El problema no es el helic¨®ptero
La vicepresidenta, que sabe muy bien en qu¨¦ aguas navega, no duda en se?alar reiteradamente el clasismo y el racismo detr¨¢s de las acusaciones
Desde su llegada a la vicepresidencia de Colombia en agosto pasado, Francia M¨¢rquez se ha enfrentado violencias de todo tipo, desde las suspicacias con las que se refieren a ella en medios de comunicaci¨®n y redes sociales hasta intentos de atentados criminales en su contra, pasando por rumores, acusaciones falsas y los frecuentes ataques racistas. Todo esto la mantiene constantemente rindiendo cuentas y explicando hasta la saciedad lo que nadie que haya ocupado su cargo antes ha tenido que explicar.
En uno de los episodios m¨¢s recientes, la vicepresidenta ha tenido que utilizar sus redes sociales para explicar las razones por las cuales se transporta en un helic¨®ptero del Estado hasta la casa donde ahora vive su familia en Dapa, Valle del Cauca. Y es que cuando se supo del uso de este veh¨ªculo, la ola de cr¨ªticas fue inmediata, en medio de la indignaci¨®n por el aparente uso de recursos p¨²blicos con fines personales, el cuestionamiento de fondo parec¨ªa ser: ?La austera vicepresidenta del cambio viajando en helic¨®ptero hasta su casa? En un video de 23 minutos en su cuenta de Instagram Francia M¨¢rquez explica que, tras el hallazgo de una carga explosiva en la v¨ªa hacia su antigua casa, en Su¨¢rez, Cauca, la recomendaci¨®n de los equipos de seguridad y del presidente Gustavo Petro fue que se movilizara en helic¨®ptero para salvaguardar su vida e integridad.
Aclaradas las razones se esperaba que el revuelo perdiera fuerza. No, a pesar de sus explicaciones, la prensa y las redes insisten y escarban capciosamente el tema. En entrevista con Vicky D¨¢vila, la vicepresidenta es convocada de nuevo a llover sobre el mojado de sus vuelos en helic¨®ptero. Ante la reiteraci¨®n su disgusto es notable. ¡°De malas¡± le contesta a D¨¢vila, y esta frase est¨¢ siendo usada hasta lo impensable para oxigenar nuevamente el ataque.
El ataque sigue porque el problema no es el helic¨®ptero. El problema es que ella es Francia M¨¢rquez y representa todo lo que siempre ha tenido vetado el acceso al poder en Colombia: es una mujer negra de izquierda y de origen popular. No se le perdona la osad¨ªa de posicionarse donde est¨¢ gracias al voto ciudadano.
Sus detractores ejercen contra ella una violencia pol¨ªtica cimentada sobre el robusto pensamiento clasista y racista de nuestro pa¨ªs. El cap¨ªtulo del helic¨®ptero es uno m¨¢s dentro de una secuencia de agravios sin fin y exhibe el mismo patr¨®n de pol¨¦micas anteriores y futuras ¡ªporque, s¨ª, vendr¨¢n otras¡ª: se?alamiento, aclaraci¨®n, reparo distractor e insulto racista-clasista. En ejercicio de esa violencia, la vicepresidenta es acusada una y otra vez, pero sale a dar explicaciones o desmentir la acusaci¨®n; la cosa se aclara. Entonces, afloran el racismo y clasismo detr¨¢s de la acusaci¨®n, ya no es cuesti¨®n de qu¨¦ hizo o dej¨® de hacer, son sus maneras, su tono de voz, su est¨¦tica, su peso, su vida personal.
La secuencia crece en un espiral de se?alamientos que se va calcificando en el imaginario colectivo con dos objetivos. Primero, deslegitimar el proceso pol¨ªtico de m¨¢s de veinte a?os de la vicepresidenta, un valiente camino construido desde el activismo comunitario, ambiental y de defensa del territorio que contados l¨ªderes sociales han vivido para contar. Y, en segundo lugar, transmitir un mensaje ejemplarizante para otras mujeres negras en la escena pol¨ªtica: esto es lo que le pasa a quienes se atreven a ocupar un lugar que no les corresponde. Vivimos en un pa¨ªs donde el poder institucional se asocia vanamente con el prestigio mientras se aleja de su natural funci¨®n de servicio a la sociedad. En el lugar del activismo social, abiertamente marginado en Colombia, la figura de Francia parec¨ªa no molestar demasiado. Era, incluso, celebrada. Mientras fuera una voz ¡°otra¡± estaba bien, pero irrumpir en la institucionalidad es otra cosa.
La vicepresidenta, que sabe muy bien en qu¨¦ aguas navega, no duda en se?alar reiteradamente el clasismo y el racismo detr¨¢s de las acusaciones. Entonces le lanzan nuevos dardos por ¡°resentida¡±, por estar ¡°llena de odio en el coraz¨®n¡±, por ¡°polarizar¡± este pa¨ªs ¡ªal parecer, siempre arm¨®nico antes de su llegada a la poder¡ª. Otros ataques, menos b¨¦licos pero al servicio de la misma matriz violencia pol¨ªtica-clasismo-racismo, toman el tono amable de un consejo para pedirle que se asesore mejor, que no sea tan ruidosa, que sea menos ¡°pintoresca¡± en su est¨¦tica, que se muestre agradecida por el ¡°regalo¡± que le han hecho los colombianos al elegirla, que modere sus formas y mida sus gestos, que se comporte, por fin, como vicepresidente: incolora, muda, protocolaria y sin poder.
A la vicepresidenta le piden que se calle y ella desoye esas peticiones; sabe bien que lleg¨® al poder con una agenda por cumplir. Y, aunque los ataques continuos la han quebrado hasta el llanto, insiste en ense?ar que se trata de clasismo y racismo, no como repeticiones de aut¨®mata, sino como recordatorios necesarios de la raz¨®n que la llev¨® a transitar del activismo a la vida institucional: no acomodarse en el poder sino incomodar un sistema de administraci¨®n y control del poder que siempre se ha asegurado de mantener al margen a quienes son como ella. Un sistema que ha ejercido en su contra tambi¨¦n la violencia epist¨¦mica, que ha deformado su ¡°Vivir sabroso¡± para hacer creer que se trata de casas lujosas, vuelos en helic¨®ptero y excentricidades y no de la filosof¨ªa de los pueblos del Pac¨ªfico, de quienes reconocemos el extraordinario valor de poder permanecer en nuestros territorios con garant¨ªas ciudadanas plenas, sin poner el cuerpo ni apostar la vida en acciones tan simples como salir a visitar a nuestros familiares.
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