Los periodistas de Putumayo sobreviven con el miedo a las puertas de la casa
La FLIP pide al Gobierno de Gustavo Petro que exija a los grupos armados que operan en ese departamento y est¨¢n dentro de la paz total, que saquen de la guerra a los comunicadores. Los periodistas reciben intimidaciones para publicar sus comunicados
En el departamento de Putumayo, en el suroccidente de Colombia, cualquiera, incluidos los grupos armados, sabe d¨®nde viven los periodistas m¨¢s reconocidos. Basta con decirle a un taxista el nombre de alguno de los comunicadores para llegar, en cuesti¨®n de minutos, a las puertas de sus casas, que casi siempre son tambi¨¦n su lugar de trabajo.
Ese es el nivel de exposici¨®n y de peligro al que est¨¢n sometidos justo ahora que los dos grupos armados que operan en el departamento, los Comandos Bolivarianos de la Frontera y las disidencias del frente Carolina Ram¨ªrez, libran una batalla que ha dejado un n¨²mero incontable de muertos y se extiende a los periodistas bajo la figura de amenazas. Todo esto mientras ambos grupos ilegales dicen hacer parte de las negociaciones de la paz total con el Gobierno de Gustavo Petro.
La Fundaci¨®n para la Libertad de Prensa (FLIP) ha documentado que, en este departamento en particular, la violencia contra los periodistas se ha agudizado. La FLIP hace una alerta al presidente y su comisionado de paz, Danilo Rueda, para que los proteja y exija a los armados, en el marco de los protocolos de los ceses bilaterales, que no los intimiden y puedan seguir haciendo su trabajo.
Las intimidaciones incluyen visitas a las casas de varios para presionar publicaciones a favor de uno u otro; la exigencia de acudir a ruedas de prensa y difundir panfletos en los que atacan al bando contrario; y hostigamientos a trav¨¦s de llamadas y mensajes. El resultado es la autocensura porque informar un detalle como el nombre de un integrante de uno esos grupos capturado y muerto, o publicar una noticia y no otra, pone a los periodistas en la diana del grupo que se siente afectado. ¡°Queremos saber a qu¨¦ grupo le va a servir¡±, les han dicho. En colectivo, aunque no sin miedo, han decidido no publicar comunicados ni acudir a esas citas obligadas. Pero se sienten vulnerables.
Putumayo est¨¢ ubicado en la frontera con Ecuador y Per¨². Tiene una de las mayores ¨¢reas de coca cultivadas en el pa¨ªs, 31.000 hect¨¢reas para 2021, seg¨²n las Naciones Unidas. Las calles de Mocoa o Puerto As¨ªs, sus ciudades principales, son un hervidero de motos en todas las direcciones, comercios y armas traum¨¢ticas a la venta. El dinero se mueve incluso cuando la coca est¨¢ represada, como cuentan que se ocurre actualmente en los territorios m¨¢s apartados. Pero tambi¨¦n circula el miedo. Selva y r¨ªo adentro se libra una batalla ¡°tremenda¡± y a¨²n no suficientemente narrada, seg¨²n cuentan varios comunicadores bajo total anonimato.
El departamento ha sido epicentro de varias guerras. Durante d¨¦cadas hicieron presencia las FARC y las Autodefensas, una ¨¦poca de desapariciones y muertes por doquier. Con el desarme de ambos grupos en momentos diferentes, pero con los cultivos de coca vivos, la guerra se recicl¨®.
Despu¨¦s del acuerdo de paz con las extintas FARC, en 2016, emergieron el Frente Carolina Ram¨ªrez y los Comandos Bolivarianos de la Frontera. El primero es el heredero de los miembros del frente 1 que nunca suscribieron el acuerdos, unidos con el frente 32. Seg¨²n la Oficina del Alto Comisionado de Paz, hacen parte del Comando Central de Occidente, con quienes ya existe un protocolo de cese al fuego. Los segundos son una alianza narcotraficante entre los grupos La Mafia y Sinaloa, sucesoras de estructuras que pertenec¨ªan al frente 48 de las FARC. Ahora, como ha confirmado el Comisionado, pertenecen a la Segunda Marquetalia de Iv¨¢n M¨¢rquez.
El 18 de noviembre pasado esa violencia lleg¨® a momento m¨¢s ¨¢lgido. Las im¨¢genes de una pila de muertos sacudieron al pa¨ªs. En medio de enfrentamientos entre los dos grupos murieron al menos veinte combatientes. En Mocoa recuerdan el hecho como los combates de Jes¨²s Mar¨ªa, por la vereda del municipio de Puerto Guzm¨¢n (22.679 habitantes) donde ocurri¨®. Fue parte de los intentos del Carolina Ram¨ªrez de recuperar el control de zonas perdidas, seg¨²n comentan por tel¨¦fono fuentes de la zona. Hist¨®ricamente, los grupos que componen los Comandos controlaron el Bajo Putumayo, la frontera y la salida al Amazonas. Quisieron ampliar su influencia hace poco m¨¢s de un a?o y ocuparon partes de Nari?o y el r¨ªo Caquet¨¢, hasta entonces bajo el dominio de los grupos que formaron el Carolina Ram¨ªrez.
A partir de ese momento comenz¨® ¡°la guerra de comunicados¡± que llegan a los periodistas. ¡°La zozobra que viven los campesinos en medio de esa guerra tremenda y que los pone como objetivo militar, la prensa la est¨¢ viviendo tambi¨¦n¡±, dice un comunicador hostigado. En los panfletos desmienten informaciones, atacan o acusan al otro grupo. Con un lenguaje inusualmente educado, les dicen a los periodistas que ¡°esperan que publique esas noticias de alta envergadura¡±, pero que todos saben que es obligaci¨®n.
Los acercamientos de paz con ambos grupos no ha supuesto m¨¢s calma; por el contrario, increment¨® los hostigamientos. La FLIP tiene informaci¨®n de 28 hechos de acoso y hostigamiento a periodistas de ese departamento, pero a partir de octubre de 2022 se registran presiones de parte de los Comandos y el Frente Carolina. En 2020, incluso, a la casa de un periodista lleg¨® un panfleto acompa?ado con balas de fusil.
No solo son comunicados. Tambi¨¦n les han llegado mensajes de que ¡°colaboren y organicen ruedas de prensa¡± o que asistan a ellas. Ninguno ha accedido. Pero quienes han evitado publicar informaci¨®n de alguno de los dos grupos ha sido abordado para insistirle y recriminarle. Para armados, si un periodista no difunde su informaci¨®n inmediatamente colabora con el grupo contrario.
Lo m¨¢s grave, dicen, es que sus denuncias a las autoridades no tienen respuesta efectiva. A uno, la Polic¨ªa le recomend¨® que se comprara un arma traum¨¢tica para defenderse. A otro lo dejaron esperando una hora en la Fiscal¨ªa, y en la Unidad Nacional de Protecci¨®n (UNP) las respuestas a su riesgo no avanzan. Por eso en Putumayo, alejado de la distante Bogot¨¢, se vio con tristeza y sorna que la UNP le diera escoltas a Rebecca Spr??er, la joven alemana que alcanz¨® fama en redes sociales durante el paro nacional, dice ser periodista y se ufan¨® en redes de su esquema. Uno como el que all¨¢ tanto requieren. En otros casos, las respuestas son intermedias. La mayor¨ªa de los periodistas dicen que el nuevo comandante de la Polic¨ªa tiene una actitud m¨¢s abierta y al menos a uno de ellos recibe rondas de agentes.
El Alto Comisionado dijo en la Comisi¨®n de Paz del Senado que la realidad de los grupos armados est¨¢ siendo relatada por los periodistas locales. ¡°?D¨®nde est¨¢ el periodismo en esos territorios?, escarbando all¨ª, viendo la realidad. No aqu¨ª (en Bogot¨¢) donde estamos¡±. Sin embargo, eso no es lo que viven los periodistas de Putumayo. All¨ª, para mantener la vida, los periodistas callan. ¡°Pedimos un di¨¢logo directo con el Comisionado, para que les pida a estos grupos que nos saquen del conflicto. Ni en los peores tiempos de la guerra reporteamos con tanto miedo¡±, dice uno de los periodistas amenazados.
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