El significado democr¨¢tico de la paz
La lecci¨®n del acuerdo con las FARC es que la paz es posible en medio de las m¨¢s dif¨ªciles circunstancias, y que como dice la canci¨®n de Lennon hay que darle siempre una oportunidad
La lucha por llegar al cierre definitivo de la prolongada ¨¦poca de la violencia es el centro de la vida social colombiana contempor¨¢nea. Sin duda, la construcci¨®n de la paz ha sido el factor democr¨¢tico que ha propiciado los mayores cambios en el r¨¦gimen y el sistema pol¨ªtico. No es casual que quien gobierna hoy haya sido precisamente protagonista del proceso de paz que cerr¨® exitosamente no solo uno de los m¨²ltiples conflictos armados, sino que adem¨¢s desemboc¨® en la adopci¨®n de la actual Constituci¨®n.
Se cumplen siete a?os de la firma del Acuerdo final para la terminaci¨®n del conflicto y la construcci¨®n de una paz estable y duradera. El d¨ªa de su posesi¨®n, el presidente Gustavo Petro afirm¨® que este ser¨ªa un compromiso central de su gesti¨®n, y que tanto los puntos del Acuerdo como las recomendaciones de la Comisi¨®n de Esclarecimiento de la Verdad deber¨ªan cumplirse ¡°a rajatabla¡±. El balance de ese compromiso es contrastado. Mientras en algunos aspectos se han producido desarrollos innegables, como por ejemplo en el impulso a la realizaci¨®n de la reforma rural integral y en la inclusi¨®n del presupuesto de la implementaci¨®n en el Plan Nacional de Desarrollo del pr¨®ximo cuatrienio, en otros aspectos a¨²n son p¨¢lidos los resultados. No se ha podido garantizar plenamente la protecci¨®n de la vida de los firmantes de paz y sus familiares, que siguen siendo objeto de acciones sistem¨¢ticas de asesinato y persecuci¨®n en sus nuevos espacios de vida. Si bien se ha fortalecido presupuestalmente, la implementaci¨®n, la institucionalidad y la gerencia para ejecutarla son deficientes.
No obstante, en estas l¨ªneas quiero referirme a otro aspecto de esta evaluaci¨®n. Quiero subrayar que los efectos transformadores de un proceso de paz no solo se miden por la implementaci¨®n de sus acuerdos. De ese mismo balance debe hacer parte lo que llamo su valor democr¨¢tico, su impacto sobre el r¨¦gimen y sus fuerzas predominantes, sobre la conciencia moral, la memoria de la violencia y la cultura pol¨ªtica en general. Estos cambios que tocan niveles m¨¢s profundos del sistema pasan habitualmente desapercibidos, pero a mi juicio son los que otorgan el mayor significado a la construcci¨®n de la paz.
En el caso del Acuerdo Final suscrito en 2016, ese valor democr¨¢tico tiene m¨²ltiples expresiones. En primer lugar, y visto de una manera global, sin exageraciones puede decirse que este proceso se constituy¨® en un referente para la construcci¨®n de la paz en el mundo. En especial, su modelo de justicia restaurativa y su noci¨®n de centralidad de las v¨ªctimas se estudian en prestigiosas instituciones acad¨¦micas como soluci¨®n a la falsa contraposici¨®n entre paz y justicia, y se asumen como est¨¢ndares internacionales.
Esos efectos de la justicia restaurativa tambi¨¦n se han sentido en la vida nacional. La intensa labor de la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz (JEP) en el contexto de los macrocasos, las investigaciones adelantadas en corto tiempo sobre miles de hechos de violencia y el meticuloso informe final de la Comisi¨®n de Esclarecimiento de la Verdad se han constituido en revelaciones y reconocimientos que han sacudido a la opini¨®n p¨²blica y comienzan a tener un efecto demoledor sobre la tradicional indolencia social, que ha naturalizado la impunidad sobre los cr¨ªmenes contra la humanidad perpetrados por d¨¦cadas en Colombia.
El significado democr¨¢tico del Acuerdo tambi¨¦n se plasma en que se pudo lograr en un contexto de amplio escepticismo hacia la paz y enorme popularidad de la guerra. Estos di¨¢logos realizados en medio de la adversidad mostraron que s¨ª era posible alcanzar el final de uno de los cap¨ªtulos m¨¢s cruentos del conflicto armado colombiano. Bien recuerdo que, cuando se estaba en desarrollo de las negociaciones, a cada nueva crisis u obst¨¢culo surg¨ªan las voces de los pregoneros del desastre: ¡°Con las FARC es imposible¡±, ¡°Es la repetici¨®n de otros fracasos¡±, ¡°Se siguen burlando de la sociedad colombiana¡±. Pero s¨ª se pudo. Se demostr¨® que era posible construir la paz con una organizaci¨®n armada con la que se hab¨ªan realizado numerosos intentos anteriores que hab¨ªan sido infructuosos, y cuyo fin hab¨ªa conducido al recrudecimiento de la violencia. La lecci¨®n es que la paz es posible en medio de las m¨¢s dif¨ªciles circunstancias, y que como dice la canci¨®n de Lennon hay que darle siempre una oportunidad.
El Acuerdo gener¨® una movilizaci¨®n pol¨ªtica en diversas dimensiones. Fue en s¨ª mismo un proceso altamente participativo en el que opositores y defensores pudimos exponer nuestros argumentos sobre los contenidos del pacto y dirimir nuestras contradicciones por v¨ªas plebiscitarias, refrendatarias y normativas. Y a pesar de la victoria del No al Acuerdo en el plebiscito, visto en forma retrospectiva, el tratamiento p¨²blico de esas contradicciones, que al cabo del tiempo se han ido superando, fue saludable para la sociedad colombiana, pues permiti¨® la deliberaci¨®n en forma amplia e intensa. De igual modo, como se sabe, el logro de la paz con las FARC-EP contribuy¨® a que la izquierda pol¨ªtica pudiera ejercer en mejores condiciones la oposici¨®n y en unos cuantos a?os alcanzar el triunfo electoral para convertirse en Gobierno.
Como parte de ese valor democr¨¢tico, cabe destacar igualmente la conformaci¨®n de una fuerza social que lo hizo posible: los firmantes de paz, las v¨ªctimas, las lideresas y los l¨ªderes sociales. Ese triunfo, que por momentos parec¨ªa imposible, se ha ido consolidando gracias a una generaci¨®n de h¨¦roes y hero¨ªnas, en su gran mayor¨ªa an¨®nimos, que han ofrendado su vida para llegar a este s¨¦ptimo aniversario: quienes dejaron las armas y, a pesar de las dificultades, cumplieron su palabra; las mujeres y los hombres que han liderado a sus comunidades territoriales para construir los proyectos de la implementaci¨®n en escenarios en que otros grupos armados llegaron de nuevo a sembrar la guerra; o las v¨ªctimas y sus asociaciones, quienes con generosidad tendieron la mano a la reconciliaci¨®n.
El futuro de la sociedad colombiana est¨¢ indisolublemente atado a la superaci¨®n hist¨®rica de la ¨¦poca de la violencia prolongada y a la construcci¨®n de la paz definitiva e integral. Cada uno de los procesos de paz adelantados en nuestra historia contempor¨¢nea hacen parte del acumulado democr¨¢tico de nuestra sociedad. Debemos seguir avanzando en ese camino: necesitamos llegar a un Acuerdo Nacional, crear la pol¨ªtica de paz de Estado, conquistar el acuerdo con el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN), encontrar por la v¨ªa del consenso la soluci¨®n a las otras formas de violencia, alcanzar la reconciliaci¨®n como sociedad y crear una cultura que se funde en la concertaci¨®n pol¨ªtica como forma habitual de tratamiento de los problemas nacionales.
De ese legado democr¨¢tico es una pieza esencial el Acuerdo de 2016.
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