El negocio de la coca colapsa y asfixia a la Colombia rural
La ca¨ªda en los precios y la alta inflaci¨®n se han traducido en desplazamiento forzado e inseguridad alimentaria para miles de campesinos cuyo pilar econ¨®mico ha sido el monocultivo de la planta y la venta de la pasta base
La coca, uno de los soportes de la econom¨ªa rural en ciertos puntos de Colombia, est¨¢ a punto del colapso. Pocos lo vieron venir. Y a¨²n hay interrogantes para explicar bien el fen¨®meno. Pero el resultado parcial oscila entre el empobrecimiento colectivo y una crisis social aguda de buena parte de entre las 400.00 familias cocaleras, o conectadas al negocio, en departamentos de frontera como Nari?o, Putumayo o Norte de Santander, entre otros. Los desplazamientos forzados en busca de mejor suerte, y la inseguridad alimentaria debido a la inflaci¨®n en los precios, ha ido eclipsando de a poco el recuerdo de los a?os m¨¢s boyantes.
El de la coca es un mercado poco amigo de las estad¨ªsticas claras. Pero se calcula que el precio promedio de una arroba (12.5 kilos) de hoja de coca ha ca¨ªdo m¨¢s del 32% entre 2021 y 2023, de acuerdo con cifras recogidas en el departamento del Cauca, sobre la costa Pac¨ªfica, por el diario El Espectador. En el vecino y sure?o departamento de Nari?o, por su parte, si un kilo de pasta base, que es un estadio posterior en la transformaci¨®n de la hoja en coca¨ªna, costaba 975 d¨®lares, hoy se vende en 240, seg¨²n estimaciones del cap¨ªtulo colombiano del centro de pensamiento e investigaci¨®n International Crisis Group.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, explic¨® el jueves durante la instalaci¨®n de una nueva legislatura en el Congreso, que las exportaciones de coca¨ªna a Estados Unidos han disminuido en paralelo al aumento de la adicci¨®n del fentanilo, un potente opioide sint¨¦tico que ha producido, en lo que va de siglo, m¨¢s muertes que la guerra de Vietnam en el pa¨ªs del norte. Este cambio de marco, record¨® Petro, es una oportunidad para acelerar de una vez por todas el transito de las regiones cocaleras, tradicionalmente marginadas, hacia la legalidad, e integrarlas a los circuitos de progreso que han experimentado otros territorios.
La analista Elizabeth Dickinson del International Crisis Group recuerda que, tras la desmovilizaci¨®n de la guerrilla marxista de las FARC, la econom¨ªa cocalera qued¨® fugazmente hu¨¦rfana. El papel de los insurgentes, que en 2017 dejaron las armas, ejerc¨ªa un control asfixiante sobre el campesinado y sus cultivos. Muchos sembraron la totalidad de sus tierras con una hoja que si bien no los hizo ricos, s¨ª arrojaba mejores beneficios que otros productos: ¡°Eso explica la gravedad del problema. En el sur de Bol¨ªvar (en la costa Caribe), el negocio est¨¢ paralizado hace seis meses. Los campesinos est¨¢n bajando de la sierra, en un desplazamiento interno hacia las ci¨¦nagas, para vivir de la pesca¡±.
Una situaci¨®n insospechada para miles de agricultores cuyos recursos se han ido drenando al punto de tener que arrancar sus cosechas y sustituirlas por sembrados de amapola, las peque?as plantas rojas con sustancias narc¨®ticas empleadas por las farmac¨¦uticas para elaborar, justamente, la morfina (y los narcos, la hero¨ªna). El mercado ilegal sigue siendo m¨¢s rentable. La soci¨®loga Sandra Berm¨²dez, directora de la ONG Viso Mutop, matiza que a algunos puntos del mapa, de hecho, no ha llegado la crisis. Se refiere al sur del Guaviare y algunas zonas del Caquet¨¢, dos departamentos en el sur y el centro del pa¨ªs. De la misma forma asegura que en el sur del ya mencionado Cauca, o el norte de Antioquia (centro), ya se empieza a desperezar la comercializaci¨®n directa de nuevo.
Las explicaciones generales no cuentan para este problema. Pero para acercarse a un pilar s¨®lido de esta historia habr¨ªa que escarbar en el incremento de las hect¨¢reas de cultivo que presenci¨® el pa¨ªs entre 2018 y 2021. Se trata de la ¨²nica hip¨®tesis que genera unanimidad entre los expertos. La sobreoferta heredada de aquellos tiempo hundi¨® los precios. A su vez los cultivos en otros pa¨ªses, como Paraguay, Guatemala, Honduras o M¨¦xico se extendieron. Y otras drogas sint¨¦ticas ganaron terreno. Una amalgama de hechos que hizo eco en los estudiosos de un fen¨®meno que ha reinado, tristemente, durante d¨¦cadas en Colombia.
Lo cuenta Ana Mar¨ªa Rueda, investigadora de la Fundaci¨®n Ideas para la Paz, quien con el pasar de los meses certific¨® que el negocio, en efecto, se estaba marchitando. La precaria situaci¨®n en Argelia (Cauca) o Tumaco (Nari?o) se sumaba a la de otros enclaves como Tib¨² o el Catatumbo (Norte de Santander). De hecho, el presidente Petro asegur¨® en su discurso ante el Congreso que muchos laboratorios clandestinos en los selv¨¢ticos departamentos de Putumayo y Amazonas, al extremo sur del pa¨ªs, habr¨ªan sido abandonados.
Un informe interno del Programa de Alimentos de las Naciones Unidas, citado por la agencia Reuters, alerta por su parte sobre los riesgos que la situaci¨®n encarna para la seguridad alimentaria en ciertas regiones. Los agricultores han tenido que hacer frente a m¨²ltiples adversidades en un contexto de alta inflaci¨®n (12,3%) espoleada, en especial, por el precio de los alimentos. Ana Mar¨ªa Rueda, sin embargo, se muestra cauta y cr¨ªtica a la vez con el desconocimiento general de diversas agencias oficiales y multilaterales: ¡°La ¨²nica acci¨®n y reacci¨®n del Gobierno ha sido una resoluci¨®n de mayo para entregar un subsidio de 2 millones de pesos a las familias del programa de sustituci¨®n para ayudarles con lo que se cree que es la crisis alimentaria¡±.
De la misma forma Elizabeth Dickinson subraya que el impacto econ¨®mico desbarajusta todo el esquema de vida de las regiones. Los cocaleros no contratan los servicios de transporte; tampoco la mano de obra de los jornaleros encargados de arrancar las hojas, conocidos como raspachines; los restaurantes no venden almuerzos y las tiendas no despachan bebidas. ¡°Es un negocio que paga a diario¡± la vida de estos lugares, a?ade la analista. Y los reportes de organizaciones coinciden en una gran paradoja. A medida que la situaci¨®n se recrudece por cuenta del declive en un mercado engarzado con la violencia por cuenta de la guerra antinarc¨®ticos, las posibilidades de los agricultores para llevar la canasta familiar, o los ¨²tiles escolares, se reducen m¨¢s. La precariedad se derrama sobre el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la estructura.
La soci¨®loga Sandra Berm¨²dez afirma, sin embargo, que se trata de un asunto coyuntural. Recuerda que los mecanismos una econom¨ªa sumergida como esta es ¡°fluctuante¡±, opera por ciclos, y que mientras su precio siga siendo superior al de otros productos agr¨ªcolas, ¡°el mercado seguir¨¢ determinando su producci¨®n¡±. Muchos de los miembros del negocio, agrega, han decidido escampar en el negocio de la miner¨ªa ilegal: del carb¨®n, o de los ¡°minerales preciosos como el oro¡±, que tambi¨¦n abunda en algunas de estas zonas. ¡°Se observa que ha habido migraci¨®n de capitales de pasta de coca hacia la miner¨ªa en zonas de la cordillera de Nari?o, sur de Bol¨ªvar o bajo Cauca antioque?o¡±, precisa.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando con los excedentes de la coca acumulados? Ana Mar¨ªa Rueda cuenta que las familias campesinas ¡°est¨¢n guardando casi todo¡±. En Tumaco y Tib¨², recuerda, las comunidades han logrado incluso hacer truques de paquetes de pasta base a cambio de mercados con comida. Otros, empujados por las exigencias del narco, ya no se limitan a la siembra. Ahora se sirven de insumos qu¨ªmicos para convertir la hoja en pasta base. ¡°Todo esto tiene que ver con las l¨®gicas, entre comillas, del mercado desde hace unos cinco a?os¡±, sostiene. Dos medidas para paliar la situaci¨®n mientras pasa la tormenta y los viejos compradores que se han ido esfumando en los ¨²ltimos a?os vuelven a aparecer en un futuro no muy lejano.
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