El problema m¨¢s grave
En Colombia 17 millones de personas trabajan muy por debajo de su potencial, o malviven en una econom¨ªa que parece no dar m¨¢s de s¨ª. ?Qu¨¦ es lo que nos impide crear riqueza?
Colombia no puede emplear productivamente a mucha gente. A grandes rasgos, hay 10 millones de subempleados en el llamado ¡°sector informal¡±; 2 millones largos de desempleados; y cerca de 5 millones de personas que ni siquiera tratan de conseguir trabajo, en particular mujeres, porque cuidan ni?os o personas mayores, o por intentos fallidos que las han desalentado. Son 17 millones de personas que, o trabajan muy por debajo de su potencial, o malviven en una econom¨ªa que parece no dar m¨¢s de s¨ª. Ese es el problema m¨¢s grande del pa¨ªs.
Muchas de esas personas no creen que el sistema econ¨®mico pueda darles oportunidades, y eso los hace presa f¨¢cil de pol¨ªticos populistas de todas las pelambres. No los culpo. Al conversar con ellos, esa palabra sintetiza sus aspiraciones: oportunidades. Piden eso, no subsidios o transferencias.
Cuando se busca la causa de la falta de oportunidades, parece una trama de Agatha Christie, donde se investiga qui¨¦n perpetr¨® un crimen, y se halla que todos los sospechosos fueron culpables; cada uno con un motivo distinto.
En efecto, en la historia del subdesarrollo participan como culpables muchos jugadores (si bien no todos): empresarios, sindicatos, pensionados, profesores, congresistas y pol¨ªticos de las regiones, funcionarios de agencias como el Invima, el ANLA, la DIAN, las superintendencias, las CAR, las ?AS, los municipios, los ministerios, gremios de la producci¨®n, economistas y abogados.
La causa es la cultura econ¨®mica de intereses creados, formada a trav¨¦s de d¨¦cadas, reiterada y justificada por los estudiosos, que mantiene enana a la econom¨ªa. Entre muchas personas se ha limitado a la econom¨ªa colombiana de tal forma que no se ve por d¨®nde pueda crear 17 millones de oportunidades; esto es, puestos de trabajos formales y productivos.
Un efecto similar se deriva de la corrupci¨®n de los pol¨ªticos y de los funcionarios p¨²blicos y privados. Puede sonar injusto, pero similar impacto tienen aquellos empresarios que piden frenar la entrada de competidores, nacionales o extranjeros, y mantener precios a costa del bienestar p¨²blico, para perpetuar sus rentas privadas.
As¨ª mismo los sindicatos, que protegen a sus afiliados a costa de los des- y subempleados. Los profesores y maestros (Fecode), que ense?an lo que no sirve e impiden que se ofrezca mejor educaci¨®n a los chicos. Por supuesto, tambi¨¦n la guerrilla destructora y asesina y los paramilitares ¨ªdem, son parte esencial de esa cultura econ¨®mica.
Cada cuatro a?os, los candidatos presidenciales presentan estrategias y planes de desarrollo, pero no cambian la cultura econ¨®mica de intereses creados y nocivos para la utilizaci¨®n del mejor conocimiento hoy disponible en el mundo. Por sustracci¨®n de materia, se llega al recurso petrista y progresista que, ante la incapacidad de creaci¨®n de econom¨ªa y oportunidades, propone que los trabajadores formales paguen por todo lo que la econom¨ªa no genera, lo cual es insostenible.
Peter Drucker, el fil¨®sofo del management, dijo que ¡°la cultura desayuna estrategia¡±. Es decir, que la mejor estrategia puede ser destruida por una cultura nociva, incluyo antes de que se la pueda aplicar. Es lo que observamos cada cuatro a?os con los programas de cambio de los presidentes. Si no hay un cambio de cultura econ¨®mica, poco servir¨¢n las estrategias y nada cambiar¨¢ para los 17 millones de desamparados.
Por ende, la tarea debe ser m¨¢s ambiciosa y profunda que los planes limitados que plantean los candidatos. Recientemente lo expuse en el podcast Atemporal. Como reacci¨®n, Luis Felipe S¨¢enz, profesor de econom¨ªa de la Universidad de South Carolina, escribi¨® que esa descripci¨®n del problema laboral de Colombia coincide con la teor¨ªa de los economistas Parente y Prescott.
Es importante familiarizarnos con el argumento que desarrollaron rigurosamente el premio Nobel Edward Prescott y su coautor Stephen Parente. Para ellos la clave para entender el sub-desarrollo no es mirar por qu¨¦ una econom¨ªa crece poco, sino por qu¨¦ su ingreso difiere del de los pa¨ªses ricos. Para ellos, el pa¨ªs pobre decide NO usar el conocimiento disponible en el mundo, sobre qu¨¦ y c¨®mo producir.
Si las empresas de un pa¨ªs pueden usar el trabajo y las mejores tecnolog¨ªas, ?por qu¨¦ no lo hacen? La causa son las barreras impuestas pol¨ªtica y culturalmente. La diferencia clave entre la Corea del Sur en 1965, que era mucho m¨¢s pobre que Colombia, y la actual, es que desde ese entonces decidi¨® acceder y utilizar el conocimiento disponible en el mundo, y aplicarlo a su producci¨®n de bienes y servicios. Ese acervo de conocimientos utilizables aument¨® constantemente y de forma espectacular debido a nuevos descubrimientos. Hasta 1965 Corea del Sur estaba llena de barreras para utilizarlo.
?A qu¨¦ tipo de barreras se refieren? A limitaciones que impiden cambios en las pr¨¢cticas laborales y en el uso de las mejores tecnolog¨ªas. Ejemplos abundan. Citan que en la India las empresas con m¨¢s de 100 trabajadores deb¨ªan obtener permiso del Gobierno para despedir a un trabajador. En otros pa¨ªses el Estado imped¨ªa la entrada de empresas que utilizaran m¨¦todos m¨¢s productivos; les impon¨ªa altos aranceles, cuotas de importaci¨®n; o les prohib¨ªa repatriar las ganancias. En Brasil y Colombia, en un momento dado se impidi¨® las importaciones en industrias donde hubiera producci¨®n nacional. Otra pr¨¢ctica com¨²n ha sido favorecer los monopolios estatales. Lo que se busca hacer en este momento con la salud y la legislaci¨®n laboral de Colombia ilustra las causas del atraso.
En contraste, citan el caso de Estados Unidos y Suiza, pa¨ªses descentralizados en los que los estados o cantones tienen un poder soberano considerable, pero no tanto como para prohibir el movimiento de bienes y personas entre ellos. En consecuencia, ha imperado el libre comercio interno, y los productores se han visto obligados a utilizar la mejor tecnolog¨ªa existente, o desaparecer.
Muchos pa¨ªses han mantenido sinn¨²mero de barreras, y la mayor¨ªa siguen siendo pobres, o teniendo un techo que no logran sobrepasar. Corea del Sur, en contraste, dispar¨® un milagro econ¨®mico a trav¨¦s de remover las barreras introducidas por productores y sindicatos, los pol¨ªticos y funcionarios, y permiti¨® usar el acervo de conocimientos y tecnolog¨ªas disponibles en el mundo.
En suma, se siembran las semillas del subdesarrollo cuando los jugadores locales logran que los pol¨ªticos y la regulaci¨®n invasiva les otorguen derechos monop¨®licos y restricci¨®n a la competencia, y entorpecen la entrada de nuevos competidores.
El futuro de 17 millones de colombianos y de la econom¨ªa en su conjunto depende entonces de un cambio de nuestra cultura econ¨®mica. Esa cultura perniciosa sobrevivi¨® a la apertura de los a?os noventa, y est¨¢ hoy tan presente como hace sesenta a?os. Podemos producir con las mejores tecnolog¨ªas del mundo, pero debemos buscarlas y acogerlas. Corea del Sur lo hizo en los a?os sesenta.
Nunca es tarde para que Colombia empiece. Los ej¨¦rcitos de vendedores ambulantes en las esquinas y los peajes, las mujeres encerradas en sus casas sin oportunidades, y los millones de pobladores de los barrios pobres y los pueblos nos dicen con su silencio que va siendo hora. Las condiciones de vida de estos millones de ciudadanos son el costo humano de proteger rentas y cristalizar las barreras que impiden crear riqueza en Colombia.
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