Colombia rota
Est¨¢ por verse si alguien es capaz de encajar las piezas de esta vajilla rota que es el pa¨ªs. Kintsugi a la criolla
Siempre hay una primera vez. Sea grata o traum¨¢tica, la primera vez tiene ese singular encanto de lo virgen, lo inexplorado, lo genuinamente desconocido. Aquello que activa los sentidos y pone a la curiosidad a saltar con la energ¨ªa de un muelle. Una hermosa primera vez es la de las palabras, y recuerdo cuando, precisamente ojeando este diario, hace un lustro descubr¨ª una palabra llena de lustre: kintsugi.
El kintsugi, seg¨²n anotaba Marta Reb¨®n en El Pa¨ªs Semanal, es una antigua t¨¦cnica japonesa que consiste el unir las piezas rotas de cer¨¢mica, usando un barniz espolvoreado de oro para empatar y hacer encajar los trozos. Naci¨® de la petici¨®n a los artesanos de su comarca de un se?or feudal, Ashikaga Yoshimasa, apesadumbrado por la destrucci¨®n de su cuenco favorito para preparar el t¨¦. Pasados cinco siglos, los colombianos vamos a necesitar del kintsugi despu¨¦s del 19 de junio.
Cuando ese d¨ªa se sepa el nombre del nuevo presidente, el pa¨ªs volar¨¢ en pedazos y alguien tendr¨¢ que unir con pericia las piezas. El problema fundamental es que, sea elegido Gustavo Petro o Rodolfo Hern¨¢ndez, ninguno de los dos tiene asegurado hacer el milagro de ajustar las fracciones de una naci¨®n forjada en la polarizaci¨®n y la intolerancia.
Si es Petro, encontrar¨¢ fuerte resistencia de sectores decididos a no permitirle demostrar las bondades de su programa de gobierno. Y lo har¨¢n al costo que sea. Si, en cambio, pierde, Petro no dudar¨¢ en activar efectivos mecanismos que bien conoce: movilizaci¨®n social y protesta callejera, para ralentizar a un gobierno que a duras penas soportar¨¢ la fuerza de los embates, por muy templado que sea el car¨¢cter del en¨¦rgico ingeniero-presidente.
Aunque muchos crean que es novedoso el lugar com¨²n en estos tiempos de campa?a, seg¨²n el cual cada candidato ofrecen unirnos (ser ¡°el presidente de todos los colombianos¡±), no se trata de un concepto nuevo. Lo so?¨® sin conseguirlo Sim¨®n Bol¨ªvar, que nos libert¨®. Y no lo ha conseguido ninguno de los m¨¢s de cien que lo sucedieron, porque donde se re¨²nen diez colombianos hay treinta ideas irreconciliables.
Justo es reconocer que tampoco puede decirse que sea una novedad el que nos hagamos a?icos, cuando, adem¨¢s de los profundos problemas sociales y de delincuencia (especialmente narcotr¨¢fico y subversi¨®n) que hemos experimentado por d¨¦cadas, hemos vivido desde 1812 una sangrienta sucesi¨®n de guerras civiles: de federalistas y centralistas, de los Supremos, de las Soberan¨ªas, de las Escuelas, de los Mil D¨ªas, la crisis de Panam¨¢ y la Violencia (aunque la violencia, en min¨²scula, siempre ha sido aqu¨ª un problema may¨²sculo).
Veremos si las cosas no resultan as¨ª y llega a la presidencia un maestro del kintsugi. Consuelo: el objeto nunca debe lucir perfecto, pues, seg¨²n palabras de Reb¨®n, ¡°en lugar de disimular las l¨ªneas de rotura, las piezas tratadas con este m¨¦todo exhiben las heridas de su pasado, con lo que adquieren una nueva vida; se vuelven ¨²nicas y, por lo tanto, ganan en belleza y hondura¡±.
A ver si el pr¨®ximo se?or feudal, y electoral, que llegue al Palacio de Nari?o nos aleja de las honduras que se avecinan.
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