Edwin Arrieta, el cirujano hecho a pulso que so?aba con conocer todo el mundo
Familiares del m¨¦dico asesinado en Tailandia no esperan la pena de muerte, pero s¨ª una condena ejemplar contra Daniel Sancho
En Lorica, el municipio del Caribe colombiano donde creci¨® Edwin Miguel Arrieta Arteaga (44 a?os), todav¨ªa se habla en tiempo presente del m¨¦dico asesinado a inicios de agosto en Tailandia, sin terminar de asimilar el crimen. Arrieta se crio en el barrio Cascajal, un modesto sector ubicado a pocas cuadras de la plaza de mercado del pueblo de 112.000 habitantes, donde el vocer¨ªo de los vendedores se mezcla con el olor a pescado y el tr¨¢nsito incesante de motocicletas en el sofocante calor del mediod¨ªa.
De chico viv¨ªa con sus padres ¨Cun restaurador de radios y televisores y una profesora de escuela¨C quienes le inculcaron valores cat¨®licos. Los ¨²ltimos a?os de secundaria los curs¨® en la Normal Superior Santa Teresita, fundada en Lorica por religiosas misioneras de esa congregaci¨®n. ¡°Desde ni?o ten¨ªa dos sue?os: ser m¨¦dico y conocer el mundo¡±, cuenta Darling Arrieta, la hermana mayor del cirujano.
Tras un semestre convenciendo a su madre de que no dejar¨ªa la exigente carrera a mitad de camino, Arrieta inici¨® sus estudios en la Universidad Metropolitana de Barranquilla, a cinco horas en coche desde el lugar donde naci¨®. El hijo obstinado no declin¨®. Se gradu¨® hacia el cambio de siglo y se fue a Buenos Aires, Argentina, a especializarse como cirujano pl¨¢stico, est¨¦tico y reconstructivo. El posgrado en la Universidad de Buenos Aires resultaba menos costoso que en Colombia. As¨ª empez¨® a labrar un camino de ¨¦xito en el lucrativo negocio de la cirug¨ªa est¨¦tica que lo perfil¨® como uno de los profesionales m¨¢s reconocidos del Caribe.
Despu¨¦s de vivir un a?o m¨¢s en Argentina, regres¨® a Monter¨ªa, la capital departamental. A una hora de Lorica, trabajar all¨ª le daba mayor proyecci¨®n. Abri¨® un consultorio de cirug¨ªa est¨¦tica, adem¨¢s de trabajar en tres cl¨ªnicas como cirujano reconstructivo, corrigiendo secuelas por siniestros viales, quemaduras o heridas con armas. A medida que su consulta privada fue creciendo, dej¨® uno de esos trabajos para atender a un sinn¨²mero de pacientes que llegaban desde otras ciudades del pa¨ªs o del mundo con el deseo de lucir mejor. Con una creciente clientela de chilenos, a inicios de 2022 empez¨® a practicar cirug¨ªas est¨¦ticas en ese pa¨ªs -donde hab¨ªa convalidado su t¨ªtulo argentino- en la segunda quincena de cada mes.
El anestesi¨®logo Silvio Su¨¢rez, quien lo acompa?aba casi a diario en los quir¨®fanos de la Fundaci¨®n Amigos de la Salud, donde estuvo vinculado por cerca de una d¨¦cada, lo recuerda entregado a la profesi¨®n. ¡°Era dedicado a sus pacientes, perfeccionista en lo que hac¨ªa. Era alegre, espont¨¢neo y divertido¡±, se?ala.
Convertido ya en un destacado cirujano, Arrieta lleg¨® a vivir al barrio El Recreo de Monter¨ªa, el m¨¢s exclusivo de la ciudad. Lleno de casas lujosas, sus vecinos eran familias con poder pol¨ªtico o econ¨®mico. No le conoc¨ªan inversiones distintas a una caba?a de descanso en Cove?as, un tur¨ªstico municipio cercano de playas tranquilas sobre el mar Caribe. Era practicante de polo y ten¨ªa una alarma diaria por la que suspend¨ªa cualquier otra actividad para rezar con el rosario la coronilla de la Divina Misericordia, sagradamente, a las 3 de la tarde.
El m¨¦dico colombiano, de 44 a?os, nunca se alej¨® de los suyos. Era el pilar de la familia, el motor, en quien confiaban las decisiones grandes o peque?as. Viajaba con frecuencia a Lorica. Llegaba con mercado a la casa sencilla donde se crio y aprovechaba el tiempo en familia. Cuando estaba lejos, se comunicaba sin falta varias veces al d¨ªa. Por eso su silencio desde Tailandia el pasado 3 de agosto despert¨® una preocupaci¨®n temprana, que horas despu¨¦s se convertir¨ªa en la consternaci¨®n por el crimen del que fue v¨ªctima.
Nohem¨ª Ballesteros, vecina y amiga de la familia, dice que Arrieta permanec¨ªa pendiente de sus padres, mayores y con problemas de salud. ¡°Siempre que llegaba, lo primero que hac¨ªa era buscarlos. A la mam¨¢, desde que amanec¨ªa, le dec¨ªa: ¡®Mami, c¨®mo amaneciste, ac¨¢ estoy¡¯. Cuando se iba a acostar: ¡®Mami, ya me voy a acostar, te puedes acostar tranquila¡¯. Hay hijos que eso no lo tienen en cuenta. Cuando alguien entrega todo a su familia, as¨ª es con los dem¨¢s, y as¨ª era el doctor Edwin¡±, relata la mujer, que atiende una peluquer¨ªa en Lorica.
Arrieta se desviv¨ªa por los amigos. Los m¨¢s cercanos recuerdan que cuando lo buscaban ¡°no caminaba, sino que corr¨ªa¡±; le gustaban las celebraciones y ser anfitri¨®n. ¡°Era muy sociable, muy amable¡±, dice su hermana. Viajar lo hac¨ªa sentir vivo. Llevaba la cuenta de los pa¨ªses que conoc¨ªa ¨Chab¨ªa estado ya en Italia, Turqu¨ªa, el norte de ?frica¨C y de los que le faltaba por conocer. Antes de abandonar un destino, estaba pensando en el siguiente. ¡°Era un so?ador que quer¨ªa recorrer el mundo. ?l trabajaba para viajar¡±, asegura una de sus allegadas. Entre sus sue?os estaba ir a Escandinavia y conocer el ?rtico.
Antes de su viaje a Tailandia, el primero que hac¨ªa a ese pa¨ªs seg¨²n su familia, el cirujano cont¨® que se encontrar¨ªa con amigos espa?oles. No mencion¨® concretamente a Daniel Sancho, de quien no sab¨ªan sus allegados en Colombia. Su¨¢rez, el anestesi¨®logo, dice que Edwin era reservado con su vida privada y estaba feliz por el viaje. ¡°Iba a conocer nuevas culturas, nuevas maneras de ver la vida, que era lo que le interesaba¡±, narra.
Lo que s¨ª hab¨ªa expresado Arrieta eran sus planes de irse a vivir a Espa?a porque all¨¢ ¡°se viv¨ªa rico, era agradable. Fue como cinco veces en los ¨²ltimos 10 meses. Dec¨ªa que estaba trabajando en la convalidaci¨®n de sus documentos y que ten¨ªa planes de montar negocios en Madrid¡±, agrega Su¨¢rez.
Primero la investigaci¨®n, luego la repatriaci¨®n
Los allegados de Edwin Arrieta est¨¢n a la espera de la repatriaci¨®n de los restos, mientras no se afecte la recolecci¨®n de pruebas en el pa¨ªs del Sudeste Asi¨¢tico. El abogado de la familia, Miguel Gonz¨¢lez S¨¢nchez, ha declarado que el juicio debe darse en Tailandia, sin extradici¨®n del confeso asesino. ¡°El hecho ocurri¨® all¨¢, entonces no vemos la necesidad de que sea trasladado. La extradici¨®n ir¨ªa en contrav¨ªa de los derechos de las v¨ªctimas. Creemos que Tailandia es un terreno imparcial y dar¨ªa m¨¢s garant¨ªas¡±, asegura. Gonz¨¢lez ha dicho que esperan conocer un informe oficial sobre el dinero, al parecer 80.000 d¨®lares, y las pertenencias de la v¨ªctima halladas en el hotel donde se hospedaba.
Adem¨¢s de llorar la muerte de su amigo, los m¨¢s cercanos han salido a defender su buen nombre. ¡°Edwin no est¨¢ para defenderse. Estamos todos alzando la voz para que se haga justicia. Pedimos que no sea un caso que se olvide, sino que Colombia y el mundo entero sigan solidarios¡±, afirma Viviana Ordosgoitia, una de sus mejores amigas. ¡°Pedimos justicia para mi amigo y que no haya ning¨²n tr¨¢fico de famas o influencias. Justicia para Edwin y que el responsable pague condena en Tailandia¡±, enfatiza otra de ellas.
La familia del m¨¦dico no comparte la pena de muerte como castigo, pero s¨ª reclama una condena ejemplar. ¡°El ¨²nico que quita y da la vida es Dios. Ning¨²n ser humano tiene el derecho a quitarle la vida a otro por mucho mal que haya hecho. Queremos que se haga justicia, pero creemos en la justicia divina¡±, concluye Darling Arrieta, vestida de luto por el asesinato de su hermano. Lleva el duelo junto a sus padres en la casa de Lorica donde creci¨® el reconocido cirujano.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.