Formas de llamar un crimen
Es llamativo que a estas alturas del partido se est¨¦ debatiendo en Colombia sobre la justificaci¨®n de una pr¨¢ctica tan injustificable como el secuestro
El comunicado de ¡°Antonio Garc¨ªa¡±, que los colombianos conocimos en d¨ªas pasados, es un term¨®metro inmejorable de todo lo que se ha roto en Colombia despu¨¦s de sesenta a?os de enfrentamientos con esas guerrillas antediluvianas. En una veintena de p¨¢rrafos inveros¨ªmiles, el comandante niega de plano que su guerrilla se haya comprometido a no secuestrar, y sugiere que dejar¨¢ de hacerlo s¨®lo cuando se le asegure su financiaci¨®n; pero lo m¨¢s lamentable no es ni siquiera eso, sino la naturalidad con la que se refiere a un crimen de los m¨¢s atroces, de los m¨¢s deleznables, que hayan marcado esta guerra nuestra. Ya no hay que recordar siquiera que en el lenguaje de la guerrilla no existe el secuestro: se llama ¡°retenci¨®n con fines econ¨®micos¡±, uno de los eufemismos que engordan el diccionario donde se encuentran tambi¨¦n los ¡°falsos positivos¡± y los ¡°homicidios colectivos¡±. Nunca es f¨¢cil descubrir qu¨¦ viene primero, si el deterioro moral de una sociedad o el deterioro de su lenguaje, pero aqu¨ª est¨¢n estas perlas, s¨ªntomas del infierno al que nos han arrastrado los actores de esta guerra.
Para el comandante del ELN, instalado firmemente en su realidad particular, la condena del secuestro es un invento de los medios de comunicaci¨®n. Luego ha salido el Gobierno Nacional a decir que no va a entrar en una discusi¨®n p¨²blica sobre estos temas, pues ¡°los acuerdos son claros y est¨¢n por escrito¡±, seg¨²n leo en un titular: cuando lo evidente es que, si el comandante de la guerrilla se permite estas palabras, es porque las cosas no est¨¢n tan claras, aunque est¨¦n por escrito. Supongo entonces que le corresponde a la sociedad civil, sea lo que sea eso, encontrar la manera de responder que no es cierto lo que dice el comandante guerrillero: que el repudio del secuestro no es un invento de los medios, sino una de las pocas cosas en las que esta sociedad desorientada, donde la mitad se ha acostumbrado a justificar los cr¨ªmenes que afectan solamente a la otra mitad, parece estar m¨¢s o menos de acuerdo. Le tocar¨¢ a la sociedad civil, repito, decir que lo que el art¨ªculo de marras llama ¡°retenciones con fines econ¨®micos¡± es lo mismo que el informe de la Comisi¨®n de la Verdad llama ¡°una muerte suspendida en el tiempo¡±, y que las palabras de la Comisi¨®n describen mejor la realidad que las del comandante.
Es m¨¢s: puesto a hacer recomendaciones in¨²tiles, me permito recomendar (no s¨¦ muy bien a qui¨¦n: a todo el mundo, tal vez) la lectura de ese documento. All¨ª se cuenta c¨®mo la guerrilla de las FARC, que durante a?os neg¨® el impacto del secuestro, comenz¨® a reconocerlo despu¨¦s de un encuentro con las v¨ªctimas de sus propios horrores en un espacio creado por esa Comisi¨®n que cierta derecha colombiana tanto ha denostado. Y se cuentan otras cosas que pueden ser valiosas para las negociaciones de paz que marcar¨¢n el a?o que viene. ¡°El secuestro no tiene fecha de vencimiento¡±, dice en ese informe una de las 50.000 personas que lo han padecido desde 1990. ¡°El secuestro no se acaba el d¨ªa de la liberaci¨®n. El secuestro es una realidad que se vuelve gen¨¦tica ¨Csi se quiere, del secuestrado¨C y que va a cambiar totalmente su manera de ser, su manera de ver la realidad, de comunicarse¡±. El secuestro no es una realidad transitoria: se queda para siempre. En ese sentido decimos que destroza una vida. Cuando ¡°Antonio Garc¨ªa¡± escribe sobre sus ¡°retenciones con fines econ¨®micos¡±, ¡°?habr¨¢ mirado a los ojos a los secuestrados? ?Habr¨¢ o¨ªdo sus palabras?
Yo creo que no, pero eso no importa. Lo m¨¢s llamativo de todo este asunto es que eso sea necesario: que a estas alturas del partido se est¨¦ debatiendo en Colombia sobre la justificaci¨®n de una pr¨¢ctica tan injustificable como el secuestro; y que algunos se?alen que la guerrilla tiene otros medios de financiaci¨®n, no s¨®lo ¨¦ste, como si eso fuera lo que hace que el secuestro sea abominable; y que el mismo comandante de la guerrilla haya aclarado, tras el secuestro del padre de un futbolista, que hab¨ªa sido un ¡°error¡± en vez de un nuevo caso de un crimen monstruoso; y que un funcionario del Gobierno haya dicho hace unos meses, sin que se le moviera una ceja, sin que pareciera darse cuenta de los abismos ¨¦ticos que se abren bajo sus palabras, que es necesario asegurarle el sustento a la guerrilla si les vamos a pedir que dejen de secuestrar; y que estemos recordando que a fin de cuentas la guerrilla no tiene ¡°derecho¡± a secuestrar, pues se lo proh¨ªben las reglas del Derecho Internacional Humanitario. El jurista Rodrigo Uprimny tuvo que escribir hace unas semanas una columna entera para probar que el Derecho Internacional Humanitario s¨ª proh¨ªbe el secuestro. Muchos le agradecimos la columna, pero la conversaci¨®n misma deber¨ªa llenarnos de preocupaci¨®n, por no decir de verg¨¹enza.
Sin embargo, ¨¦sta y otras conversaciones son posibles en Colombia, donde ha habido durante a?os una emisora de radio dedicada al secuestro, o creada con el ¨²nico fin de que las familias destrozadas de los secuestrados puedan mandar mensajes de cari?o a los secuestrados, y donde no hay un solo ciudadano que no haya conocido de cerca o de lejos este crimen infame. Nos hemos acostumbrado a hablar de una pr¨¢ctica que destroza vidas, que hiere y traumatiza, que deja a sus v¨ªctimas marcadas para siempre. Nos hemos acostumbrado al paisaje del dolor, al da?o y al sufrimiento como ruido de fondo, incluso al hecho de que tantas palabras ¨C¡°secuestro¡± es una de ellas, pero no es la ¨²nica¨C dejen de nombrar realidades humanas (o inhumanas, para ser precisos).
Es lo que pasa en la convivencia con la guerra, que nos deshumaniza en m¨¢s de un sentido: no s¨®lo porque vuelve a algunos incapaces de reconocer el sufrimiento que causan, como le sucede al comandante del ELN, sino porque hace de algo intolerable algo corriente para toda la sociedad. Yo entiendo que nuestra capacidad para la conciencia del dolor ajeno sea limitada: de otra forma enloquecer¨ªamos. Pero a veces hay que abrirse paso a trav¨¦s de las palabras, sobre todo cuando las palabras quieren enga?ar o distorsionar, y tratar de ver a los seres humanos que las palabras describen. El secuestro es inhumano, incluso si lo llamamos de cualquier otra forma. Eso es lo ¨²nico que hay que saber. Lo dem¨¢s es ret¨®rica, y de eso los colombianos hemos tenido demasiado.
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