La transformaci¨®n digital requiere de acuerdos anal¨®gicos
Cada revoluci¨®n tecnol¨®gica ha tra¨ªdo consigo enormes beneficios para la humanidad y preocupantes impactos. La revoluci¨®n digital no es la excepci¨®n. La respuesta para capitalizar los beneficios y mitigar los costos es, sin embargo, anal¨®gica
Las sucesivas revoluciones industriales han tenido un efecto transformador en nuestras sociedades. Desde el siglo XIX se ha duplicado la esperanza de vida de las personas, se han inventado medicinas que mejoran nuestra calidad de vida, estamos mucho m¨¢s conectados, educados, y una gran mayor¨ªa pasamos a vivir en democracias. Al mismo tiempo, se contaminaron r¨ªos y ciudades, se diezmaron a poblaciones originarias, se generaron conflictos geopol¨ªticos que desembocaron en guerras a una escala inimaginada, y la distancia entre el norte y el sur global creci¨® como nunca antes.
Hoy estamos en medio de una nueva revoluci¨®n: la digital. Este fen¨®meno ha tra¨ªdo enormes beneficios en la comunicaci¨®n, facilitando el comercio, aumentando la productividad, y proliferando informaci¨®n y conocimientos. Actualmente, con el desarrollo que estamos viendo de la inteligencia artificial, los metaversos y la Web 3 se abren una nueva era que permite tecnolog¨ªas descentralizadas, de automatizaci¨®n de procesos complejos y de habitabilidad de espacios virtuales aplicados a actividades y a una escala nunca antes pensada.
Sim¨¦tricamente exponenciales son los desaf¨ªos que nos presentan. Nos encontramos con sistemas cuyos algoritmos tienen sesgos de g¨¦nero, diversidades y poblaciones racializadas que afectan sus oportunidades laborales o a sus derechos frente a procesos judiciales. Automatizaciones basadas en inteligencia artificial con la potencial expulsi¨®n de millones de personas de sus puestos de trabajo. La manipulaci¨®n de la informaci¨®n y proliferaci¨®n de mensajes de odio distorsionando el debate p¨²blico. Si con nuestros likes y ¡°compartir¡± las empresas pueden anticipar nuestras preferencias, imaginemos el potencial impacto en el metaverso donde los dispositivos de RV tambi¨¦n capturan nuestros gestos y emociones. Asimismo, el desaf¨ªo que presentan los sistemas de vigilancia con potencial de control social y discriminaci¨®n. Y, no menor, el impacto psicol¨®gico disruptivo y adictivo que tiene las redes sociales principalmente en las juventudes.
Adem¨¢s, tambi¨¦n existe una ventaja del norte global en estas tecnolog¨ªas. Por ejemplo, casi el 70% de la inversi¨®n en IA se realiza en Estados Unidos, y el BID estima que los beneficios de estas tecnolog¨ªas ser¨¢ 3-4 veces mayores en los pa¨ªses desarrollados. Asimismo, empresas como Apple, Microsoft, Meta o Google tienen la capitalizaci¨®n burs¨¢til equivalente al PIB de pa¨ªses medianos, y un poder de influencia e inversi¨®n a¨²n mayor. Es decir, el desacople entre el norte y el sur global est¨¢ tendiendo a ir acrecent¨¢ndose en la era digital.
Todos estos fen¨®menos impactan a una escala tal que ponen en juego nuestro propio tejido social, nuestras democracias y a¨²n el orden geopol¨ªtico global. Asuntos demasiado importantes como para dejarlos en manos de empresarios e inversionistas privados.
Lo primero que debemos hacer es tomar el toro por las astas. Hoy empresas y organismos multilaterales promueves marcos ¡°¨¦ticos¡± para el desarrollo de inteligencia artificial y otras tecnolog¨ªas disruptivas. Esto no alcanza. Como toda actividad con impacto social tiene que ser regulada para asegurarse de que responda a derechos, inclusi¨®n y sostenibilidad. Hay que crear agencias y entes reguladores aut¨®nomos con alcance nacional y con est¨¢ndares globales. No se puede seguir permitiendo el ¡°lejano oeste¡± sostenido bajo una filosof¨ªa libertaria que plantea una falsa dicotom¨ªa entre innovaci¨®n y beneficio social.
Asimismo hay que dar un salto cualitativo en el sur global de inversi¨®n en conectividad sustantiva, especialmente rural; en la implementaci¨®n de pol¨ªticas diferenciadas para poblaciones vulnerabilizadas; en habilidades y competencias en CTIM, que incluyan a poblaciones subrepresentadas; y el desarrollo de cadenas de valor para el desarrollo de productos y servicios que les permita acceder a mercados globales.
Necesitamos incluir, tambi¨¦n, a universidades, sindicatos y sociedad civil en el proceso de dise?o, control y monitoreo del impacto de tecnolog¨ªas. Mecanismos participativos como consultas p¨²blicas para dar aportes y comentarios de pol¨ªticas p¨²blicas; paneles de ciudadanos y juntas asesoras; y campa?as de educaci¨®n concientizaci¨®n, pueden ser herramientas muy ¨²tiles para lograrlo.
La buena noticia es que muchos de los elementos est¨¢n ya presentes. Hay una proliferaci¨®n de movimientos feministas que producen tecnolog¨ªas que transversalizan el enfoque de g¨¦nero. Un ejemplo es la iniciativa AymurAI en Am¨¦rica Latina que produce datos sobre violencia de g¨¦nero a partir de sentencias judiciales. O Papa Reo, una iniciativa en Nueva Zelanda que busca visibilizar la lengua y cultura maor¨ª a trav¨¦s de la ciencia de datos. Asimismo, existen las redes universitarias que producen talentos; organizaciones que promueven la apertura de datos y la ¨¦tica algor¨ªtmica; gobiernos y bancos de desarrollo con recursos para invertir en proyectos; y empresas con desarrollo tecnol¨®gico con liderazgo en diversas ramas.
El desaf¨ªo est¨¢ en articular estos esfuerzos. Ning¨²n gobierno, empresa o comunidad tiene por si sola la capacidad t¨¦cnica, el m¨²sculo financiero ni la legitimidad para tomar tales medidas en soledad. Solo se podr¨¢ lograr con un gran Pacto de Transformaci¨®n Digital que ponga a las personas en el centro, y se deje de tomar a los desarrollos tecnol¨®gicos como cuestiones sectoriales, para que pasen a ser ejes centrales del respeto de los derechos de las personas, la inclusi¨®n de sectores vulnerabilizados y de la sostenibilidad social y ambiental de sus actividades.
Este pacto requiere un esfuerzo multinivel para conectar a las partes: debe incluir a espacios multilaterales y agencias de desarrollo; gobiernos, universidades, empresas, movimientos sociales sindicatos e invertir energ¨ªa en generar los acuerdos y los esfuerzos necesarios. Solo as¨ª se podr¨¢ tener la fuerza y legitimidad para lograr que la revoluci¨®n digital sea tambi¨¦n un instrumento de derechos y de mejora de la calidad de vida de las personas en cada rinc¨®n del planeta. Parad¨®jicamente, este pacto es un esfuerzo estrictamente anal¨®gico.
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