Golpes, balas y olvido: 40 a?os del asalto que sumi¨® a la Universidad Nacional en el conflicto armado
El 16 de mayo de 1984, la Polic¨ªa ingres¨® por la fuerza al campus en Bogot¨¢. Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, los testigos reviven las denuncias por violaciones de derechos humanos
Elizabeth D¨ªaz recuerda el 16 de mayo de 1984 como uno de los peores d¨ªas de su vida. En esa fecha, justo hace 40 a?os, era estudiante de Psicolog¨ªa y fue testigo de c¨®mo la Universidad Nacional de Colombia se convirti¨® en un campo de batalla. Dice que escuch¨® los sonidos de las motos de la Polic¨ªa cuando ingresaban al campus y los gritos de los estudiantes que hu¨ªan despavoridos. Refugiada en unas residencias estudiantiles, se?ala que le qued¨® grabada la imagen de unos cad¨¢veres amontonados a lo lejos. Durante 30 a?os call¨® lo que hab¨ªa visto, no pudo despegarse del miedo de que su vida corriera peligro si denunciaba. Eso cambi¨® en 2015, cuando comenz¨® a compartir su historia con el proyecto de memoria estudiantil Archivos del B¨²ho. Hoy, afirma que guardar silencio ya no es una opci¨®n. Para ella, ser¨ªa ser c¨®mplice de la impunidad del Estado.
¡°Uno creer¨ªa que es mentira si no fuera porque lo vivi¨®¡±, comenta a unas 30 personas que participan de un recorrido por sitios de memoria universitaria con Archivos del B¨²ho. Sabe que es dif¨ªcil convencer sobre la existencia de muertos o desaparecidos de los que no hay registros, como s¨ª hay de decenas de heridos y detenidos ese d¨ªa. Rodrigo Torrejano, investigador de Archivos del B¨²ho, es enf¨¢tico en que no pueden hablar de ¡°masacre¡± porque no tienen pruebas. Pero D¨ªaz est¨¢ ilusionada con que este aniversario logre visibilidad en los medios de comunicaci¨®n y permita que se acerquen familiares de estudiantes desaparecidos, como ocurri¨® hace unos a?os con el caso del Colectivo 82, que prob¨® la desaparici¨®n de ocho estudiantes en 1982.
El 40¡ã aniversario de los hechos de 1984 se produce en medio de una profunda crisis institucional. Los estudiantes est¨¢n en paro desde marzo, en rechazo a la decisi¨®n del Consejo Superior Universitario de nombrar al profesor Ismael Pe?a como rector. El designado se posesion¨® el 2 de mayo en una notar¨ªa, sin el aval del Ministerio de Educaci¨®n. Hay tensi¨®n, asambleas y enfrentamientos recurrentes con la Polic¨ªa en las inmediaciones del campus. A simple vista, el d¨¦j¨¤ vu del 16 de mayo de 1984 podr¨ªa darle fuerza al reclamo de D¨ªaz. Sin embargo, es contraproducente. ¡°Cuando termina en tropel, los medios de comunicaci¨®n no hablan de lo que se denuncia. Los asesinados en 1984 se borrar¨¢n¡±, afirma la antigua estudiante.
La coyuntura y la historia se entrelazan en los espacios de la universidad. ¡°Aqu¨ª se metieron a matar estudiantes el 16 de mayo de 1989¡±, se lee cerca a grafitis contra Pe?a. En la plaza Che Guevara, donde estudiantes decapitaron una estatua de Francisco de Paula Santander en 1976, el grupo de Archivos del B¨²ho se re¨²ne frente a dos placas conmemorativas. Una homenajea a Jos¨¦ Le¨®n Pati?o, desaparecido en Cali el 9 de mayo de 1984, y ¡°a los dem¨¢s compas ca¨ªdos el 16 de mayo de 1984¡±. Otra tiene 33 nombres de personas desaparecidas o asesinadas entre 1929 y 2005. Los ¡°h¨¦roes del 16 de mayo del 85¡± aparecen en el medio.
Estigma
El recorrido de Archivos del B¨²ho reconstruye lo que pas¨® hace 40 a?os a partir de su trabajo Reventando silencios. Memorias del 16 de mayo de 1984 en la Universidad Nacional de Colombia, que el grupo public¨® en 2021 y entreg¨® a la Comisi¨®n de la Verdad. Los estudiantes resaltan la importancia de tener en cuenta los a?os de represi¨®n durante el Gobierno de Julio C¨¦sar Turbay (1978¨C1982) y las luchas para no ser estigmatizados en un contexto de Guerra Fr¨ªa. Comentan que, con Belisario Betancur en el Ejecutivo desde 1982, la universidad debat¨ªa c¨®mo mejorar el sistema de bienestar estudiantil, que comprend¨ªa residencias a precios asequibles, jardines infantiles y comedores.
La llama del 16 de mayo se encendi¨® con el asesinato de Jos¨¦ Le¨®n Pati?o, Chucho. El l¨ªder estudiantil muri¨® en hechos que la Polic¨ªa atribuy¨® a un intento de robo, pero muchos en la comunidad universitaria consideraban que fue efecto de un operativo de la fuerza p¨²blica. En su honor, se organiz¨® un acto pol¨ªtico y cultural en el campus. Ese mi¨¦rcoles todo escal¨® poco a poco. Un grupo de manifestantes captur¨® un autob¨²s en la carrera 30, en el borde oriental de la universidad, y lo inciner¨® en la plaza del Che. Despu¨¦s, otro grupo intent¨® hacer lo mismo en la entrada de la calle 26, al occidente. All¨ª, comenzaron los enfrentamientos con la Polic¨ªa.
El escenario estaba atravesado por el conflicto armado. Torrejano se?ala que en la universidad hab¨ªa grupos de las guerrillas del Movimiento 19 de Abril (M-19), el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) y el Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n (EPL). Por otro lado, los estudiantes dicen haber identificado agentes de inteligencia militar en el campus. El coordinador de Archivos del B¨²ho, que es soci¨®logo por la Universidad Nacional, asegura que estos uniformados ten¨ªan inter¨¦s en que el enfrentamiento escalara para enfrentarse contra los miembros de los grupos armados. ¡°Construyeron el teatro ideal para la confrontaci¨®n¡±, afirma, a la vez que se?ala que gran parte del movimiento estudiantil era ajeno a las guerrillas y que las capuchas para incriminarlos fueron fabricadas por la Polic¨ªa.
Fernando Mu?oz fue uno de los estudiantes que particip¨® de los sucesos. Era parte del M-19. En conversaci¨®n con este peri¨®dico, asegura que esa guerrilla no tuvo intenci¨®n de confrontar con la Polic¨ªa y que sus integrantes no estaban armados ese d¨ªa. La convocatoria se limitaba a participar del acto de la ma?ana y realizar unas marchas al centro de la ciudad que no se concretaron. ¡°El M-19 ten¨ªa una discusi¨®n interna muy dura, sobre si la universidad deb¨ªa ser un campo de combate o no. Algunos quer¨ªamos eso por las posibilidades de reclutamiento en un sector de j¨®venes radicales, pero la direcci¨®n se opon¨ªa porque pod¨ªa poner en riesgo a otra gente¡±, remarca. ¡°Hubo armamento popular, incendiario. No ten¨ªamos armamento [m¨¢s sofisticado]. Quiz¨¢ el ELN o el EPL ten¨ªan, pero muy poco¡±, a?ade.
No hay certezas sobre qui¨¦n dispar¨® primero. D¨ªaz comenta que los disparos iniciales vinieron de adentro, aunque cree que pudieron ser de infiltrados. Mu?oz, en cambio, asegura que la escalada vino de afuera. ¡°Se metieron de un momento a otro. Creo que fue una orden, porque de golpe pasaron los escuadrones motorizados. Cuando veo que entran disparando, salimos corriendo hacia la calle 53¡å, rememora. En su caso, no vio fallecidos. ¡°Vi gente herida, vi gente caer. Pero no muerta¡±, dice.
Tanto los dos estudiantes de la ¨¦poca como Torrejano coinciden en que el accionar de los manifestantes no se puede usar para justificar las violaciones a los derechos humanos. ¡°Aunque el movimiento estudiantil mostr¨® violencia propositiva, la fuerza p¨²blica enseguida los super¨® ampliamente. Hicieron un barrido hacia dentro, con una clara intenci¨®n letal¡±, afirma el investigador de Archivos del B¨²ho. Enfatiza que hubo detenciones arbitrarias de estudiantes, sin pruebas de que fueran parte de un grupo armado o de que hubieran incentivado los disturbios. ¡°Ese d¨ªa se garantiz¨®, por parte del establecimiento de este pa¨ªs, que muchos estudiantes se fueran para el monte a pelear la guerra¡±, remarca, en referencia a la impotencia de hacer reclamos y ser reprimidos.
Mauricio Archila, historiador y profesor pensionado de la Universidad Nacional, comenta por tel¨¦fono que el presidente Betancur no pudo controlar a la fuerza p¨²blica, que estaba impregnada de doctrinas de Seguridad Nacional que ven¨ªan del Gobierno de Turbay. ¡°El Estado estaba en manos de un presidente m¨¢s humanista que intent¨® cambiar las cosas, pero la inercia era muy fuerte¡±, afirma el historiador. Algo similar opina Mu?oz, que es polit¨®logo por la Nacional y ahora estudia una maestr¨ªa en Sociolog¨ªa: ¡°Betancur fue una ficha lucida de la oligarqu¨ªa. Propuso la amnist¨ªa y busc¨® retomar la bandera de la paz para la derecha. Pero no ten¨ªa todo el control de la fuerza p¨²blica¡±.
Parteaguas
El 16 de mayo de 1984 fue ¡°un parteaguas¡± en la historia de la instituci¨®n, describe Archila. La universidad cerr¨® durante 11 meses y el entonces rector, Fernando S¨¢nchez Torres, renunci¨®. ¡°Fue el final de un tipo de universidad m¨¢s atenta a la vida de los estudiantes, con cafeter¨ªas y residencias. Fue el golpe mortal para el sistema de bienestar¡±, afirma sobre el cierre permanente de comedores y alojamientos. Las matr¨ªculas de alumnos de otras regiones colombianas descendieron ante la imposibilidad de financiarse sin ese apoyo. Para los estudiantes, las dudas eran enormes cuando la Universidad reabri¨® en 1985: los compa?eros que no estaban pod¨ªan haber muerto, dejado la carrera o pasado a la insurgencia.
El historiador se?ala que la fecha es importante porque ¡°hubo muchos m¨¢s muertos de lo que se pudieron reconocer¡±. Explica que fue dif¨ªcil documentar nombres ante ¡°el silenciamiento de las v¨ªctimas¡± por parte del Estado, que emple¨® t¨¦cnicas de intimidaci¨®n para evitar denuncias por abuso de derechos humanos. Puede que algunos de los muertos fueran parte de las guerrillas y que sus familias les hubieran perdido el rastro meses antes del 16 de mayo, sin tener forma de saber que estaban en la Nacional el d¨ªa de la represi¨®n.
D¨ªaz, en tanto, cuenta que ella sac¨® varias fotos aquel d¨ªa. Era una de las organizadoras del acto de la ma?ana y llevaba una c¨¢mara de fotos consigo. Pero los lentes no ten¨ªan la calidad de los de ahora y, adem¨¢s, el rollo fotogr¨¢fico se arruin¨®. A¨²n as¨ª, mantiene el optimismo. Mientras sale del campus tras el recorrido, comenta a este peri¨®dico que las redes sociales permiten mayor difusi¨®n y que hay partes del estudiantado que se interesan por la memoria. Reitera que es necesario encontrar a las familias de quienes desaparecieron. ¡°No tienen por qu¨¦ avergonzarse, sino pedir justicia y reparaci¨®n¡±, afirma.
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