Los deportistas, otro rostro de un pa¨ªs de v¨ªctimas
El secuestro del padre del futbolista Luis D¨ªaz recuerda que las muchas violencias de Colombia han golpeado tambi¨¦n a sus atletas m¨¢s admirados
¡°Mal har¨ªamos en decirles buenas tardes. Otra vez Colombia se llena de verg¨¹enza¡±. Con esas recordadas palabras F¨¦lix de Bedout, para entonces presentador de NTC Noticias, abri¨® la emisi¨®n del 2 de julio de 1994, una fecha tr¨¢gica marcada a fuego en la memoria del pa¨ªs. ¡°Andr¨¦s Escobar, jugador de la Selecci¨®n Colombia, fue cobardemente asesinado en Medell¨ªn. Doce disparos segaron la vida de un hombre que se entreg¨® entero por representar al pa¨ªs con dignidad¡±, prosigui¨® el periodista. El defensa fue baleado por narcotraficantes a la salida de una discoteca cuando todav¨ªa se disputaba el Mundial de f¨²tbol de Estados Unidos en el que hab¨ªa anotado un autogol que sus asesinos le recriminaron con sevicia.
Ni siquiera los m¨¢s queridos y admirados deportistas se han librado de las m¨²ltiples violencias que Colombia busca dejar atr¨¢s. As¨ª se encarg¨® de recordar, una vez m¨¢s, el secuestro en La Guajira del padre de Luis D¨ªaz, la estrella del Liverpool ingl¨¦s. El domingo pasado, despu¨¦s de anotar el gol del empate frente al Luton Town en la liga Premier, el conmovedor mensaje que exhibi¨® el atacante en su camiseta le dio la vuelta al mundo: ¡°Libertad para pap¨¢¡±.
Sus captores, guerrilleros del ELN, liberaron el jueves a Mane D¨ªaz despu¨¦s de 12 d¨ªas, en medio del renovado clamor para que se comprometan a poner fin a esa pr¨¢ctica como parte de los di¨¢logos de paz con el Gobierno. El pa¨ªs respir¨® con alivio a¨²n en medio del desasosiego. El analista y escritor Le¨®n Valencia, que perteneci¨® en su juventud a la guerrilla, lo sintetiz¨® en pocas palabras: ¡°Al ELN se le ocurri¨® realizar el delito m¨¢s odiado por la sociedad colombiana contra el jugador m¨¢s querido por el pa¨ªs para echarse la opini¨®n nacional e internacional encima¡±. Su drama toc¨® una fibra muy sensible, y estar¨¢ fresco cuando Colombia disput¨¦ la pr¨®xima semana su partido de eliminatorias frente a Brasil.
Lucho D¨ªaz no es el ¨²nico jugador de la selecci¨®n, apodada ¡°el equipo de todos¡±, que ha sufrido en carne propia la violencia. Juan Guillermo Cuadrado, a los cuatro a?os, se escondi¨® debajo de su cama cuando escuch¨® un tiroteo en Necocl¨ª, un lugar asediado por los paramilitares, y cuando sali¨® se enter¨® de que hab¨ªan asesinado a su padre. Juan Fernando Quintero, que creci¨® en un barrio humilde de Medell¨ªn, tambi¨¦n perdi¨® a su pap¨¢, desaparecido cuando ¨¦l ten¨ªa dos a?os mientras prestaba servicio militar, un episodio que el Ej¨¦rcito nunca ha esclarecido. Muchos otros futbolistas provienen de regiones apartadas que sufren los rigores de un conflicto armado de m¨¢s de medio siglo.
En el ciclismo, el otro gran deporte nacional, tambi¨¦n se encuentran dolorosos ejemplos como el de Rigoberto Ur¨¢n, cuya vida inspira una serie de televisi¨®n. Su padre fue asesinado por paramilitares en su natal Urrao cuando sali¨® a dar una vuelta en bicicleta. Lucho Herrera, el primer campe¨®n colombiano de la Vuelta a Espa?a, en 1987, celebr¨® ese t¨ªtulo con una emotiva frase en otro momento convulso: ¡°Solo quiero que en Colombia haya paz¡±. Ya retirado del deporte profesional, estuvo 24 horas secuestrado por guerrilleros de las extintas FARC que lo interceptaron cerca de su finca en Fusagasug¨¢ en el a?o 2000. Miguel ?ngel L¨®pez se gan¨® su apodo de Superman por resistirse en sus inicios a entregarle su bicicleta a unos atracadores y enfrentarlos, lo que le vali¨® dos pu?aladas en una pierna. Y ya adentrados en el terreno de los sobrenombres, Fernando Gaviria, un potente embalador en medio de los reputados escarabajos, ha pedido que no le digan El Misil, pues es una palabra asociada a la guerra en una sociedad que anhela la paz.
En un pa¨ªs con m¨¢s de ocho millones de v¨ªctimas, parece inevitable que muchos de sus deportistas hayan tenido que atravesar el mismo horror. ¡°El asesinato de Andr¨¦s Escobar es una prueba de que en Colombia matar es cualquier cosa: no es arrebatar la vida sino abrirse paso¡±, dice a este peri¨®dico el escritor Ricardo Silva Romero, que abord¨® el tr¨¢gico asesinato del defensa en su novela Autogol. ¡°Por otro lado, siempre me ha parecido escalofriante que les pidamos a los deportistas que prueben al mundo que no todos somos violentos. No, no tratamos de vencer la violencia, sino que les exigimos a unas personas que se parten el alma en las monta?as o en las canchas que ganen para dejar en claro que aqu¨ª tambi¨¦n tenemos corajes y aqu¨ª tambi¨¦n somos trabajadores, decentes¡±.
Mane D¨ªaz tiene una escuela de f¨²tbol en Barrancas, su pueblo, donde idolatran, como no, a su hijo futbolista. ¡°Por supuesto, nos duele el secuestro del pap¨¢ de Lucho D¨ªaz, especialmente, porque Lucho D¨ªaz es un sobreviviente y un hombre que escapa a la miseria colombiana, y el pap¨¢ es un tipo que saca adelante a los ni?os que quieren jugar, pero tambi¨¦n nos recuerda que esto no funciona¡±, reflexiona Silva Romero. ¡°Creemos que s¨ª porque las ciudades se desarrollan y cierta parte de la poblaci¨®n progresa. Pero la verdad es que esta guerra sigue y la prueba es que la degradaci¨®n sigue¡±, se lamenta.
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