Los obispos tambi¨¦n lloran
?Por qu¨¦ lloran los obispos en estos tiempos modernos de las luces? Porque las condiciones de seguridad en campos y ciudades se han degradado a niveles impensables
Como estaremos de jodidos los colombianos en materia de inseguridad que los obispos reunidos en conferencia episcopal manifestaron estar dispuestos a morir si la vor¨¢gine de la violencia contin¨²a aumentando su ritmo cruel del ¨²ltimo a?o. Dios quiera que la sangre no nos llegue al cuello en la forma valiente y atrevida como la sugerida por nuestro arzobispo primado y ahora cardenal de la Iglesia cat¨®lica, su eminencia Luis Jos¨¦ Rueda Aparicio, inspirado por la opci¨®n de ser Iglesia misericordiosa en Colombia y trabajar por la paz. Pero no solo con los grupos armados. La paz en las familias. La paz en las calles. La paz en todas partes.
Nadie puede poner en duda el esfuerzo permanente de la Iglesia Cat¨®lica en los procesos para encontrar la paz que nos ha sido tan esquiva. Desde los encuentros en La Uribe, con el presidente Betancur. Los del Cauca, con el M-19 en la administraci¨®n de Barco. Los de Caracas y Tlaxcala, con C¨¦sar Gaviria. No olvidar la intervenci¨®n arriesgada y generosa del padre Rafael Garc¨ªa Herreros en la pol¨ªtica para acabar con el narcoterrorismo. La reuni¨®n de Maguncia en tiempos de Ernesto Samper. Los di¨¢logos del Cagu¨¢n del presidente Andr¨¦s Pastrana. El acuerdo de paz del Teatro Col¨®n entre las FARC y el Estado bajo la batuta de Juan Manuel Santos. Ahora, en la llamada paz total del presidente Petro, el papel de la Iglesia ha sido decisivo. Siempre tolerantes y creativos buscando la concordia. Todo con la bendici¨®n del papa Francisco.
?Por qu¨¦ lloran los obispos en estos tiempos modernos de las luces? Porque las condiciones de seguridad en campos y ciudades se han degradado a niveles impensables. La incapacidad del Estado para copar la territorialidad de la naci¨®n es evidente y la poca efectividad del poder judicial en la lucha contra la corrupci¨®n es un fracaso. Todo lo que se refiere al manejo de lo p¨²blico es corrupci¨®n. Todo acto administrativo es sospechoso sin mecanismo cre¨ªble para determinar si la sospecha es v¨¢lida o calumniosa. El r¨¦gimen departamental de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales est¨¢ en entredicho. Los contralores y personeros disfrutan de una enorme incredulidad.
Estamos ad portas de una jornada electoral llena de nubarrones oscuros. La Registradur¨ªa Nacional del Estado Civil, encargada de organizar el aparato electoral, tiene un director que no es confiable. La campa?a electoral en parte de los territorios rurales es preocupante. La inseguridad en las capitales de departamento arranc¨® antes de la pandemia, dicen los expertos en el tema. En algunas ciudades, como Barranquilla y Buenaventura, el panorama es de terror. Bogot¨¢ est¨¢ arrinconada por cinco delitos, titul¨® el diario El Tiempo.
El destacado gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga, quien habla claro, le pidi¨® al Gobierno Nacional que lo deje participar en la mesa de di¨¢logos con las disidencias de las FARC para cantarles la tabla, porque tienen asilados a muchos alcaldes y a los candidatos a cargos de elecci¨®n popular les exigen vacunas. A los que no son de sus simpat¨ªas, ni siquiera los deja entrar. De Choco y Norte de Santander, ni hablar: confinamiento de la poblaci¨®n civil, que constituye un secuestro masivo, seg¨²n un pronunciamiento del cardenal Rueda. La Justicia Especial para la Paz (JEP) ha sido amenazada mediante un panfleto aterrador que firma una organizaci¨®n que se identifica como las ?guilas Negras. Angustioso.
Sobre la mesa, la propuesta controvertible de J¨®venes en Paz, para pagar a cambio de no matar, ser¨ªa la negaci¨®n del orden jur¨ªdico. En lugar de llevarlos a la c¨¢rcel, darles un premio. Ser pillo paga, dijo el personero de Buenaventura.
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