La segunda vida de los caballos esclavos de Bogot¨¢
En 2013, el entonces alcalde Gustavo Petro, sac¨® de la calles de la capital a m¨¢s 4.000 equinos que se dedicaban a arrastrar carretas cargadas de toneladas de desechos. Una d¨¦cada despu¨¦s, viven en las fincas de la regi¨®n
Cronos, Paloma y Dolce salieron de Bogot¨¢ hace m¨¢s de una d¨¦cada, pero Bogot¨¢ nunca ha salido de ellos. Son caballos con un car¨¢cter particular. Son serenos, mentalmente fuertes, lo aguantan todo. Como lo dir¨ªan en Colombia: tienen calle. Viven en una finca de 79 hect¨¢reas, El Imperio, del municipio de Chocont¨¢ (Cundinamarca), a hora y media de la capital colombiana. La vista espectacular al embalse El Sisga, los p¨¢ramos a lo lejos y las monta?as cubiertas de eucaliptos y acacias son un lugar ideal para cualquier animal. El due?o de El Imperio, Santiago P¨¢ez, cuenta que desde que adopt¨® a los tres, 11 a?os atr¨¢s, siempre han sido diferentes a sus otros caballos. Tiene sentido.
Dolce, Paloma y Cronos son parte de los m¨¢s de 4.000 equinos que el actual presidente de la Rep¨²blica, Gustavo Petro, ayud¨® a sacar de las calles de Bogot¨¢ como alcalde de la urbe. Eran caballos que trabajaban con los recicladores informales de la ciudad: jalaban carretas conocidas como zorras, repletas de pl¨¢stico, madera y todas las formas imaginables de chatarra. Los caballos zorreros, como se les dec¨ªa, pod¨ªan llegar a arrastrar m¨¢s de una tonelada de desechos. Causaban atascos, llenaban las v¨ªas de heces, sufr¨ªan maltrato. No solo protagonizaban escenas medievales; eran un problema de salud p¨²blica y animal.
Todo eso cambi¨® cuando la Administraci¨®n Petro dijo no m¨¢s. Prohibi¨® en 2013 el uso de tracci¨®n animal e implement¨® un programa de sustituci¨®n en el que participaron 2.890 recicladores, seg¨²n datos de la Secretar¨ªa de Movilidad. Esos zorreros fueron obligados a entregar a sus animales. Muchos recibieron a cambio veh¨ªculos para trabajar, incluso el¨¦ctricos. Otros no pudieron terminar el tr¨¢mite y no recibieron nada. La recolecci¨®n de desechos reciclables pas¨® a hacerse con motores a combusti¨®n, bater¨ªas el¨¦ctricas y fuerza humana. Marc¨® un antes y un despu¨¦s para Bogot¨¢, para los zorreros y, por supuesto, para los caballos.
As¨ª fue como Cronos, Paloma y Dolce terminaron en El Imperio. Mientras camina por su finca, P¨¢ez, de 31 a?os, recuerda que su padre se ocup¨® del tr¨¢mite para la adopci¨®n. Tuvo que demostrar que ten¨ªan un predio amplio, que pod¨ªan cuidar de ellos. Los recogi¨® en la privada Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales (UDCA), una de las dos universidades que, junto con la p¨²blica Universidad Nacional, se encargaron de recibir a los equinos.
La vida en El Imperio
El hombre sube a pie una cuesta y llama a los caballos. Enseguida bajan corriendo unos 20, adem¨¢s de una burra llamada Shakira. ¡°Los tres son m¨¢s tranquilos que los otros caballos que tenemos. Un caballo suele asustarse mucho, estos no. Se nota que han vivido cosas¡±, afirma. Eso ayuda, seg¨²n P¨¢ez, en las excursiones a caballo que hacen los turistas en la finca. Los tres caballos zorreros est¨¢n acostumbrados a ser montados. Son buenos trabajadores.
Recuerda que llegaron a la finca llenos de par¨¢sitos, con llagas y heridas. El m¨¢s peque?o, en edad y estatura, es Dolce, con 14 a?os. Es blanco, flaco y de crin oscura. Tiene unas marcas marrones en la espalda que P¨¢ez explica que muestran que le pusieron mal el arn¨¦s con el que jalaba la zorra. ¡°Se cri¨® en muy malas condiciones, no ha cogido cuerpo¡±, dice. Pese a su tama?o, Dolce manda en la caballada. ¡°Es peque?o, pero hijuemadre s¨ª es jodido¡±, apunta el due?o. Si quiere tomar agua se mete entre los dem¨¢s y toma. Si quiere estar en paz, lo deja saber. ¡°No se deja de nada¡±, asegura.
Paloma es la ¨²nica yegua de los tres. Blanca, es mucho m¨¢s alta y musculosa que Dolce. Tiene unos 17 a?os y una cicatriz en la frente que es casi igual a la de un famoso mago ingl¨¦s. ¡°Cuando vienen los turistas, le digo Paloma Potter¡±, dice P¨¢ez con una risita. Paloma descansa al lado de Sorpresa, su mejor amiga. Su crin y su cola ondean en el viento. De repente Sorpresa se aleja al galope y Paloma la sigue. ¡°Ellas siempre mantienen juntas. No s¨¦ si Paloma es racista¡±, bromea el due?o.
Un retiro en el campo
A unos pocos metros est¨¢ Cronos, el m¨¢s tranquilo, tomando agua de un chorrito. Marr¨®n, una raya blanca le parte la cabeza, las patas tienen el mismo color y una mancha le aclara la espalda. P¨¢ez dice que probablemente se debe a que sufri¨® maltrato. Un caballo puede vivir unos 25 a 30 a?os, y este es un se?or mayor, de unos 22: ¡°Seguramente se ha metido en barrios de Bogot¨¢ que ni te imaginas¡±.
El due?o cuenta que cuando lleg¨® mord¨ªa mucho, y fuerte. Pero con el tiempo se tranquiliz¨® tanto que termin¨® cargando a los ni?os que llegaban de excursi¨®n. Ahora, despu¨¦s de vivir la mitad de su vida en el campo, Cronos no carga a nadie. Se ha retirado entre las verdes monta?as. ¡°Es fuerte, podr¨ªa seguir trabajando. Pero ya se merece un descanso¡±, dice P¨¢ez. En unos a?os Paloma y Dolce podr¨¢n disfrutar de ese privilegio tambi¨¦n.
***
Mar¨ªa Cantor y su hija Sandra Milena Cantor, Conchita y Mile, llegan con un cuadro cargado de nostalgia. Muestra una carretera bordeada de cerros a un lado y de un lago al otro. En el fondo est¨¢n Jesucristo y un hermano de Mile ¡°que est¨¢ en el cielo¡±. Los dos vigilan la escena. M¨¢s adelante aparecen dos caballos y una camioneta, la que recibieron a cambio de sus dos equinos. En una esquina, un texto: ¡°Recuerdo de mis fieles amigos Rosilla y Arrap¨¢n que dejaron una huella grande en mi coraz¨®n, los quiero mucho¡±. Est¨¢ firmado el 20 junio de 2013, el d¨ªa que entregaron a sus caballos.
Las Cantor son recicladoras, nunca han conocido otro oficio. Conchita tiene 67 a?os y sigue trabajando. Con Mile, de 46. Tres d¨ªas por semana salen de Bosa, una zona empobrecida en el suroccidente de Bogot¨¢, y recorren la ciudad en la camioneta que recibieron de la Alcald¨ªa, recolectando desechos reciclables. Luego venden lo que hayan recogido en una bodega. Dicen que ganan unos 350.000 pesos por d¨ªa de trabajo (alrededor de 91 d¨®lares), y enfatizan que lo dividen entre los seis miembros de la familia. Eso quiere decir que cada uno se queda con 58.000 pesos; unos 15 d¨®lares.
No son pobres, en sentido t¨¦cnico: cada uno suma 700.000 pesos al mes, cuando las autoridades estad¨ªsticas colombianas fijaron la l¨ªnea de pobreza de 2022, la m¨¢s reciente, en 396.894 pesos per c¨¢pita. Aseguran que no ganan m¨¢s dinero que cuando trabajaban con los caballos, pero que s¨ª han mejorado mucho sus condiciones de trabajo gracias al veh¨ªculo. ¡°Ya no nos mojamos. No nos asoleamos. Tenemos dignidad¡±, afirman. Si pudieran hablar, Cronos, Paloma y Dolce seguramente dir¨ªan lo mismo.
Crecer entre caballos
Mile creci¨® en ¡°una finquita¡± en Bosa, en la orilla del r¨ªo, cuando la zona todav¨ªa no se hab¨ªa urbanizado. All¨ª, cuenta, ella y sus cinco hermanos se criaron entre los caballos. Muestra fotos del siglo pasado mientras enumera una docena de caballos que tuvo a lo largo de su vida. ¡°Bertico, Mocho, Princesa, Furia, Cater¨ªn¡Uy, ?que hermosura!¡±, exclama: sus ojos se llenan de alegr¨ªa. Los equinos viv¨ªan en corrales en la finca de los Cantor, donde los entrenaban y Mile los consent¨ªa. ¡°Eran parte de la familia. Nos daban de comer¡±, recuerda.
No todos los zorreros ten¨ªan una relaci¨®n tan ¨ªntima con sus animales. Para muchos solo eran una herramienta de trabajo, que maltrataban incluso en la calle, frente a los transe¨²ntes. Otros, como Sandra Vargas, que tambi¨¦n entreg¨® a un caballo en 2013, les cog¨ªan cari?o pero no los ve¨ªan como parte de la familia. ¡°Una se encari?aba, pero tambi¨¦n era peligroso porque se pon¨ªan bravos. Tocaba tener cuidado para que no nos pegaran¡±, dice, e imita un caballo coceando.
Los d¨ªas de trabajo eran muy diferentes en esa ¨¦poca, relatan las Cantor. Sal¨ªan de Bosa a las 4 de la ma?ana con su zorra, sus herramientas de trabajo y comida para las bestias, como zanahoria y panela. Hac¨ªan un recorrido similar al actual, pero mucho m¨¢s lento y laborioso: trabajaban hasta las 3 o 4 de la tarde. Si un caballo se enfermaba o se cansaba, la jornada se alargaba todav¨ªa m¨¢s.
En 2010 se enteraron de que todo iba a cambiar. Andr¨¦s Uriel Gallego, ministro de Transporte del entonces presidente, ?lvaro Uribe, expidi¨® un decreto que establec¨ªa las medidas para sustituir en todo el pa¨ªs los veh¨ªculos de tracci¨®n animal. Anunci¨®, adem¨¢s, que las alcald¨ªas quedaban encargadas de llevar esas palabras a la realidad. Conchita y Mile no lo pod¨ªan creer.
La despedida
Dos a?os m¨¢s tarde, con Petro como alcalde, los Cantor empezaron a asistir a reuniones de la Secretar¨ªa de Movilidad. Tambi¨¦n comenzaron a aprender a conducir la camioneta que recibir¨ªan ¨DMile nunca lo ha hecho: ¡°Soy muy nerviosa, no me gusta manejar¡±¨D. Hicieron el papeleo que reflejan las actas de entrega de Rosilla y Arrap¨¢n, que todav¨ªa conservan. Y, de repente, hab¨ªa llegado el d¨ªa. Lo recuerdan como si fuera ayer.
¡°Yo no dorm¨ª esa noche¡±, rememora Conchita. ¡°Salimos a las 2 de la ma?ana. Era como una caravana¡±. En la oscuridad de la madrugada, las Cantor y centenares de recicladores m¨¢s desfilaron por las calles de Bogot¨¢. Escoltados por la polic¨ªa de tr¨¢nsito y la Secretar¨ªa de Movilidad, viajaron unos 35 kil¨®metros hasta la UDCA, en el borde norte de la ciudad. All¨ª, se prepararon para la entrega. ¡°Mi mamita lloraba mucho. Hasta los hombres lloraban¡±, dice Mile. Entonces, cuenta, un se?or les dijo una frase que qued¨® pegada en su memoria para siempre: ¡°Desp¨ªdanse, porque nunca los van a volver a ver¡±. Y as¨ª fue.
M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, madre e hija concuerdan en que el Gobierno hizo bien: ¡°Siempre los tratamos con cari?o, pero es cierto que hab¨ªa mucho maltrato. Fue lo mejor que pudieron haber hecho¡±. Sin embargo, todav¨ªa los piensan mucho. ¡°En la casa tengo hartas [muchas] fotos de ellos¡±, dice Mile. Media hora m¨¢s tarde, confiesa que a veces sue?a con volver a los viejos tiempos. ¡°Si me pusieran a manejar una zorrita con unos caballitos, lo har¨ªa enamorada de la vida¡±, suelta con una sonrisa coqueta. Quiz¨¢s alg¨²n d¨ªa visite El Imperio y tenga esa oportunidad de nuevo.
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