Camellones y zanjas muiscas para devolver el agua y los peces a la sabana de Bogot¨¢
Un proyecto busca recuperar la memoria del pez capit¨¢n a trav¨¦s de la construcci¨®n de un sistema hidr¨¢ulico prehisp¨¢nico
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El padre de la artista colombiana Mar¨ªa Buenaventura ten¨ªa una gran colecci¨®n de libros del siglo XIX. Ella creci¨® leyendo antiguos recetarios, novelas costumbristas y relatos de viajeros. En esas p¨¢ginas, Buenaventura encontr¨® recetas para cocinar pez capit¨¢n, una especie que no conoc¨ªa. Cuando le pregunt¨® a su padre sobre este animal, le cont¨® que, cuando era ni?o, ¨¦l y sus amigos sol¨ªan pescarlos en el r¨ªo Bogot¨¢.
Buenaventura creci¨® en la capital de Colombia y nunca se imagin¨® que el r¨ªo Bogot¨¢ tuviera un pasado sin contaminaci¨®n o sin mal olor. Por eso, dice que aprender del pez capit¨¢n la entristeci¨® y avergonz¨®. ¡°?Por qu¨¦ no aprendimos esta historia en el colegio?¡±, se pregunt¨®. El descubrimiento de este animal ha guiado su pr¨¢ctica art¨ªstica. Durante los ¨²ltimos 18 a?os, Buenaventura se ha dedicado a buscar, documentar y compartir la historia de la sabana de Bogot¨¢, el altiplano m¨¢s extenso de los Andes de Colombia, a trav¨¦s de la comida.
Uno de sus descubrimientos m¨¢s importantes fue aprender que algunos de los sabores y platos de los recetarios antiguos todav¨ªa sobreviven, as¨ª sea como recuerdos. En un evento en el Museo la Quinta de Bol¨ªvar, en la capital colombiana, durante una conferencia en la que cocinaba recetas hist¨®ricas, Buenaventura le dijo a los asistentes que en el pasado exist¨ªan platos ¡°rar¨ªsimos¡± como el flan de arracacha. De repente, recuerda con una sonrisa, una ¡°se?ora muy viejita se levant¨® brav¨ªsima de la silla y dijo que esa receta no era rara ?Su t¨ªa la preparaba!¡±.
Las recetas hist¨®ricas segu¨ªan vivas ¡°y si no sal¨ªa r¨¢pido de la biblioteca, me las iba a perder¡± dice. Por ejemplo, en la sabana de Bogot¨¢, la gran mayor¨ªa de personas j¨®venes nunca han probado el pez capit¨¢n o conocen de su existencia, pero ¡°todos mayores de 60 a?os y 70 a?os tienen el recuerdo vivo¡±, agrega Buenaventura. Por ejemplo, tras una conferencia en el Museo de Antioqu¨ªa, tres mujeres se le acercaron y con l¨¢grimas y le contaron que, de ni?as ,su padre las llevaba en las noches a pescarlo. ¡°Es un recuerdo entra?able y absolutamente silenciado¡±, dice la artista.
El pez capit¨¢n (Eremophilus mutisii) es una especie end¨¦mica del altiplano cundiboyacense, la cual se encuentra en r¨ªos ubicados entre 2,500 y 3,100 metros de altura. Tiene una piel negra con circulos de color oliva y un simpatico bigote con el cual busca comida. Durante los ultimos a?os, sus n¨²meros han disminuido dr¨¢sticamente por la destrucci¨®n de su h¨¢bitat y la contaminaci¨®n. Las oportunidades de pesca y consumo de pez capit¨¢n son escasas.
Zanjas y camellones para recuperar el h¨¢bitat del pez capit¨¢n
Este animal tiene un sabor ¡°como de bagre, como la tierra, es absolutamente delicioso¡±, dice Juliana Steiner, una curadora de arte independiente que vive en Bogot¨¢. En 2021, ella organiz¨® una exhibici¨®n llamada Mutualismos, en la cual Buenaventura prepar¨® un banquete que inclu¨ªa un plato de pez capit¨¢n, cocinado a la brasa con achiote y envuelto en hoja de pl¨¢tano.
En 2022, Steiner es invitada a participar como curadora en la bienal Common Ground organizada por la Universidad Bard en Nueva York, que est¨¢ centrada en las pol¨ªticas de la tierra y la comida. Con el fin de recuperar el espacio f¨ªsico del pez capit¨¢n en la sabana de Bogot¨¢, las dos mujeres decidieron construir zanjas y camellones, un sistema hidr¨¢ulico prehisp¨¢nico que fue usado durante tres mil a?os y que desapareci¨® con la llegada de los espa?oles a los Andes.
Ese a?o crearon el colectivo Zanjas y Camellones, que construy¨® seis camellones en la Reserva Natural Van Der Hammen en la localidad de Suba en Bogot¨¢. El grupo y el proyecto han sido liderados por Buenaventura, Steiner, la historiadora Lorena Rodr¨ªguez, el arquitecto paisajista Diego Berm¨²dez y la abogada Sabina Rodr¨ªguez.
Camellones y zanjas
Los muisca eran el grupo ind¨ªgena que viv¨ªa en la sabana de Bogot¨¢ cuando llegaron los conquistadores espa?oles. Ellos usaban los camellones, elevaciones de tierra, de entre 50-70 cent¨ªmetros, para cultivar diferentes alimentos como ma¨ªz, frijol, calabaza, papas y otras verduras. Este tipo de plataformas elevadas han sido utilizadas por diferentes culturas por miles de a?os en todo el planeta.
Los canales y las zanjas eran usados para controlar el exceso de agua. Seg¨²n la artista Mar¨ªa Buenaventura, ¡°Bogot¨¢ ten¨ªa alrededor 100,000 hect¨¢reas labradas en zanjas y camellones¡±. Algunos camellones eran lo suficientemente grandes para sostener boh¨ªos y era posible navegar y pescar en ellos.
La sabana de Bogot¨¢ siempre se ha inundado. Por ejemplo, durante la ¨²ltima temporada de lluvias, en Bogot¨¢ ocurrieron varios desbordamientos y da?os estructurales en edificios y calles de la ciudad. Esto ocurre dado a que el suelo arcilloso de la regi¨®n tiene muy baja permeabilidad. Los camellones y zanjas le permit¨ªan a los muiscas utilizar las inundaciones a su favor. Adicionalmente durante el periodo prehisp¨¢nico, los camellones eran usados ¡°como criaderos de pez capit¨¢n¡±, dice Carl Langebaek, antrop¨®logo, arque¨®logo y profesor de la Universidad de Los Andes en Bogot¨¢. Buenaventura dice que decidieron construir camellones y zanjas porque este fue el ecosistema donde el pez mejor vivi¨®.
Desactivaci¨®n del sistema
El sistema de camellones y zanjas desapareci¨® con la llegada de los espa?oles a los Andes y el genocido cultural de los muiscas, dice Lorena Rodr¨ªguez Gallo, profesora del Departamento de Historia de la Universidad Nacional. Ella lleva a?os estudiando el sistema de los hidr¨¢ulicos muiscas y es miembro del colectivo Zanjas y Camellones.
A medida que los ¡°ind¨ªgenas perd¨ªan el control de la tierras¡±, el sistema dejaba de ser mantenido y paraba de funcionar, dice Rodr¨ªguez. Seg¨²n explica, para los habitantes de la pen¨ªnsula ib¨¦rica del siglo XVI ¡°era imposible concebir el desarrollo de la civilizaci¨®n en medio del agua¡±. Para ellos, la proximidad al agua era asociada con enfermedades. Adicionalmente los conquistadores tampoco reconocieron el valor a los policultivos muiscas, donde varias especies como el ma¨ªz, frijol y calabaza eran sembradas en el mismo espacio.
Los espa?oles, y luego el estado colombiano, buscaron secar la sabana de Bogot¨¢, promoviendo la expansi¨®n urbana, la ganader¨ªa y los monocultivos. Sin embargo, todav¨ªa podemos ver huellas del sistema. Steiner recuerda que de ni?a visitaba fincas a las afueras de Bogot¨¢ donde ¡°saltaba y jugaba en lo que uno pensaba, en ese momento, eran unas monta?itas¡±. Es posible que ¡°las monta?itas¡± sean las huellas, los recuerdos en la tierra, del sistema hidr¨¢ulico muisca.
Construyendo Camellones y Zanjas en el siglo XXI
El colectivo Zanjas y Camellones encontr¨®, con el apoyo del Jard¨ªn Bot¨¢nico de Bogot¨¢, un terreno en la Reserva Natural Van Der Hammen donde pudieron desarrollar su proyecto. El predio fue elegido porque se inunda constantemente y est¨¢ ubicado en un lugar lleno de contrastes. Est¨¢ cerca al bosque de las Mercedes, uno de los pocos bosques nativos que sobreviven en la sabana, pero que est¨¢ rodeado de potreros y eucaliptos (un ¨¢rbol nativo de Australia). Est¨¢ muy cerca del Humedal de la Conejera, una ¨¢rea protegida por la diversidad del ecosistema, y donde se est¨¢n desarrollando varias construcciones de vivienda.
Antes de comenzar la construcci¨®n, la Abuela Blancanieves, representante del cabildo muisca de Suba y miembro del colectivo, realiz¨® una ceremonia de pago al humedal, donde pidi¨® permiso a la tierra para poder intervenirla. Despu¨¦s de la ceremonia miembros del colectivo comenzaron a cortar y sacar el pasto africano del lote (Cynodon plectostachyus), el cual fue introducido a la sabana para alimentar ganado. La profesora Rodr¨ªguez recuerda que, despu¨¦s de cortar el pasto, comenzaron a escuchar ¡°un ruido muy tenue, como si la tierra estuviera hablando¡±, recuerda. Y de repente, comenz¨® a brotar agua del suelo.
Esta zona de la sabana de Bogot¨¢ tiene un nivel fre¨¢tico muy alto, es decir que el nivel de agua del acu¨ªfero est¨¢ muy cerca a la superficie (en el terreno donde construyeron los camellones est¨¢ entre 60 y 70 cent¨ªmetros). El agua continu¨® saliendo del suelo por casi dos horas. Hab¨ªa alrededor de 30 personas trabajando ese d¨ªa. Algunos lloraron de la emoci¨®n, otros dec¨ªan ¡°la sabana est¨¢ viva¡± y ¡°somos agua¡±, recuerda Steiner, a?adiendo que ese momento ¡°fue como magia¡±.
Guido Caicedo es uno de los jardineros del Jard¨ªn Bot¨¢nico de Bogot¨¢ que particip¨® en la construcci¨®n de los camellones y dice que este tipo de siembra ¡°es un arte¡±. Despu¨¦s de hacer las mediciones, sacaron tierra para formar las zanjas de un metro y medio de ancho, que luego usaron para construir los camellones. Caicedo dice que era como poner una plataforma elevada ¡°en el centro de una piscina¡±.
El colectivo construy¨® seis camellones en los cuales sembr¨® ma¨ªz, arracacha, frijol arbustivo, lupino y tabaco. Todo ha crecido de forma exitosa y con muy poca supervisi¨®n, en parte gracias a que las zanjas y canales mantienen irrigadas las plantas en el camell¨®n. El sistema es cerrado, es decir no se conecta con el humedal ni con ninguna fuente de agua, por lo cual todav¨ªa no hay ning¨²n pez capit¨¢n. La forma de los camellones ¡°surge del estudio de aerofotograf¨ªas antiguas¡±, dice el arquitecto Berm¨²dez, quien lleva estudiando el agua y el ordenamiento territorial de la sabana desde el 2016. Estas fotograf¨ªas tomadas en la d¨¦cada de 1950 son evidencia de la extensi¨®n y ubicaci¨®n de los camellones muiscas en la Sabana de Bogot¨¢.
Previamente, el Jard¨ªn Bot¨¢nico hab¨ªa intentado plantar ¨¢rboles nativos en esa zona, pero no sobreviv¨ªan por las constantes inundaciones del terreno. Sin embargo, una vez aplicada la t¨¦cnica que utilizaban los grupos prehisp¨¢nicos, las plantas pudieron crecer sin problema. Por esto, Rodr¨ªguez cree que esta t¨¦cnica puede ofrecer soluciones puntuales en ¨¢reas concretas del altiplano cundiboyacense.
Las condiciones de la sabana han cambiado radicalmente en los ¨²ltimos 500 a?os, lo cual hace imposible construir camellones para agricultura a gran escala, como ha ocurrido en Bolivia. Los acu¨ªferos han disminuido por sobreuso y el r¨ªo Bogot¨¢ y sus afluentes est¨¢n contaminados y ¡°completamente controlados por corredores en cemento, los cuales no permiten que se salgan de los l¨ªmites impuestos por nosotros¡±, dice Rodr¨ªguez. Sin inundaciones controladas, los camellones no pueden funcionar.
El futuro de los camellones en la reserva Van Der Hammen depende del Jard¨ªn Bot¨¢nico. Steiner espera que ese espacio se pueda convertir en una aula viva, donde estudiantes puedan aprender e interactuar con el pasado prehisp¨¢nico y usar la tecnolog¨ªa precolombina como inspiraci¨®n para el presente y futuro de la sabana. Como m¨ªnimo, la curadora espera que los bogotanos dejen de ¡°darle la espalda al r¨ªo Bogot¨¢¡±. Y tal vez, en un futuro no muy lejano, sea posible que el pez capit¨¢n vuelva a los r¨ªos y a la Sabana de Bogot¨¢.