Petro quiere recuperar del oc¨¦ano el gale¨®n ¡®San Jos¨¦¡¯, pero los expertos tienen sus dudas
El presidente anuncia la creaci¨®n de una uni¨®n p¨²blico-privada para rescatar el patrimonio del nav¨ªo espa?ol hundido en el mar Caribe por los ingleses en 1708
El misterio del gale¨®n espa?ol San Jos¨¦, hundido en 1708 por una escuadra de corsarios ingleses frente a las costas del Caribe colombiano, ha tenido una nueva vuelta de tuerca. Tras a?os de asaltos judiciales internacionales y rumores arqueol¨®gicos, el presidente Gustavo Petro ha anunciado la convocatoria para formar un equipo p¨²blico privado con el fin de ir al rescate parcial de un patrimonio tasado por los cazatesoros en 20.000 millones de d¨®lares. Se trata de una aventura a cientos de metros de la superficie, varias veces truncada y en contrav¨ªa con el deseo de amplios sectores cient¨ªficos y culturales que abogan por dejar in situ el yacimiento arqueol¨®gico.
Las coordenadas exactas del pecio solo las conocen las autoridades colombianas. Bajo esta capa de secretismo, en los ¨²ltimos a?os se ha difundido un pu?ado de im¨¢genes submarinas donde se entrev¨¦n jarrones, monedas, ca?ones o parte del anclaje del San Jos¨¦. Y para acentuar el nivel de expectaci¨®n, en junio del a?o pasado el Gobierno anunci¨® el hallazgo de lingotes de oro, vajillas chinas y dos nuevas embarcaciones enterradas en la misma zona.
Juan David Correa, ministro de Cultura, asegur¨® a EL PA?S que en las discusiones t¨¦cnicas que se han celebrado con la Armada, la Agenda de Defensa del Estado y el Instituto Colombiano de Antropolog¨ªa e Historia, entre otras instituciones, se ha sondeado una ¡°primera extracci¨®n parcial para ver su comportamiento¡±. En la primera fase, prosigue, ¡°no habr¨¢ un rescate masivo de piezas de oro y de plata. Hay que entender c¨®mo est¨¢ ese material, cu¨¢l es su materialidad al sacarla de esa profundidad a la que es humanamente imposible llegar y entender cu¨¢l va a ser el proyecto¡±.
El ministro de Cultura tambi¨¦n asegur¨® hace unos d¨ªas en The New York Times que a principios del pr¨®ximo a?o se abrir¨¢ la licitaci¨®n para el proyecto, del que se espera tener resultados antes de 2026, y que se contempla la construcci¨®n de un museo y un laboratorio de estudio arqueol¨®gico en Cartagena de Indias. Una postura con ciertas zonas grises: ¡°Tenemos que dejar de pensar que es un tesoro. No lo es en el sentido del siglo XIX. Se trata de una herencia arqueol¨®gica de gran importancia cultural para Colombia¡±, asegura Correa al diario estadounidense.
Sin embargo, el consenso de buena parte de la comunidad cient¨ªfica, apoyada en la Convenci¨®n de Protecci¨®n del Patrimonio Cultural Subacu¨¢tico de la Unesco, aboga por no intervenir en absoluto el yacimiento. ¡°La idea del Ministerio ri?e con la perspectiva arqueol¨®gica actual¡±, explica el historiador y antrop¨®logo Ricardo Borrero, ¡°si bien es cierto que hay que acabar con la idea de que es un tesoro, el consenso es el de preservar el naufragio en las condiciones actuales, donde ha pervivido durante siglos en equilibrio con su entorno¡±.
Borrero cuenta que las im¨¢genes difundidas sugieren que, contrario a lo que se pensaba en principio, hay vida en la zona. ¡°Se ven algunos peces de profundidad y hay algas que son la base de la cadena alimenticia para ese medio y cualquier intervenci¨®n humana supone una amenaza de car¨¢cter natural y cultural¡±. Se trata de un embrollo que viene desde los a?os ochenta, en los tiempos del presidente conservador Belisario Betancur, cuando algunas voces difundieron la idea de que con el hallazgo del gale¨®n San Jos¨¦ se podr¨ªa cubrir la deuda externa del pa¨ªs.
M¨¢s tarde, en 2001, el Congreso vot¨® en contra de que Colombia adhiriera la convenci¨®n de la Unesco sobre el tema. Para algunas personas que participaron de ese debate en 2001, la presi¨®n de los cazatesoros logr¨® frenar la firma del acuerdo con el argumento eficaz de que se pon¨ªa en riesgo la soberan¨ªa.
Luego vinieron algunos desacuerdos contractuales con firmas europeas fichadas por Colombia para extraer los restos. El tono en el cruce de declaraciones diplom¨¢ticas con Espa?a fue en aumento. Tambi¨¦n se tomaron algunas determinaciones pol¨ªticas borrosas. Como la del Gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018), que en 2013 sac¨® adelante una ley dando v¨ªa libre a la comercializaci¨®n del patrimonio submarino por parte de empresas privadas que desde entonces est¨¢n al acecho en este tipo de operaciones.
Mariano Aznar, catedr¨¢tico de Derecho Internacional P¨²blico en la Universidad Jaume I de Valencia, argumenta que si bien Colombia tampoco firm¨® el convenio de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982), el pa¨ªs no est¨¢ exento de ¡°la obligaci¨®n de proteger y cooperar en la protecci¨®n del patrimonio cultural de Espa?a¡±. Cabe recordar que Espa?a considera que se trata de un buque de Estado, donde murieron 550 marinos de la Corona. Por eso, su postura en el asunto suele funcionar como dique de contenci¨®n en las decisiones de un Estado como el colombiano que, seg¨²n Aznar, ha puesto el foco en el hipot¨¦tico valor comercial del barco.
Una fuente de la academia, que pide mantener su anonimato, se?ala que detr¨¢s de este nuevo envi¨®n del presidente Petro se halla la presi¨®n del estadounidense Roger Dooley, un cazatesoros de 75 a?os que asesora a una firma inversora suiza de capital brit¨¢nico interesada en la pista del San Jos¨¦. Su nombre es Maritime Archeology Consultants (MAC) y cuenta con una reputaci¨®n debatible entre diversas agrupaciones de arque¨®logos europeos. Uno de ellos es Filipe Castro, considerado de los mayores expertos en arquitectura naval ib¨¦rica y catedr¨¢tico de la Universidad de Coimbra: ¡°Los buques de guerra de finales del siglo XVII son m¨¢quinas de una complejidad y una sofisticaci¨®n tan grande, querer destruirlo solo para sacar unas cuantas monedas me parece un crimen¡±.
As¨ª mismo, refuta la posibilidad de extraer el pecio en los tres a?os anunciados por el Gobierno: ¡°Solo una persona o una empresa que no es profesional se puede atrever a acreditar que va a excavar a esa profundidad y va a sacar los artefactos en ese tiempo¡±. Tambi¨¦n resalta su preocupaci¨®n debido a la falta de capacidad para conservar el patrimonio que se extraiga de las profundidades. No en vano, Ricardo Borrero recuerda el lamentable estado de una diversidad de anclas coloniales que se pudren en las dependencias de la marina y de muchas piezas expuestas en el Museo Naval de Cartagena.
A las dudas sobre la existencia de recursos tecnol¨®gicos y cient¨ªficos sostenibles, Castro refuerza las reticencias que le genera la posible participaci¨®n de empresas como Maritime Archeology Consultants en la licitaci¨®n: ¡°No se llama a las cosas por su nombre. Este es un caso t¨ªpico de cazadores de tesoros proponiendo una vez m¨¢s a pol¨ªticos que no saben de esto que van a sacar millones de millones. En realidad, si se cumplen los requisitos m¨ªnimos de un proyecto de arqueolog¨ªa, todo esto le va a salir mucho m¨¢s caro a los colombianos que el valor del presunto tesoro¡±.
De las 55 embarcaciones ib¨¦ricas del siglo XVII naufragadas e identificadas, los estudiosos han logrado reconstruir el proceso de concepci¨®n, construcci¨®n y dise?o solo en siete casos. Las dem¨¢s han sido saqueadas o completamente arruinadas por intervenciones desafortunadas. Los historiadores resaltan la importancia del caso del San Jos¨¦ por tratarse de un ¡°eslab¨®n perdido en la transici¨®n entre la tipolog¨ªa de los galeones, que eran embarcaciones multiprop¨®sito, con gran capacidad de carga y un componente de artiller¨ªa, y los nav¨ªos de l¨ªnea, dise?ados exclusivamente para la guerra¡±, argumenta Borrero.
¡°Lo fundamental es que dejemos de utilizar el t¨¦rmino tesoro¡±, resalta Mariano Aznar, ¡°hablamos de un patrimonio cultural con enormes v¨ªnculos en otras partes del planeta. Con Manila, con Asia, con Bolivia o con M¨¦xico¡±. Su valor fundamental es el de un material cultural que puede servir como fuente sobre el pasado com¨²n de varios pueblos. ?Cu¨¢l era el contexto del comercio global en ese entonces? ?C¨®mo era la vida cotidiana en este tipo de embarcaciones? ?Qu¨¦ m¨¢s podemos conocer de las batallas navales de aquella ¨¦poca? Son algunas de las preguntas que los cient¨ªficos sociales aseguran que se pueden resolver sin excavar la zona.
El caso de los dos barcos hist¨®ricos m¨¢s importantes que se han sacado del agua, el buque insignia de la flota de guerra brit¨¢nica bautizado como Mary Rose (1545), y el nav¨ªo de guerra sueco Vasa (1626), aporta elementos importantes para tener en cuenta en el desarrollo de esta historia. De acuerdo con los expertos, los altos costos de conservaci¨®n, y la afectaci¨®n a los cascos y las maderas de estas dos embarcaciones, son motivo suficiente para no tirar la toalla: ¡°La pregunta principal¡±, resume Ricardo Borrero, ¡°es averiguar qu¨¦ motiva a las autoridades colombianas a sacarlo. Y luego mirar, ?qu¨¦ alternativas hay para seguir obteniendo informaci¨®n sin degradar su contexto?¡±.
Un choque de enfoques pol¨ªticos, econ¨®micos y culturales en torno a la suerte de un patrimonio y una tumba acu¨¢tica que no logran hallar reposo a tres siglos de su ¨²ltimo naufragio.
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