Bogot¨¢, capital de los pedestales vac¨ªos
Por lo menos siete espacios escult¨®ricos permanecen desiertos tras los derribos causados por el estallido social de 2021 y otros olvidos patrimoniales
La disputa pol¨ªtica por el significado de los monumentos en Colombia no surgi¨® a ra¨ªz del movimiento antirracista estadounidense Black Lives Matter. Tampoco con el estallido social de 2021, cuando fueron derribadas, rotas o decapitadas estatuas en todo el pa¨ªs. Pero las escenas convulsas de aquellos d¨ªas reflotaron como el magma de un volc¨¢n el debate sobre el relato hist¨®rico, las identidades ninguneadas y los pasados traum¨¢ticos. Tres a?os m¨¢s tarde, el emplazamiento de cuatro de ellas permanece vac¨ªo en Bogot¨¢. Como si la sociedad civil y las autoridades hubieran entrado en un bloqueo colectivo para imaginar y actualizar la simbolog¨ªa del espacio p¨²blico y de la memoria.
La figura maltrecha del fundador de la capital colombiana, el abogado andaluz Gonzalo Jim¨¦nez de Quesada, fue trasladada de la c¨¦ntrica Plazoleta del Rosario al Museo de Bogot¨¢; las esculturas monumentales de Isabel la Cat¨®lica y Col¨®n fueron desmontadas desde la Avenida El Dorado y hoy hacen escala temporal en el Museo de Arte Moderno; y de las tres piezas que formaban parte del Monumento a la Vida y al Desarme Ciudadano, en el Parque Tercer Milenio, solo queda una con los brazos amputados.
Las tres primeras son catalogadas como patrimonio protegido de la ciudad o de la naci¨®n. Sus autores fueron el espa?ol Juan de ?valos (Espa?a, 1911-2006) y el italiano Cesare Siginolfi (Italia, 1833- Colombia, 1903). El primero firm¨® algunas de las tallas de los evangelistas en el pol¨¦mico monasterio del Valle de los Ca¨ªdos, a las afueras de Madrid. El segundo, fue precursor en la ense?anza de bellas artes en Colombia a finales del XIX. ¡°Este es un tema inc¨®modo, que la gente prefiere no abordar porque tiene referencias dolorosas¡±, asegura Alberto Escovar, responsable de patrimonio en el Ministerio de Cultura por aquellos d¨ªas convulsos de 2021.
El abandono y falta de apropiaci¨®n de las esculturas no ha sido responsabilidad exclusiva de las autoridades distritales. ¡°Hist¨®ricamente, tampoco ha habido un reclamo colectivo desde la sociedad civil¡±, valora la historiadora del arte Carolina Vanegas. Recuerda el ejemplo de dos bustos arrumados en instituciones culturales, y uno m¨¢s desaparecido, de sus pedestales originales antes de los destrozos de 2021. Tres obras que representan a escritores decimon¨®nicos: el periodista Jos¨¦ Manuel Groot, el escritor de f¨¢bulas infantiles Rafael Pombo, y el poeta Jos¨¦ Asunci¨®n Silva.
¡°El pedestal de Groot, a espaldas de la iglesia de San Diego, nunca se mand¨® a restaurar. El monumento de Pombo lo custodia el Caro y Cuervo y el de Jos¨¦ Asunci¨®n Silva estaba, hasta donde me acuerdo, en alg¨²n lugar de la Secretar¨ªa de Cultura¡±, relata Vanegas. El olvido tambi¨¦n ha sido una herramienta para eludir el debate en un pa¨ªs con otras batallas pol¨ªticas y sociales profundas. De cualquier forma, en el epicentro de los destrozos de 2021 algo sacudi¨® las placas tect¨®nicas en la relaci¨®n de una parte de la ciudadan¨ªa con los monumentos, sus responsables en la Alcald¨ªa y la historia que hasta entonces se hab¨ªa narrado.
Fueron colectivos ind¨ªgenas, de zonas hist¨®ricamente marginadas, los encargados de derrumbar las obras de colonizadores militares espa?oles o pr¨®ceres de la independencia en una suerte de ¡°juicio hist¨®rico¡±, desgarrador, contra los lastres de un pasado marcado por el despojo y la violencia. Estudiosos del patrimonio, como el actual director del ¨¢rea en el Distrito, Eduardo Mazuera, o Alberto Escovar, perciben que estos movimientos, m¨¢s que una inquietud literal por las figuras, sirvieron como un canal de desfogue pol¨ªtico anclado a los problemas del mundo actual.
Carolina Vanegas coincide: ¡°En las circulares con las reivindicaciones de los Misak se quejaban de la falta de compromiso en la implementaci¨®n de los Acuerdos de Paz; por el asesinato de l¨ªderes sociales o las pol¨ªticas del Gobierno¡±. En las discusiones saltaban temas como el racismo, el clasismo o el machismo. Como cuenta Escovar, la crispaci¨®n de aquellos d¨ªas era tan intensa que la posibilidad de mediar o llegar a acuerdos era sencillamente inviable. La situaci¨®n de fondo ha cambiado poco, a pesar de las m¨²ltiples reuniones y debates recientes en Bogot¨¢. El l¨ªder Misak Didier Chirimuscay ha asumido la vocer¨ªa ind¨ªgena para resistir en el empe?o de mantener vac¨ªos los pedestales para siempre.
Para Eduardo Mazuera queda claro que hay una fractura en el tiempo. Y con ello una mutaci¨®n, quiz¨¢s, en el viejo ideario de patrimonio, engarzado al concepto de orgullo nacional y la reivindicaci¨®n de ciertas se?as art¨ªsticas. Hoy los espacios p¨²blicos est¨¢n sujetos a una discusi¨®n en busca de mayor pluralidad e inclusi¨®n. ?Qu¨¦ hacer con esos lugares silenciados? ?C¨®mo lidiar con un pasado incompleto o inc¨®modo? Desde la oficialidad se ha tratado de mediar para hallar alternativas: ¡°Me parece muy valioso seguir la discusi¨®n, encontrar latencias para la construcci¨®n de la historia desde abajo¡±, apunta el funcionario y experto.
Diversos artistas contempor¨¢neos tambi¨¦n han intervenido desde sus orillas para indagar y ¡°retomar la elocuencia de ese vac¨ªo¡± que ha quedado, cuenta la acad¨¦mica de arte Isabel Cristina D¨ªaz. Pero recuerda que el ¡°nivel de desapropiaci¨®n¡± de los monumentos en Bogot¨¢ ha sido muy grande en las ¨²ltimas d¨¦cadas y percibe algo de desidia de todos los frentes. En la misma l¨ªnea, Carolina Vanegas interpreta el derribo iracundo de estatuas como un acto pol¨ªtico y panfletario, equiparable a las decisiones del reducto de especialistas urbanos que tienen en sus manos la planificaci¨®n de la ciudad. Con una varita m¨¢gica decretan la desaparici¨®n de un parque o el trazado de una avenida. En ambos casos, opina, la decisi¨®n denota caprichos pol¨ªticos.
¡°El arte ha ido cambiando y los est¨ªmulos visuales tambi¨¦n. Los referentes urbanos se van modificando y la representatividad de los espacios. Hoy existe un reclamo diferente, quiz¨¢s de grupos minoritarios de ciudadanos cuyo lugar en la historia hab¨ªa sido negado¡±, contin¨²a. El resultado supone algunas dosis de traumatismo hist¨®rico innegable. Entre la desafecci¨®n y el hartazgo de una parte de la ciudadan¨ªa, algunos expertos vislumbran la necesidad de reformular prontamente las leyes patrimoniales.
Alberto Escovar cuenta que en el Parque de la Independencia, en el coraz¨®n de la capital, un ¨¢rbol parti¨® el monumento al escritor Julio Arboleda. Otro pedestal vac¨ªo, esta vez v¨ªctima de un imprevisto natural. Carolina Vanegas subraya la idea de que la ciudad ha sido siempre un campo de batalla pol¨ªtico y que esta etapa no ser¨¢ la primera ni la ¨²ltima en atestiguar la desaparici¨®n de s¨ªmbolos considerados despreciables por algunos: ¡°Una de las mayores destrucciones patrimoniales de Bogot¨¢ se dio para construir la Avenida El Dorado en 1952. Se destruyeron los parques de la Independencia y del Centenario. Era un espacio p¨²blico con jardines, estatuas, caminos y unos pabellones temporales. Todo eso se arras¨®. Y el patrimonio qued¨® en un segundo plano¡±.
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