Las Adelitas de la revoluci¨®n por el agua en M¨¦xico
Crecieron escuchando las historias de las mujeres que durante la Revoluci¨®n mexicana tomaron las armas. M¨¢s de un siglo despu¨¦s, ellas les hablan a sus nietos del agua y la tierra que defienden en medio de la crisis clim¨¢tica
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En los pueblos por los que cruza el r¨ªo Metlapanapa, en el noroeste del Estado de Puebla, en el centro de M¨¦xico, un grupo de mujeres encabeza la resistencia contra el despojo y la extracci¨®n de recursos a manos de m¨¢s de 30 empresas. Todas ellas nacieron y crecieron rodeadas del agua que desembocaba rebosante en decenas de manantiales, muchos de ellos considerados sagrados. A lo largo de su vida, han visto c¨®mo la mayor¨ªa se secaba y ahora resguardan lo poco que llega a los pozos, de los que beben sus familias.
Al igual que sus tierras ¨Cque se han secado y han perdido su riqueza¡ª, sus cuerpos y rostros tambi¨¦n tienen marcas por la batalla por el agua, un t¨¦rmino del que cada vez se oye hablar m¨¢s en un pa¨ªs que vive una profunda crisis h¨ªdrica y ambiental. Su lucha recuerda a las historias que de ni?as escuchaban sobre las Adelitas, aquellas mujeres que durante la Revoluci¨®n mexicana de 1910 tomaron el frente de batallones y campamentos al lado de los hombres, bajo el estandarte de la defensa de la tierra.
M¨¢s de un siglo despu¨¦s, ellas tambi¨¦n pasaron a la historia al lograr detener en 2020 las operaciones de la empresa Bonafont, de la transnacional Danone, que durante casi 30 a?os extrajo diariamente 1,64 millones de litros de agua del r¨ªo Metlapanapa. Las mujeres iban adelante. Resguardadas por los volcanes Popocat¨¦ptl e Iztacc¨ªhuatl, hoy siguen defendiendo sus territorios y comunidades de las industrias textiles, de acero, automotrices, agr¨ªcolas y ganaderas, asentadas desde hace d¨¦cadas en la regi¨®n.
Con una cubeta en la mano y un su¨¦ter para cuando caiga la noche, Cenaida Xochihuila vigila el ¨²ltimo ameyal (manantial) que sobrevive en el pueblo de San Lucas Nextetelco, a unos 20 minutos andando desde su casa. Tiene 68 a?os, 13 hijos y cinco nietos, y forma parte del frente de Pueblos Unidos de la Cholulteca y de los Volcanes, que hace dos a?os par¨® a la multinacional. ¡°?ramos muchas mujeres de todos los pueblos las que ¨ªbamos al frente y ah¨ª nos quedamos¡±, rememora.
La toma de la planta de Bonafont dur¨® todo un a?o hasta que el 22 de agosto de 2021, el d¨ªa internacional del agua, la compa?¨ªa retom¨® por la fuerza las instalaciones con el apoyo de la Guardia Nacional. Como frente de resistencia, las mujeres, generalmente mayores, fueron las encargadas de alimentar y sostener a decenas de participantes en el plant¨®n. ¡°Por tres meses y 15 d¨ªas, yo estuve ah¨ª, d¨ªa y noche. Solo me regresaba a darle de comer a mi esposo, y ya me iba all¨¢ a dormir, all¨¢ hac¨ªamos de comer, hac¨ªamos de cenar, vel¨¢bamos¡±, cuenta Cenaida. Hasta que un d¨ªa se enferm¨®.
Sus manos tienen manchas negras y grises que le quedaron despu¨¦s de que en 2019, un a?o antes de la clausura de la embotelladora, manipulara materiales t¨®xicos. Entonces, encabez¨® otra protesta contra el desag¨¹e de desechos en el r¨ªo por parte de una treintena de empresas que integran el parque industrial situado a un lado de la carretera federal M¨¦xico-Puebla.
Paloma ¨Cnombre de lucha¨C lleva sus 75 a?os de vida tomando agua de un pozo de m¨¢s de 200 metros de profundidad que resguarda en su casa. Vive en el poblado de Cuanal¨¢, a unos 20 kil¨®metros de la ciudad de Puebla. All¨ª, bajo la tierra, todav¨ªa hay agua limpia gracias a la lucha de las mujeres. Hace tres a?os, cuando dej¨® de llegar, decidi¨® salir a pelear. Respondi¨® al llamado de sus compa?eras luego de que las empresas quisieron hacer del r¨ªo su dep¨®sito de desechos. ¡°Vimos que quer¨ªan entubar para descargar el agua contaminada del corredor industrial¡±, cuenta al recordar el nacimiento del frente Guardianas del R¨ªo Metlapanapa. ¡°Hab¨ªa muchas mujeres de la tercera edad, la mayor¨ªa ¨¦ramos mayores, y decidimos que nosotras ¨ªbamos a ir al frente porque a los hombres la polic¨ªa los detiene, les inventan delitos y los criminalizan¡±.
Si hace 100 a?os, en la batalla de la revoluci¨®n, los hombres eran asesinados o encarcelados por el r¨¦gimen, ahora son detenidos y criminalizados por las autoridades locales. ¡°Hasta ahora solo hay carpetas de investigaci¨®n en contra de los compa?eros. Son muchas¡±, advierte Paloma. Los detenidos son los padres, esposos, hermanos, amigos y vecinos de las guardianas. Antes, ellos eran la cara m¨¢s visible de la lucha, mientras que las mujeres permanec¨ªan en la resistencia, alimentando y sosteniendo plantones, batallones y hogares.
El marido de do?a Cenaida, por ejemplo, enfrenta desde 2014 un proceso en su contra por tratar de impedir que un hacendado cortara ¨¢rboles j¨®venes para hacer estacas. Seg¨²n denuncia ella, fue acusado falsamente de amenazas y robo de una cosecha valuada en 40.000 pesos (unos 800 d¨®lares). Sali¨® de prisi¨®n tras pagar una fianza, pero desde entonces, es constantemente vigilado y cada semana tiene que acudir a firmar a la comandancia de la polic¨ªa. Por eso, ella decidi¨® sumarse a la lucha con m¨¢s de 60 a?os.
De camino al manantial, do?a Cenaida saluda a todos por su nombre y les pregunta c¨®mo est¨¢ la familia. Mantiene un paso firme y no se detiene cuando hay que saltar riachuelos y esquivar la maleza. ¡°Mire, todo esto todav¨ªa est¨¢ muy bonito. Por eso lo codician¡±, dice y se?ala lo poco verde que queda junto al r¨ªo. ¡°Hace poco, el Gobierno municipal quiso cobrar la entrada al ojo de agua, y nosotros, como due?os de los terrenos, no los dejamos¡±, expone. ¡°Lo bueno es que ya ten¨ªamos el r¨ªo cercado desde que los industriales quisieron echarnos su porquer¨ªa para ac¨¢ y tampoco los dejamos¡±.
Memorias del agua
Las guardianas como ella aprendieron de sus ancestras a leer el agua y a administrarla para cubrir las necesidades del hogar. Seg¨²n dicen, despu¨¦s de las ocho de la noche, duerme y no hay que molestarla. Tambi¨¦n hay que pedirle permiso antes de sacarla y hacerlo con paciencia, sin dejar de darle las gracias.
Por eso les duele tanto que del r¨ªo donde se ba?aban de peque?as, rodeadas de peces, tortugas y cangrejos, ya solo queda el recuerdo y muchas historias que contarles a sus nietos. Paloma a¨²n guarda en su memoria un pantano y un bosque que envolv¨ªa el r¨ªo de frutales. Pero ahora, al caminar entre los cultivos que quedan, la tierra despide un olor met¨¢lico y los ¨¢rboles mueren en charcos de aguas negras.
Cerca de un socav¨®n de m¨¢s de 120 metros que hace un a?o se abri¨® en el centro del municipio de Zacatepec, tras la introducci¨®n de ductos debajo de los cultivos, Paloma es abordada por dos vecinos. Le preguntan por qu¨¦ el grupo no permite las descargas en el r¨ªo. Pacientemente, ella les explica que esas aguas se filtran en la tierra contaminan sus cosechas y da?an su salud. ¡°Hay que platicar con los hijos, quitarse la venda de los ojos y adelante, que nosotros ya nos vamos¡±, les dice antes de despedirse.
Maya, de 47 a?os, recuerda cuando los sapos cantaban para avisar de que ven¨ªa un aguacero. ¡°Cuando no llov¨ªa se guardaban en la tierra, pero ya no est¨¢n. No s¨¦ ad¨®nde se fueron, si se murieron, y me da tristeza porque quiero que mis nietos los conozcan y que vean que ellos tambi¨¦n hacen una misi¨®n en esta vida¡±, lamenta. Por eso, rasca agujeros en la tierra para sembrar ¨¢rboles y hacer correr el agua limpia en la tierra. Sin embargo, dice, ahora el aviso de lluvia son unos vientos cada vez m¨¢s fuertes y extra?os a causa de la explosi¨®n de qu¨ªmicos en las nubes por parte de empresas para evitar que las precipitaciones da?en sus operaciones, advierte.
En el pueblo se tiene la costumbre de hacer bramar un toro en se?al de que ocurri¨® un accidente. A los 10 a?os, Cenaida escuchaba mucho ese sonido, mientras se instalaba la empresa Ilsa (ahora Ternium) con la promesa del progreso en la d¨¦cada de los 70. Fue la primera en asentarse en la regi¨®n. ¡°Dec¨ªan que iba a haber mucho trabajo. Mentira. Fue una matanza que hubo. Como la gente no sab¨ªa manejar m¨¢quinas, hubo muchos accidentes. Unos quedaron inv¨¢lidos, otros murieron¡±, relata.
La acerera ubicada en el poblado de San Miguel Xoxtla todav¨ªa es una amenaza para la regi¨®n. La industria usa cinco pozos para fabricar varillas con las que contaminan el agua de su comunidad, seg¨²n denuncia do?a Cenaida. ¡°Cuando corre el aire o llueve, todos los desperdicios se vienen para ac¨¢, y todos nosotros comemos con plomo, pero m¨¢s los que viven all¨¢, su tierra ya se ve negra¡±, afirma.
La rabia de ver la degradaci¨®n de su comunidad y la historia de las Adelitas inspiraron a Colibr¨ª, el nombre de batalla que ha elegido otra de las defensoras del agua de 68 a?os. ¡°Siempre iban cargando su molcajete y metate (utensilios tradicionales para moler y amasar los alimentos) para mantener la lucha de los revolucionarios. Donde se pon¨ªan los campamentos, pues ah¨ª estaban las Adelitas con su comal y sus ollas¡±, narra. ¡°Ahora son plantones, pero tambi¨¦n se ve a las mujeres con el brasero, el fog¨®n y la le?a para hacer las tortillas¡±, compara.
Muchas defensoras han decidido reservar su identidad para dignificar la lucha de las mujeres, cuyos nombres e historias han sido invisibilizados. Llevan un paliacate que les cubre media cara y en los ¨²ltimos a?os han aprendido nuevas estrategias de resistencia. Especialmente desde que conocieron a Tepoz¨¢n, una activista de 30 a?os que hace dos se mud¨® a la comunidad para apoyar a las mujeres con el plant¨®n en la embotelladora de agua. Antes estuvo con las zapatistas, quienes le ense?aron la importancia de sobrevivir y la doble lucha que viven las mujeres en el camino. ¡°Me comprometo a vivir y no olvido ese acuerdo. Sobrevivir como mujer¡±, comparte la joven.
Ahora ellas inspiran a otras mujeres, como se pudo ver el ¨²ltimo fin de semana de agosto durante la primera Asamblea por el Agua y la Vida en M¨¦xico, a donde llegaron m¨¢s de 50 defensores de diferentes organizaciones de todo el pa¨ªs. A unos pasos del r¨ªo Metlapanapa, en la plaza principal de Zacatepec, decenas de comunidades afectadas por la cada vez m¨¢s visible crisis h¨ªdrica acudieron a la reuni¨®n en busca de soluciones.
Hab¨ªa mujeres de Monterrey (Nuevo Le¨®n), en el norte del pa¨ªs, que frenaron un proyecto vial que pretend¨ªa atravesar el cerro, y que ahora lidian con un complejo tur¨ªstico religioso y para proteger el ¨²ltimo ojo de agua que sobrevive en lo alto de su barrio en medio de la crisis h¨ªdrica. Tambi¨¦n un grupo de la comunidad de Cher¨¢n K¡¯eri, en el sur del Estado de Michoac¨¢n, que lider¨® una revuelta que en 2011 expuls¨® al crimen organizado que asediaba a su bosque y asesinaba y desaparec¨ªa a los hombres. Y mujeres otom¨ªes de la comunidad desplazada hace 40 a?os de Santiago Mezquititl¨¢n, en Quer¨¦taro, y que desde el 12 de octubre de 2021, toman las instalaciones del Instituto Nacional de los Pueblos Ind¨ªgenas (INPI), en Ciudad de M¨¦xico.
Para todas ellas, las Guardianas del R¨ªo Metlapanapa son un ejemplo a seguir. ¡°Son ellas y los zapatistas quienes m¨¢s nos han inspirado y ense?ado c¨®mo organizarnos por igual. Nadie es m¨¢s ni menos, todos vamos juntos¡±, asegura la otom¨ª Anselma Margarito, de 20 a?os. ¡°Por eso hemos salido adelante y nuestra lucha sigue en pie¡±.
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