Las hijas de las palmeras luchan para que el coco siga siendo un recurso comunitario
Las ¡®quebradeiras de coco baba?u¡¯ del norte y noreste de Brasil llevan cuatro d¨¦cadas defendiendo la selva y elaborando productos derivados del coco. Ahora buscan proteger su pr¨¢ctica ancestral con leyes
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Siete mujeres sentadas en el piso de una choza quiebran cocos. Clac, clac, clac¡ El sonido de los palos de madera suena en¨¦rgico en Suma¨²ma, una comunidad rural de montes verdes en Sitio Novo, municipio al norte del Estado de Tocantins, Brasil. Las quebradeiras de coco baba?u ¨C como son conocidas estas mujeres de origen quilombola, afrodescendiente e ind¨ªgena - los parten y abren para extraer su mayor tesoro: un pu?adito de almendras que contienen embriones de futuras palmeras. Los cocos son peque?os, tienen forma de senos y pezones en sus extremos. De su c¨¢scara se produce carb¨®n; de las almendras, aceites, leche de coco y jabones; de su piel interna, el llamado mesocarpo, se logra una harina nutritiva para panes, tortas y suplementos vitam¨ªnicos. Y de las hojas de las palmeras se hacen artesan¨ªas y tejados para las casas.
¡°Las palmeras son como nuestra madre. Nos dan abrigo, alimento. Es por eso que las protegemos¡±, dice do?a Francisca Pereira Vieira, quebradeira de coco y una de las coordinadoras del Movimento Interestadual Quebradeiras de Coco Baba?u (Miqcb) en Tocantins. Son m¨¢s de 400.000 mujeres, en su mayor¨ªa adultas mayores, que hace 33 a?os se organizan para extraer el coco, utilizarlo para consumo familiar y econom¨ªa solidaria. Tambi¨¦n denuncian la tala, quema y envenenamiento de los baba?uais, como llaman a los palmerales. Las regiones en las que trabajan estas mujeres combinan paisajes de cerrado ¡ªla gran sabana¡ª, el bioma semides¨¦rtico de la Caatinga y la selva amaz¨®nica en cuatro estados: Tocantins, Maranh?o, Piau¨ª y Par¨¢, con cerca de 25 millones de hect¨¢reas de baba?uais. Entre ellas y las palmeras existe una relaci¨®n mutua y afectiva. ¡°En ocasiones, las consultamos. Son fuente de sabidur¨ªa. Queremos preservarlas. Nuestro desaf¨ªo est¨¢ en comprometer a nuestra juventud. Hoy hay menos quebradeiras j¨®venes que perpet¨²en el trabajo para que sigan existiendo estas selvas¡±, suelta preocupada la l¨ªder rural de 75 a?os.
El tiempo que tarda en caer el racimo de las palmeras es de nueve meses, el mismo ciclo reproductivo de la vida humana. Y cuando caen los cocos, las quebradeiras entran en acci¨®n. Concei??o Barbosa da Silva camina por la selva densa y h¨²meda, en los alrededores de la comunidad de Suma¨²ma. Hay cocos desparramados por el sendero. Carga en la cabeza un canasto donde los api?a. Lleva una peque?a hacha en la mano con la que corta hojas y algunos tallos. ¡°A los seis a?os empec¨¦ a acompa?ar a mi madre en esta tarea. A los 12, particip¨¦ en las reuniones de la Comisi¨®n Pastoral de la Tierra (vinculada a la Iglesia Cat¨®lica) donde se discut¨ªan los problemas de los trabajadores rurales¡±, cuenta Barbosa da Silva, quien tambi¨¦n es coordinadora de base del Miqcb en la regi¨®n de Tocantins.
Ser una quebradeira de coco activa una identidad cultural, una ancestralidad femenina que se combina con la movilizaci¨®n socioambiental. Madres, abuelas, bisabuelas practicaron esta actividad y lucharon por el acceso a las tierras. ¡°Es un saber que pasa de generaci¨®n a generaci¨®n. El movimiento Miqcb es una forma organizativa ¨²nica porque ampl¨ªa los derechos de su reconocimiento territorial y de ellas como comunidad¡±, destaca la antrop¨®loga e investigadora Cynthia Carvalho Martins.
Del campo a la incidencia pol¨ªtica
Adem¨¢s de quebrar cocos y atender sus huertas, las quebradeiras redactan leyes. En las cuatro d¨¦cadas que llevan organizadas, han hecho un trabajo de incidencia pol¨ªtica en defensa de su actividad. Desde 1997, junto a abogados, han elaborado m¨¢s de diez textos de proyectos de ley que han llegado a manos de legisladores, concejales y asesores parlamentarios. Hoy son 18 las leyes municipales aprobadas, dos estatales y por lo menos cinco proyectos en curso. ¡°La impronta del Miqcb es la elaboraci¨®n de la Ley del Baba?u Libre en algunos estados y municipios que permite la extracci¨®n de ese coco y el derecho a su uso como recurso natural comunitario, no privatizado. Mientras otros movimientos rurales y comunidades tradicionales del Brasil, como las ind¨ªgenas, se centran en el reconocimiento territorial, las quebradeiras propusieron, en su inicio, el extractivismo agroec¨®logico del coco, adem¨¢s de restricciones legales a la tala de sus palmeras¡±, explica Aurelio Vianna, antrop¨®logo y coordinador de la fundaci¨®n The Tenure Facility, asociada al movimiento Miqcb.
Maria Ednalva Ribeiro da Silva, adem¨¢s de quebradeira y abuela de cinco nietas es una de las representantes del movimiento en el Consejo Nacional de Pueblos y Comunidades Tradicionales en Brasilia. Desde el peque?o municipio de San Miguel, en el interior de Tocantins, viaja hasta la capital del pa¨ªs a discutir propuestas agrarias y medioambientales para incluir en pol¨ªticas p¨²blicas. ¡°Hoy hablamos del acceso a los cocos y a la defensa de los baba?uais desde una perspectiva del derecho socioambiental¡±, explica. En Tocantins, la ley del Baba?u Libre fue aprobada a nivel del Estado y en cuatro municipios. No obstante, en algunas haciendas, los campos est¨¢n demarcados y con cercas, algunas veces electrificadas. En casos m¨¢s graves, las quebradeiras son amenazadas. La efectiva aplicaci¨®n de la ley depende mucho del lugar, de las autoridades locales y de los propietarios de las haciendas.
Antes de la creaci¨®n del Miqcb, Ribeiro da Silva particip¨® en una lucha hist¨®rica: la formaci¨®n sindical de trabajadores rurales de la d¨¦cada de los a?os 80. ¡°Una noche, yo regresaba a casa despu¨¦s de llevarle comida a mi marido que trabajaba en el campo y una mujer de la organizaci¨®n Pastoral de la Tierra toc¨® a mi puerta y dijo que quer¨ªa hablarnos para organizarnos en un sindicato de trabajadores¡±, recuerda. Las cosas cambiaron en los 90, una d¨¦cada en la que se fortalecieron las luchas por la tierra y los sindicatos. En 1997, surgi¨® la propuesta de ley federal de libre acceso al baba?u en un momento en el que el Congreso ya ten¨ªa diputados del Partido de los Trabajadores (PT), el partido de Luiz In¨¢cio Lula Da Silva y donde esa demanda encontr¨® un terreno propicio. Pero sigue existiendo una deuda. ¡°Tener una ley ¨²nica en todo el territorio del Brasil es uno de los objetivos del Movimiento de Quebradeiras de Coco Baba?u. La mayor traba hasta ahora estuvo en la C¨¢mara Federal, que argumenta no poder colocar condicionamientos a los propietarios privados de tierras para que las quebradeiras recojan los cocos en sus haciendas¡±, explica la abogada y asesora del Miqcb, Renata dos Reis Cordeiro.
En 2022, el movimiento logr¨® un triunfo extraordinario. En el Estado de Piau¨ª, en el norte de Brasil, se aprob¨® una versi¨®n de la ley que reconoce a las comunidades de quebradeiras de coco baba?u como pueblo tradicional y su modo de vida. Tuvo el apoyo de la entonces gobernadora Regina Souza, del PT, tambi¨¦n quebradeira. ¡°En esa ley, la actividad de extracci¨®n agroecol¨®gica es considerada patrimonio cultural. De ah¨ª se desprenden otros derechos, como el acceso libre al coco baba?u y a la posibilidad de reconocerles t¨ªtulos territoriales¡±, concluye la abogada Reis Cordeiro. La ley fue publicada el 9 de diciembre de 2022 y en el texto aparecen conceptos tanto de seguridad alimentaria y nutricional como derechos de las quebradeiras de coco baba?u, adem¨¢s de la preservaci¨®n ambiental de los baba?uais. ¡°Esa ley les da una marca cultural con adquisici¨®n de derechos identitarios que requiri¨® una alta imaginaci¨®n pol¨ªtica para superar las limitaciones reales que ellas tienen¡±, resalta el antrop¨®logo Vianna.
Trabajo en red
En el interior de una choza, un grupo de cuatro mujeres de la tercera edad coloca las almendras en una sart¨¦n grande a fuego medio. Luego de tostarlas, las cuelan y las muelen con esmero. ¡°De aqu¨ª sale el aceite que vendemos a trav¨¦s de nuestra cooperativa o a nivel individual¡±, cuenta Barbosa da Silva. El aceite extra virgen de 500 mililitros embotellado tiene un r¨®tulo con la marca Miqbc y el dibujo de una mujer con turbante y un racimo del fruto. Unos 8 a 10 litros los venden a unos R$ 60,00 reales brasile?os (unos 3 d¨®lares). La realidad de estas mujeres, sin embargo, var¨ªa entre los diferentes estados. La filial de Piau¨ª cuenta con cuatro unidades de producci¨®n del mesocarpo, de donde se saca la harina, lo que les permite producir hasta 600 kilos al mes. En el caso del aceite, hay ocho unidades. Son casas refaccionadas que recibieron el apoyo de fundaciones para su adaptaci¨®n a peque?as f¨¢bricas. All¨ª, grupos de 12 quebradeiras logran por mes unos 3.500 litros de aceite de coco baba?u.
Existen programas estatales en Brasil, como el Programa de Adquisici¨®n de Alimentos (PAA) del Gobierno Federal que compra productos a agricultores familiares y los destina, por ejemplo, a merenderos escolares. Las quebradeiras de Piau¨ª entregan sus productos a la Secretar¨ªa de Asistencia Social que los env¨ªan a familias en situaci¨®n de vulnerabilidad alimentaria. Sin embargo, para sus compa?eras de Tocantins, la situaci¨®n es otra. Ingresar a esos programas les result¨® dif¨ªcil. ¡°Algunos de nuestros productos fueron suspendidos. Argumentan que requieren ciertas licencias, sellos que dependen de otros organismos y el proceso se dificulta¡±, afirma Silv?nia Nunes da Paix?o, de la comunidad de Olho D?Agua y tambi¨¦n coordinadora del Miqbc. Por su parte, autoridades de la municipalidad de San Miguel afirman estar ofreciendo ayuda a trav¨¦s de un convenio de cooperaci¨®n que apoya a los productos y subproductos de las quebradeiras. ¡°Buscamos incluirlas en un plan de desarrollo rural¡±, afirma Mauro Fragoso, secretario municipal de agricultura. Quien compra los productos de estos y cualquier emprendimiento comunitario colabora para la preservaci¨®n de las selvas, el fortalecimiento de la econom¨ªa solidaria y la generaci¨®n de trabajo y renta.
Cuando no est¨¢n quebrando coco y produciendo aceites y derivados, estas trabajadoras rurales est¨¢n en sus plantaciones de frijol, bananas y ma¨ªz o criando gallinas en las huertas de sus casas. Parte del tiempo tambi¨¦n lo destinan a la gesti¨®n del Miqbc. ¡°Entre el trabajo y la casa, hago reuniones online sobre varios temas como planificaci¨®n anual y participaciones institucionales. Con mi marido nos repartimos las tareas desde siempre, sobre todo cocinar, a m¨ª no me gusta¡±, comenta Pereira Vieira con una sonrisa. El movimiento gener¨® su propio mecanismo de financiaci¨®n para no depender de terceros. Crearon el Fondo Baba?u con recursos econ¨®micos nacionales y de la cooperaci¨®n internacional. Comenz¨® con el apoyo de Fundaci¨®n Ford, luego del Fundo Amaz?nia y Tenure Facility. Las ganancias las destinan a proyectos socioambientales y de defensa de derechos, implementados por organizaciones de mujeres. Las quebradeiras dejan huellas en los baba?uais, en las comunidades sociales y en el mundo. ¡°Sin nuestra contenci¨®n y trabajo en red, todas por un mismo objetivo, no estar¨ªamos donde llegamos¡±, afirma Pereira Vieira que se retira del local del Miqcb de Tocantins, en una tarde de sol radiante, en el asiento trasero de una moto que levanta polvo por las calles del municipio de S?o Miguel.
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