Sergio Ram¨ªrez: el escritor que tambi¨¦n es colombiano
Despu¨¦s de varios meses de la experiencia extra?a de llamarlo compatriota, puedo alegrarme tambi¨¦n de compartir con ¨¦l los espacios de la Academia de la Lengua
A comienzos de esta semana, la Academia Colombiana de la Lengua le dio la bienvenida al m¨¢s reciente de sus miembros, pero esta vez no era un nombramiento como los otros. El nuevo miembro correspondiente es un escritor nacido en Nicaragua y residente en Espa?a; tiene el honor de llevar a?os sufriendo la persecuci¨®n infame del r¨¦gimen de Daniel Ortega, que no hace mucho le retir¨® la nacionalidad nicarag¨¹ense. Para ese momento, Sergio Ram¨ªrez ya estaba exiliado en Madrid: hab¨ªa escapado de su pa¨ªs despu¨¦s de enterarse de que el r¨¦gimen ten¨ªa planes de arrestarlo como ha arrestado a tantos opositores o cr¨ªticos, conden¨¢ndolos con cargos inventados y jueces corruptos en juicios de cart¨®n piedra. As¨ª que Sergio Ram¨ªrez se vio obligado, a sus ochenta y tantos a?os, a abandonar todas sus pertenencias ¨Csu casa, sus perros, sus libros coleccionados a lo largo de toda una vida de lector y novelista¨C y comenzar con su esposa una vida nueva en otra parte.
Cuando la dictadura de su pa¨ªs le quit¨® a Sergio Ram¨ªrez la nacionalidad nicarag¨¹ense, mi pa¨ªs tuvo el acierto profundo de ofrecerle la colombiana. (Muchos pa¨ªses hicieron lo mismo, porque Sergio Ram¨ªrez es un hombre querido adonde va). Y ahora, despu¨¦s de varios meses de la experiencia extra?a de llamarlo compatriota, puedo alegrarme tambi¨¦n de compartir con ¨¦l los espacios de la Academia de la Lengua. Cuando se posesion¨® como miembro correspondiente ¡ªcon un bello discurso sobre esa novela que nos ha puesto a hablar a todos durante este a?o de aniversarios: La vor¨¢gine¨C, tuve el placer de decir unas palabras para darle la bienvenida. Lo hice en nombre de la Academia, igual que lo hicieron antes y despu¨¦s otras personas m¨¢s autorizadas, pero tambi¨¦n en mi propio nombre: no s¨®lo por el afecto que le tengo a Sergio, sino por lo mucho que admiro su obra de novelista y su lugar de intelectual p¨²blico en el espacio de Am¨¦rica Latina.
La obra de Sergio Ram¨ªrez, dije entonces y repito ahora, me parece extraordinaria por muchas razones, pero una de ellas, muy valiosa, es su b¨²squeda constante: la insaciable sed de descubrimientos que tienen sus novelas, y que siempre las hace distintas entre s¨ª. As¨ª es: Margarita, est¨¢ linda la mar no se parece en nada a La fugitiva, y Sombras nada m¨¢s no se parece en nada a Castigo divino. Yo he tenido el gusto de conversar en p¨²blico con Sergio Ram¨ªrez para lanzar al mundo dos de sus libros: Sara, una especie de revisi¨®n de un episodio b¨ªblico que hubiera podido escribir Jos¨¦ Saramago, y Ya nadie llora por m¨ª, una de las investigaciones en la serie de ese detective maravilloso y siempre frustrado que tiene uno de los mejores nombres de la ficci¨®n latinoamericana: Dolores Morales. El contraste brutal entre las dos novelas es una met¨¢fora perfecta del mundo de Sergio Ram¨ªrez, pues no s¨®lo se trata de que no haya entre ellas ni cronolog¨ªas ni escenarios comunes, sino que no hay ni siquiera estrategias literarias que se parezcan.
Las ficciones de Sergio Ram¨ªrez pueden ser policiales o posmodernas, de estirpe c¨®mica y picaresca o inscritas en la m¨¢s ardua tradici¨®n del realismo, pero siempre iluminan los espacios de nuestra historia compartida y nuestro pasado com¨²n. Su obra nos ha puesto durante d¨¦cadas frente al espejo inc¨®modo de lo que somos, y siempre lo ha hecho con mirada l¨²cida, con osad¨ªa literaria y con algo que s¨®lo puedo llamar valor civil: no importa si se trata de la vida de Rub¨¦n Dar¨ªo o de los relatos del cristianismo o de la violencia del r¨¦gimen de Ortega enmarcada en una trama policial. Esto es lo que ocurre en Tongolele no sab¨ªa bailar, una novela que se public¨® en el mundo hisp¨¢nico hace tres a?os, y que result¨® tan inc¨®moda que el r¨¦gimen de Ortega trat¨® de impedir con argucias rid¨ªculas su entrada en Nicaragua. La novela nos record¨® a muchos c¨®mo se puede todav¨ªa hacer literatura pol¨ªtica sin concesiones a la propaganda o al panfleto o a la pedagog¨ªa barata.
Y nos record¨®, tambi¨¦n, la validez de lo que dijo una vez Aleksander Solzhenitsyn: que para un pa¨ªs tener a un gran escritor es como tener un segundo gobierno. Es por eso por lo que a algunos pa¨ªses no les gustan los grandes escritores: s¨®lo los escritores menores. Hoy, el r¨¦gimen de Ortega ha comprendido perfectamente el riesgo que corre con la figura de Sergio Ram¨ªrez: v¨¦ase el retiro de su nacionalidad, la amenaza de arresto, los cargos inventados y la puesta en marcha contra una sola persona de todo el aparato represor de su estalinismo tropical. Nada de eso ha silenciado, por supuesto, las inc¨®modas novelas de Sergio Ram¨ªrez. Nada de eso ha silenciado, tampoco, su voz cr¨ªtica. Cuando gan¨® el Premio Cervantes, dedic¨® varios minutos de su discurso a recordar a los j¨®venes asesinados por las fuerzas represoras de Ortega durante las protestas de 2018. Tres a?os m¨¢s tarde se dict¨® contra ¨¦l la orden de detenci¨®n que lo oblig¨® al exilio; dos a?os despu¨¦s del exilio, y violando todos los principios de la Constituci¨®n, las leyes internacionales y la mera humanidad, Ortega mand¨® quitarle la ciudadan¨ªa.
Pero la verdadera patria de un escritor es su lengua, y la lengua de Sergio Ram¨ªrez, este espa?ol que compartimos los latinoamericanos pero que tambi¨¦n nos distingue, es el terreno donde nos encontramos hoy. El espa?ol, nuestra patria com¨²n, fue una lengua antes y otra despu¨¦s de los versos de Dar¨ªo; pero siempre que se quiera convertir a Dar¨ªo en un purista de la lengua hay que recordar que su descubrimiento m¨¢s f¨¦rtil fue justamente la contaminaci¨®n: traer al espa?ol los ritmos y las figuras de la poes¨ªa francesa, igual que siglos antes Garcilaso de la Vega import¨® del italiano las formas del soneto de Petrarca, e igual que Borges, a?os m¨¢s tarde, adaptar¨ªa para el uso de su propio o¨ªdo los ritmos y las estructuras y hasta la sintaxis de la lengua inglesa. As¨ª, mediante esas porosidades, se ha ido enriqueciendo nuestra lengua literaria, la de Sergio Ram¨ªrez y la nuestra tambi¨¦n: la de los colombianos que hoy le damos la bienvenida a esta academia.
Pero me desv¨ªo. Lo que quiero recordar es ese espacio de nuestra cultura compartida y nuestra lengua com¨²n que Carlos Fuentes llam¨®, memorablemente, ¡°El territorio de La Mancha¡±. Es un territorio que se descubre y se construye todos los d¨ªas, que vamos cartografiando con nuestras novelas y nuestros cuentos y nuestros poemas, de La vor¨¢gine, la novela sobre la que habl¨® Sergio Ram¨ªrez, a El caballo dorado, la novela que Sergio Ram¨ªrez public¨® hace unos meses. Su obra literaria enriquece nuestra tradici¨®n, que ya es enormemente rica; y su llegada a nuestra Academia la honra y la favorece, y esperamos que lo siga haciendo muchos a?os m¨¢s.
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