Sobre el caso de Rodrigo Uprimny
Uprimny es un moderado en Colombia, donde esta caracter¨ªstica se toma est¨²pidamente como tibieza, aun por parte de gente que se cree ilustrada
En el debate colombiano, que cada d¨ªa se vuelve m¨¢s bronco y m¨¢s cochino, hay dos tipos de personas. Precisemos: por supuesto que hay mil tipos de personas, una gradaci¨®n de grises que se abre entre los dos polos de nuestras costumbres, pero hay dos grandes grupos, dos grandes maneras de hacer las cosas y de entender el mundo pol¨ªtico, que son m¨¢s notorias que las otras, y est¨¢n diametralmente opuestas. A estas personas ¨Da estos dos grupos¨D quiero referirme, para ver si entender lo que son nos ayuda en algo.
De un lado est¨¢n las que tratan siempre de usar la raz¨®n y no la violencia ret¨®rica, de no mentir aunque el apego a la verdad les da?e el argumento, de atacar las ideas pero nunca a los contradictores, de bajar el tono de un pa¨ªs polarizado y crispado que siempre parece al borde del precipicio de las palabras. Aun a pesar de sus convicciones m¨¢s arraigadas, las personas de este tipo intentan siempre buscar la prudencia de la expresi¨®n, aunque a veces acudan a la iron¨ªa o al sarcasmo abierto, y yo conozco algunos que nunca acuden ni siquiera al sarcasmo o a la iron¨ªa, no porque no se les d¨¦ bien, sino porque les parece que al usarlo irrespetan al contradictor o a sus seguidores, y en eso tienen una virtud que tal vez otros no hemos conseguido.
Las personas de este tipo, en su tipolog¨ªa m¨¢s extrema, se esfuerzan incluso por encontrar siempre el m¨¦rito del argumento contrario, y lo hacen por una suerte de honestidad intelectual que no podr¨ªan evitar aunque lo quisieran, y que aprecian m¨¢s que el hecho banal de tener raz¨®n en p¨²blico. No todas estas personas (no todas las personas de este grupo) son acad¨¦micos, pero se esfuerzan de todas formas por no decir nada que no puedan sustentar debidamente, aunque fuera con un pie de p¨¢gina imaginario, pues les dar¨ªa verg¨¹enza f¨ªsica que alguien los sorprendiera en una mentira, y un poco menos de verg¨¹enza, pero s¨®lo un poco, si alguien los acusara con raz¨®n de falta de rigor. Creen, aunque la creencia est¨¦ pasada de moda, en asuntos como la verdad y la justicia, o tal vez crean simplemente en los peligros que corre una sociedad cuando le dejan de importar los valores de la verdad y de la justicia: cuando le dan igual esos valores, o cuando tolera o permite que sean manoseados, o incluso cuando le parece permisible que se pisoteen o se atropellen si lo hace uno de los lados del mundo pol¨ªtico, pero condenable como el peor de los cr¨ªmenes si lo hace el otro lado.
Conozco a Rodrigo Uprimny hace unos 10 a?os mal contados, pero no necesitar¨ªa ni siquiera haberlo conocido ¨Dme bastar¨ªa leerlo¨D para tenerlo por uno de los intelectuales m¨¢s honestos que ha dado este pa¨ªs donde la honestidad suele ser una carga o una desventaja. Rodrigo Uprimny es adem¨¢s un moderado: y lo es en este pa¨ªs en donde la moderaci¨®n se toma est¨²pidamente como tibieza, aun por parte de gente que se cree ilustrada. Pues bien, Rodrigo Uprimny escribi¨® el otro d¨ªa una columna ¨Dmeditada, como todas las suyas¨D en la que sostiene que el expresidente ?lvaro Uribe tuvo una responsabilidad moral y pol¨ªtica en la cat¨¢strofe de los llamados falsos positivos. La reacci¨®n de Uribe, que oscilaba entre la pataleta infantil y el m¨¢s temible matoneo, fue: ¡°El se?or Uprimny podr¨ªa ser uno de los responsables morales y pol¨ªticos del terrorismo por sus posturas¡±. Esto no es una respuesta, por supuesto, ni una defensa, sino una agresi¨®n. Y es adem¨¢s una mentira, pues no hay ninguna postura en la historia conocida de Rodrigo Uprimny que haya justificado, ni siquiera remotamente, un acto terrorista. Todo lo contrario: los ha condenado a todos por igual, vengan de donde vengan. Pero nada de esto importa, y el tiempo gastado en estas defensas es tiempo perdido. Porque a Uribe no le importa decir la verdad: lo que le importa es hacer da?o.
Por eso me parece que, en lo que pasa por debate en Colombia, Uprimny est¨¢ en un lado y Uribe est¨¢ en el otro. Y sus diferencias no son pol¨ªticas, sino de m¨¦todo: o, si se quiere, son diferencias ¨¦ticas.
Como todo el mundo sabe, no es la primera vez que ocurre algo como lo de la semana pasada. Recordar¨¢n ustedes el ataque obsceno y calumnioso que Uribe le lanz¨® hace cinco a?os al periodista Daniel Samper Ospina: en un trino que hizo parte desde el primer momento de la historia colombiana de la infamia, lo llam¨® ¡°violador de ni?os¡±; y la acusaci¨®n fue tan grotesca que incluso los que no simpatizaban con Samper salieron en su defensa o condenaron esa manera de llevar ¨Dgrandes comillas¨D el ¡°debate p¨²blico¡±. Luego hubo explicaciones rid¨ªculas, intentos por desviar la atenci¨®n, prestidigitaciones baratas para confundir a la gente o para justificar lo injustificable. Y la infamia de Uribe acab¨® donde han acabado tantas otras de sus infamias tuiteras: con una retractaci¨®n ordenada por un juez. Pero Uribe est¨¢ acostumbrado a retractarse; eso ya lo tiene, por decirlo de alg¨²n modo, facturado entre sus gastos, y no le importa la obligaci¨®n de volver a hacerlo. Lo que le importa ¨Dlo que le sirve¨D es el da?o que pueda hacer antes, la destrucci¨®n temporal del nombre y la reputaci¨®n de otra persona, y le importa tambi¨¦n amedrentar a sus cr¨ªticos presentes y silenciar a los futuros.
Un d¨ªa habremos de calcular el da?o enorme que le ha hecho Uribe a nuestra convivencia: el veneno que ha inyectado en nuestro debate, los palos que les ha puesto entre las ruedas a nuestros intentos colectivos por salir de la mentalidad de guerra. No es el ¨²nico, por supuesto: son muchas las figuras p¨²blicas que han dado su generosa contribuci¨®n, desde varios lugares del espectro de la pol¨ªtica, para mantener vivos los odios que nos contaminan o para azuzar odios nuevos, no vaya a ser que con ellos se muera su poca pertinencia o su poder moment¨¢neo. Por lo que he visto, Uprimny ha recibido manifestaciones de solidaridad y de apoyo de muchos rincones, y eso est¨¢ bien, pero nada impedir¨¢ que Uribe vuelva a usar la misma estrategia cansada cuando le venga en gana: volver¨¢ la calumnia, volver¨¢ la estigmatizaci¨®n, volver¨¢ el juego sucio, y tal vez vuelva la retractaci¨®n hip¨®crita; y volver¨¢ la indignaci¨®n de muchos como yo, y ser¨¢ tan in¨²til como siempre.
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