El viaje de ocho cient¨ªficas colombianas rescata la historia de una ornit¨®loga norteamericana olvidada
Elizabeth Kerr fue una naturalista que recolect¨® m¨¢s de 400 aves en Colombia hace 100 a?os, pero la historia la dej¨® de lado. Investigadoras recorrieron sus pasos para homenajearla
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La ornit¨®loga colombiana Juliana Soto supo que se trataba de una mujer porque dec¨ªa Mrs Kerr (se?ora Kerr). Entre los varios Mister (se?or), que aparec¨ªan en un extenso libro sobre aves de Colombia escrito en 1917 por el reconocido naturalista Frank Chapman, Soto se top¨® con una mujer: Elizabeth Kerr. ¡°Fue impresionante¡±, cuenta la investigadora y estudiante de doctorado de la Universidad de Illinois, Urbana-Champaign. ¡°Particularmente porque en muchas ¨¢reas de la ciencia, como la biolog¨ªa, estos personajes femeninos en las primeras etapas de la disciplina son bastante escasos, entonces para m¨ª fue una completa sorpresa¡±.
Emocionada, le mostr¨® la menci¨®n sobre Kerr a su colega Natalia Ocampo Pe?uela, quien estaba liderando uno de los proyectos sobre aves de las Expediciones Bio del Instituto Humboldt, una iniciativa a nivel nacional para volver a estudiar sitios hist¨®ricos que no hab¨ªan sido muestreados desde hace 110 a?os. ¡°Nunca hab¨ªamos aprendido de ninguna mujer que recolectara aves o fuera naturalista¡±, agrega Ocampo. ¡°Siempre nos ense?aron sobre coleccionistas hombres que, adem¨¢s, eran de otro pa¨ªs¡±. Con la noticia, se sumaron otras seis cient¨ªficas colombianas y, como dice Ocampo, empezaron un trabajo casi detectivesco para conocer qui¨¦n era Kerr.
Lo primero, recuerdan, fue llamar al Museo Americano de Historia Natural, lugar que, seg¨²n cuenta el mismo libro de Chapman, hab¨ªa comprado los espec¨ªmenes recolectados por Kerr, de la que, hasta el momento, sab¨ªan que era norteamericana. Tambi¨¦n conoc¨ªan, por el mismo texto, que hab¨ªa recolectado 194 aves en el Valle del Magdalena, cerca a Honda, y que despu¨¦s la enviaron al Atrato, donde consigui¨® 200 espec¨ªmenes m¨¢s que dio al Museo.
Recibir fotos de los espec¨ªmenes recolectados por Kerr despert¨® las ganas de saber m¨¢s. Se convirti¨® en una obsesi¨®n. Tambi¨¦n, y por medio del Museo Americano, pudieron ver la correspondencia que Kerr ten¨ªa con Chapman o que este ¨²ltimo ten¨ªa con Henry Osborn, presidente del Museo en ese entonces. ¡°Esto nos dio una ventana para saber c¨®mo era tratada ella por estos grandes naturalistas como Chapman, que, por cierto, no era tan amable¡±, comenta Ocampo. ¡°Siempre ella parec¨ªa estar en problemas, pidi¨¦ndole a Chapman m¨¢s plata para poder arreglar su escopeta, por ejemplo. Y ¨¦l siempre dici¨¦ndole que los espec¨ªmenes no eran suficientes, que estaban mal preparados. Sin pensar que ella estaba sola en la selva¡±.
Cada vez que recib¨ªan un testimonio de que Elizabeth Kerr existi¨® era como recorrer una expedici¨®n en s¨ª misma. Ir armando las piezas. Los espec¨ªmenes. Las cartas. Y, finalmente, un art¨ªculo escrito por ella misma. Supieron que en 1912 Kerr hab¨ªa publicado un texto en la prestigiosa revista cient¨ªfica Collier, pero no sab¨ªan la fecha exacta. As¨ª que, de nuevo, manos sobre la base de datos de la revista, las ocho cient¨ªficas se dieron a la tarea de revisar edici¨®n por edici¨®n para poder encontrar el documento. Finalmente, lo lograron con la ayuda del profesor Andr¨¦s Cuervo, curador de la colecci¨®n de ornitolog¨ªa del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia. El t¨ªtulo que lleva es Una mujer naturalista: un relato personal de la obra y aventura de una mujer coleccionista en las selvas de Am¨¦rica tropical. Tambi¨¦n ten¨ªa una foto de Kerr.
¡°La pudimos terminar de dibujar en nuestras mentes¡±, se?ala Soto. Supieron c¨®mo se vest¨ªa, algo m¨¢s sobre su vida y conectar con una mujer que hac¨ªa lo mismo que hacen ellas hoy, pero hace m¨¢s de 100 a?os. Quisieron homenajearla. Seguir sus pasos.
Una expedici¨®n de solo mujeres tras Kerr
Cuando Soto estaba leyendo el libro de Chapman ¨C el que la llev¨® a Kerr ¨C era porque estaba preparando la expedici¨®n Colombia Bio sobre aves en la que tambi¨¦n participaba Ocampo. As¨ª que no dudaron mucho que una de las expediciones pod¨ªa ser a Fresno, Tolima, donde presuntamente hab¨ªa estado Kerr, ya que la informaci¨®n m¨¢s cercana dec¨ªa que estuvo a ¡°20 millas de Honda¡±. Tampoco dudaron en que fueran solo mujeres y en 2020, cinco de las cient¨ªficas que estaban persiguiendo la historia de Kerr, se internaron en los bosques de esta regi¨®n para no solo explorarla, sino escarbar lo que pudo haber vivido Kerr.
Se levantaban temprano, a la misma hora que se levantan los p¨¢jaros que persegu¨ªan. Usaban una tarabita (una especie de telef¨¦rico, pero mucho m¨¢s artesanal) para llegar desde la finca al lugar que estaban estudiando, y montaron una carpa que fue su laboratorio por varios d¨ªas. ¡°Pensar que est¨¢bamos recorriendo los mismos pasos de Elizabeth Kerr nos hizo pensar mucho en ella¡±, comenta Ocampo, quien justo ten¨ªa siete meses de embarazo durante la expedici¨®n. ¡°Tuvimos discusiones pregunt¨¢ndonos, ?qu¨¦ habr¨ªa dicho Kerr? ?Qu¨¦ pasar¨ªa por su cabeza cuando ella estaba aqu¨ª, pero sola, en la selva?¡±.
All¨ª vivieron experiencias que las llevaban a pensar en lo que, seguramente, tambi¨¦n vivi¨® Kerr. Por ejemplo, cuando fueron a explorar qu¨¦ lugares les serv¨ªan para hacer la expedici¨®n, Soto cuenta que un hombre se sorprendi¨® de verlas con machetes. ¡°?Qu¨¦ iban a poder hacer ellas con machetes?¡±, les pregunt¨®. Pero luego, cuando las vio abrir monte con ellos, con destreza y agilidad, su respuesta fue contundente. ¡°Son unas berracas (valientes en la jerga colombiana)¡±. Lo son ellas hoy. As¨ª como lo fue Kerr hace 100 a?os.
En el art¨ªculo que publicaron a principios de abril en la revista Ornithological Apllications, contando c¨®mo redescubrieron a esta enigm¨¢tica naturalista, firman con una declaraci¨®n contundente. ¡°Somos ocho ornitologas nacidas en Colombia, descendientes de espa?oles y de mestizos que se identifican como mujeres. Seis de nosotras fueron a la universidad p¨²blica y dos en la privada, de las que nos graduamos con t¨ªtulos de Biolog¨ªa, Ecolog¨ªa y Antropolog¨ªa en Colombia. Tres de las autoras son del Tolima, lugar donde se realiz¨® la expedici¨®n de mujeres. Todas hemos entrenado como ornit¨®logas y tenemos distinta experiencia en el campo y en el laboratorio. Dos somos madres¡±. Una declaraci¨®n que recuerda la necesidad de una ciencia m¨¢s inclusiva.
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