender la trascendencia de lo que ha sido la Federaci¨®n Nacional de Cafeteros (FNC) y todo su andamiaje institucional.
Ambos son productos esencialmente para la exportaci¨®n, ambos son f¨¢cilmente cultivables en la zona tropical, ambos requieren poderosas organizaciones de promoci¨®n y comercializaci¨®n para defender su mercado. Y lo m¨¢s importante, ambos son cultivos esencialmente en manos de peque?os cultivadores. El ¨¢rea promedio de la finca cafetera es de solo 1,5 hect¨¢reas y hay aproximadamente 540.000 cultivadores. Como todos los campesinos que exportan sus productos, los cafeteros y los cocaleros est¨¢n a merced de los intermediarios y en general reciben solo una fracci¨®n min¨²scula del precio que pagan los consumidores finales.
Desde el punto de vista tecnol¨®gico, el caf¨¦ ar¨¢bica ¡ªel que predomina en los Andes colombianos¡ª tiene varias complejidades que lo diferencian de otros productos b¨¢sicos agr¨ªcolas. Como la hoja de coca, el grano tomado del ¨¢rbol no sirve pr¨¢cticamente para nada. Es necesario tratarlo in situ de manera que pueda ingresar en la cadena de procesamiento industrial para su exportaci¨®n.
El ¨¢rbol de caf¨¦ ar¨¢bica es una plata bastante terca; se parece a los colombianos. Dada la humedad y las condiciones ecol¨®gicas en que se siembra, los granos maduran de manera dispareja a lo largo de un par de meses, y el campesino requiere pasar y repasar su cafetal para ir recogiendo los maduros. All¨ª est¨¢ uno de los secretos que hacen de nuestro grano el mejor del mundo.
El cultivo del caf¨¦ es un ejercicio delicado de paciencia y de planeaci¨®n financiera. Desde que se siembra una planta hasta que entra en plena producci¨®n se demora en promedio cuatro a?os. Hay que renovarlas al cabo de unos a?os o envejecen, decreciendo la productividad y la calidad de manera significativa. Esto quiere decir que el cr¨¦dito y la asistencia t¨¦cnica son fundamentales para su sostenibilidad en el largo plazo.
Esta presentaci¨®n de la microeconom¨ªa del caf¨¦, quiz¨¢s un poco extensa y por ello me disculpo, es indispensable para poder entender las razones que hacen de la FNC una instituci¨®n fundamental para la caficultura. Cuando se cre¨®, en 1927, los cafeteros eran un segmento social disperso que estaba a merced de las casas comercializadoras estadounidenses y europeas (la mayor¨ªa alemanas, suizas y brit¨¢nicas) que los amarraban con cr¨¦ditos y ayudas para comprometerlos con la entrega de su caf¨¦.
Las casas comerciales concertaban los precios entre ellos y fijaban una remuneraci¨®n al caficultor muy alejada de los precios de los mercados internacionales. Actuaban como un monopsonio feroz que dejaba el caf¨¦ en las fincas si no se aceptaban sus condiciones, la mayor¨ªa de las veces leoninas y abusivas. No muy distinto a lo que hacen las mafias con el peque?o cocalero.
Peor todav¨ªa, las casas comercializadoras a¨²n hoy son traders globales con operaciones en todos los pa¨ªses cafeteros, sin lealtad con el origen. El reconocimiento de un pa¨ªs productor por su calidad no les conviene porque significa que dicho origen recibe una prima y su materia prima cuesta m¨¢s. Tampoco les interesa que los productores de caf¨¦ escalen por la cadena de valor y empiecen a competir con sus compradores, las tostadoras y los distribuidores al detal de la bebida.
Esta desequilibrada econom¨ªa pol¨ªtica del caf¨¦ ¡ªque mantiene en la pobreza a buena parte de los caficultores del mundo¡ª se rompi¨® con la genialidad que signific¨® la creaci¨®n de la FNC. Los cafeteros crearon una organizaci¨®n propia que afilia pr¨¢cticamente a todos los cultivadores, e hicieron algo que no es tan com¨²n: se decretaron a s¨ª mismos un impuesto, en proporci¨®n del precio de exportaci¨®n. Esta innovaci¨®n institucional ha sido la envidia de otros pa¨ªses cafeteros.
El secreto es sencillo pero poderoso. La FNC asumi¨® responsabilidades de pol¨ªtica p¨²blica para el sector, de manera bastante independiente de los vaivenes de la pol¨ªtica. Adem¨¢s, se convirti¨® en un actor central de la pol¨ªtica exterior de Colombia. En colaboraci¨®n estrecha con Brasil, logr¨® aprovechar la disposici¨®n de Estados Unidos y de Europa a hacer concesiones aceptando pol¨ªticas de promoci¨®n del desarrollo para los pa¨ªses m¨¢s pobres. Apalancados en el miedo al comunismo, lograron estructurar acuerdos de cuotas y precios controlados con el ¨¢nimo de dar un ingreso m¨¢s remunerativo a los caficultores. Esas condiciones duraron cuarenta a?os, hasta que lleg¨® Ronald Reagan al poder.
El sector cafetero, que para prosperar necesita de estrategias estructurales y pol¨ªticas de largo plazo, no puede depender de las burocracias estatales con su t¨ªpica parsimonia, inconsistencia e inmediatez. El ¨¦xito del caf¨¦ de Colombia en el mundo se explica en gran medida por la existencia del andamiaje institucional propio. Los recursos del impuesto (conocido como parafiscalidad) se han destinado en su mayor¨ªa a construir bienes p¨²blicos de uso colectivo como la investigaci¨®n, la asistencia t¨¦cnica, la financiaci¨®n, los programas sociales e incluso las obras p¨²blicas y la educaci¨®n. Y quiz¨¢s lo m¨¢s importante: a la garant¨ªa de compra y la comercializaci¨®n internacional.
La garant¨ªa de compra significa que la FNC es el comprador de ¨²ltima instancia del caf¨¦ y es un actor clave en la fijaci¨®n del precio interno. Crea un precio de referencia contra el que deben competir los exportadores privados y neutraliza las posibilidades de que regresen a la posici¨®n dominante que tienen en otros pa¨ªses cafeteros.
Y la labor de mercadeo y comercializaci¨®n internacional ha permitido crear una audiencia que exige la calidad de nuestro caf¨¦ y lo reconoce. La marca ingrediente 100 % Caf¨¦ de Colombia y la figura ic¨®nica de Juan Valdez con su mula se han convertido en unos de los esfuerzos de mercadeo m¨¢s exitosos en la historia de la publicidad mundial.
Sin duda, no todo han sido un jard¨ªn de rosas. La importancia macroecon¨®mica del caf¨¦ ha disminuido, pero en ciertos momentos de la historia lleg¨® a representar el 80% de las exportaciones del pa¨ªs. De all¨ª que el Gobierno exigiera a la FNC que cediera parte de los ingresos adicionales, cuando hab¨ªa buenos precios, para volverlos recursos fiscales. Tambi¨¦n con frecuencia obligaba a los cafeteros a asumir gastos e inversiones que nada ten¨ªan que ver con ellos y que le corresponder¨ªan al Estado. Sin duda hubo errores, falta de innovaci¨®n en la pol¨ªtica de inversiones e inercia burocr¨¢tica que caus¨® p¨¦rdidas significativas cuando las circunstancias cambiaron.
En medio de las crisis cafeteras, la FNC ha demostrado su capacidad de transformar estructuralmente la econom¨ªa del caf¨¦. A comienzos de este siglo los precios alcanzaron los niveles m¨¢s bajos en t¨¦rminos reales en 100 a?os. La producci¨®n se redujo a siete millones de sacos y la pobreza lleg¨® a las familias cafeteras.
A partir de all¨ª se dise?¨® un programa de trasformaci¨®n: hoy la caficultura produce 14 millones de sacos, tiene m¨¢s de 500 tiendas Juan Valdez por el mundo, y es l¨ªder en caf¨¦s sostenibles y especiales. La mitad del volumen exportado sale con alguna modalidad de procesamiento o valor agregado. Los or¨ªgenes regionales y locales del grano colombiano son premiados internacionalmente y reciben primas astron¨®micas en las subastas.
En s¨ªntesis, la organizaci¨®n ha sido capaz de adaptar una actividad que estaba destinada a desaparecer en un vibrante segmento econ¨®mico que ha creado una nueva clase media en las zonas cafeteras tradicionales y en departamentos como Huila, Cauca, Nari?o, Magdalena y Norte de Santander. Y lo m¨¢s importante, la caficultura ha sido un freno a la expansi¨®n de los cultivos ilegales en buena parte de Colombia: los campesinos siembran caf¨¦ en lugar de coca en buena medida gracias a su Federaci¨®n. El Gobierno deber¨ªa aprovechar esa experiencia y ese modelo institucional para que los campesinos de otras regiones prefieran volverse un Juan Valdez que seguir sirvi¨¦ndole a los nuevos Pablo Escobar.
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